Se llaman Rita las dos pero no tienen nada que ver. La primera, Rita Barberá, es del PP y está bajo sospecha permanente por la financiación irregular del Partido Popular en la Comunidad Valenciana e incluso por la suya propia. La segunda, Rita Maestre, es de Podemos y espera sentencia por haber irrumpido en la capilla de la Universidad Complutense de Madrid hablando de crucifijos, clítoris, almejas y haberse quedado en sujetador delante del altísimo y de los fieles. La primera está alicatada hasta el techo. La segunda no tiene más protección que la que presuntamente le otorga la libertad de expresión. La primera vale mucho más por lo que calla –verdad Mariano, verdad– que por lo que habla, que todavía no ha hablado nada. La segunda sí que ha dicho, pero mal, lo que creía que le convenía decir cuando quizá debería haber verbalizado ante la jueza simplemente lo que pensaba. La primera acabará, seguro, en los tribunales, y quién sabe si más adentro, por muy protegida que se sienta ahora. La segunda puede acabar condenada, pero más por la necedad que nos rodea que por la Justicia que nos debería tratar a todos como iguales.
Hay quienes intentan hacer un convoluto con ambas y equiparar el robo continuado y el despelleje del erario público con la escasa sensibilidad, el pésimo gusto y la mala educación. Pero no es lo mismo. No es lo mismo llevárselo a espuertas que cantar aquello de contra el Vaticano poder clitoriano…
El caso de Barberá es de una sinvergonzonería impúdica. Conocedora de todos los cadáveres escondidos in illo tempore en el armario del PP y de Mariano Rajoy, sabe que el todavía presidente le debe a ella y al resto de presuntos delincuentes levantinos ahora encarcelados o imputados bajo el cielo mediterráneo del partido, un porcentaje elevado de su victoria en aquél congreso de Valencia de 2008. Y es este conocimiento el que la hace sentirse prepotente, inviolable, inmune al caloret. “No voy a pasar ninguna”, mintió en voz alta Rajoy apenas un día antes de que blindara a su querida Rita con un puesto en la Comisión Permanente del Senado; es decir, que gracias a dicho soborno la presunta no perderá el aforamiento aunque se disuelvan las cámaras y se convoquen nuevas elecciones.
Y lo hizo Mariano sin cortarse un pelo, sin vergüenza alguna y sólo unas horas después de que la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO) empezara a detener e interrogar a todos los compañeros del equipo de la ex alcaldesa de Valencia, que rápidamente se ha colocado en el punto de mira del sentido común. Los militantes andan escocidos, indignados y avergonzados con tamaña desfachatez. Rajoy y su equipo, no confundir con los militantes de a pie, se empeñan en demostrar que siempre es posible ir más allá de lo higiénicamente recomendable y hacerlo cada vez más rápido.
El caso de Maestre es la suma de la estulticia, la escasa sensibilidad y la falta de respeto hacia los que no piensan como ella. Pero nada más. Y lo que sí me resulta totalmente grotesco y de peor mal gusto es que se pida un año de cárcel por expresar una serie de ideas sobre la universidad pública y la libertad de culto, por mucho que lo hagan groseramente. La portavoz del Ayuntamiento de Madrid fue zafia y maleducada, torpe e irrespetuosa, y es seguro que molestó a los creyentes que se sintieron ofendidos por sus ataques. Pero una mala rima o un sujetador al viento no la convierten delincuente.
Se llaman Rita las dos pero no es lo mismo blasfemar que robar el trigo.