En pocas semanas sabremos si, eso que dice Pedro Sánchez que ha empezado bien, acaba bien. No lo va a tener fácil el secretario general socialista pero, al menos, muestra la audacia suficiente como para intentar formar un Gobierno y desbloquear España.
Ahora bien, si logra gobernar en coalición con Podemos, con Pablo Iglesias al timón como número dos y con varios ministerios importantes entregados a la formación morada, procede cuestionarse: ¿qué sentirá Mariano Rajoy entonces?
Porque, tal y como los describen desde la derecha una y otra vez, los chicos de Podemos constituyen una amenaza terrible para nuestro país. Quién sabe si los populares tienen razón pero, en ese caso, ¿qué grado de culpabilidad tendría el PP si vemos a Íñigo Errejón al frente de Interior?
El presidente en funciones tiene dos opciones claras, aunque no le guste ninguna: entregar el poder a Sánchez en coalición con Rivera, para beneficio (o menor quebranto) del país, u obligar al PSOE a arrojarse a los brazos de Podemos.
No hay que olvidar que la aventura que está viviendo Pedro Sánchez se produce por el aislamiento e inmovilismo de los populares, así como por su falta de iniciativa, imaginación y brío en cuanto a buscar opciones para intentar gobernar tras el 20-D; y, por supuesto, por su cada vez más insólita relación con sangrantes casos de corrupción.
Rajoy puede propiciar un Gobierno moderado; solo le hace falta el pragmatismo y la generosidad suficientes como para ofrecer la abstención del PP en una hipotética investidura de Sánchez quien, en ese caso, renunciaría a pactar con Podemos y lo haría solo con Ciudadanos. Así Rajoy evitaría que Iglesias se hiciera con el control del Gobierno, que es lo que sucederá, posiblemente, si no lo hace y Sánchez se ve en manos de los podemitas.
Resulta curioso que si el PP le niega su apoyo al PSOE al mismo tiempo lo está condenando a recurrir a Podemos, pero es así. Es cierto que los populares estarían proporcionando a los socialistas lo mismo que éstos le negaron. Pero esa es la situación; también, la disyuntiva: o apoyan a Sánchez o tendremos un Gobierno en el que Iglesias será quien mande.
Y, realmente, si Podemos es tan nefasto para el país que incluso España podría salir de la coalición anti-yihad, según ha manifestado –sorprendente y temerariamente- García Margallo, ¿cómo se entendería que el PP no hiciera lo que fuera preciso para evitar la gran coalición de izquierdas?
Si Podemos arruina al país, como dicen los conservadores, y Rajoy puede evitarlo y no lo hace, ¿cómo se describiría su actitud? ¿De verdad podrá más la aversión al líder socialista o la perspectiva de unas nuevas elecciones que no cambien nada que la necesidad de que en España haya un Gobierno, y que este sea moderado?
Es cierto: se podía haber hecho al revés. Pero no se hizo. Los casos de corrupción del PP tampoco han ayudado mucho, ni lo ha hecho la pasividad de Rajoy, ni la falta de autocrítica popular. Pero, llegados a este punto, ¿no será mejor regalarle al PSOE una agria abstención que permitir que Iglesias se instale (casi) en la Moncloa?
El PP haría bien en abandonar liderazgos egoístas y rencillas personales; y, también, ha de soportar la pesadez de su derrota. Ahora debe de pensar, exclusivamente, en qué es mejor para este país.