Fue tras las elecciones de 1977 cuando Tierno Galván inventó la coartada más arrogante que jamás se ha pronunciado para un fracaso electoral. “El Partido Socialista Popular reafirmó anoche en un comunicado, el comentario de su presidente, Enrique Tierno Galván, de que el voto del PSP ha sido un voto de calidad e ideológico, ya que se ha realizado una campaña de ideología socialista, y los que votaban al PSP sabían lo que votaban”, contaba El País del 23 de junio de ese año. Pocos pero conscientes.
Los análisis de estos días abundan en frases chamánicas como “España ha votado por el cambio” o “Lo que pide el electorado es pacto”; por utilizar las dos formas más evidentes de utilización de la estadística en beneficio propio.
Estas interpretaciones parten de la discutible idea de que el votante primero especula sobre cuál será el escenario más probable tras las elecciones y tras una reflexión táctica acude a las urnas, o no, para depositar su voto. El resultado sería un mensaje colectivo adecuado al momento histórico, fruto de la suma de millones de decisiones personales, que los representantes tienen la obligación democrática de interpretar. La telepatía, partera de la historia.
Como si no hubiera motivaciones para el voto tan íntimas e innegociables como el miedo, el interés, la costumbre, la pereza, la esperanza, la ignorancia o el odio. La interpretación chamánica del voto colectivo es un recurso consciente: pretende liberar a los representantes de parte de su responsabilidad a la hora de tomar decisiones en el periodo poselectoral.
Por mucho que haya sido el candidato más votado, Mariano Rajoy es responsable de socavar el papel mediador del Rey cuando renuncia a someterse a una investidura. Cualquiera sabe que Podemos no quiere un pacto con el PSOE y sólo busca humillar a Sánchez. Sería la primera vez, y en esto tiene toda la razón Rubalcaba, que se sella una alianza mediante el desprecio y el insulto. Pero si Rajoy quiere que el PP pueda presentarse ante los españoles como el último asidero institucional debe enfrentarse a la derrota. Es lo que se llama sentido de Estado.
Se cuenta que tras el decimocuarto asalto del mítico combate entre Muhammed Ali y Joe Frazier en Manila en 1974, Alí era incapaz de ponerse en pie. Su entrenador ya estaba determinado a poner fin a la pelea cuando la esquina de Frazier arrojó la toalla. Así ganó Cassius Clay el que es considerado como el mejor combate de la historia de los pesos pesados.
Ni Rajoy ni Sánchez son pesos pesados pero ambos están noqueados.