La callada respuesta de Mariano Rajoy sobre la dimisión de Espe (el "te entiendo" por 'sms' cobarde), lo delata como mascarón de proa del vacío más grande que vieran los siglos, pero es que son las cosas de Rajoy, y un gallego hace bien en no meterse en política e ir quemando naves enemigas de dentro.
Aquí lo importante es que Aguirre deja ahora coja, huérfana, tonta, al ala liberal de un partido en el que un juez o una portada han venido marcando la gramática parda de las comparecencias. De alguna manera Esperanza Aguirre vino a darle bríos renovados al partido, y eso que todos los meloneros del Sur de la CAM le han ido saliendo ‘ranas’ en esos pueblos de Madrid con tejados a dos aguas o con paredes encaladas al estilo manchego.
Por el Sur de Madrid un paleto se te hace parlamentario y te saca lo mismo un tranvía entre secarrales que un chivatazo que apunta a despachos de más arriba, y ahí estuvo el encanto de Aguirre como verso suelto en los bulevares de este Madrid nuestro.
Que Génova 13 tenía una trituradora en cada planta se sabía, y bien que lo recordó Gasparet en este periódico. Esperanza Aguirre le enseño a Bertín Osborne la utilidad de un sofá demoscópico y demagogo cuando la ‘Lideresa’ sacó los cojines a las calles de Madrid y subía a los viejos a bendecirlos en su nombre y en el de Isidro Labrador.
A la ‘pecosa’ Aguirre la hemos visto mantener la compostura mientras que todo un mundo se descomponía. Ahora la llorará Maria José en la taberna de Picalagartos, la llorará medio Madrid como un tiempo feliz ganado por los tertulianos y las ‘Levy’s’ en cuero. La nueva política (con Rajoy) y cuatro niños.
De los momentos capitales de la vida de Aguirre siempre me entero entrenando en carreteras secundarias con la bicicleta. Antier lo del helicóptero, ayer la renuncia a la Comunidad: hoy el PP de Madrid; y siempre es en la misma curva y la misma chica. Aguirre sigue, eso sí, como portavoz en el Ayuntamiento. Que Esperanza no se va a perder cómo Manuela Carmena revienta o de un ictus, o de un guiñol, o de un concejal deslenguado.
Y Rajoy que lo verá...