Antes de librar su batalla más decisiva en el Congreso de los Diputados, donde la próxima semana se enfrentará a dos votaciones de investidura para las que aún no tiene los apoyos necesarios, Pedro Sánchez tiene que salvar un auténtico purgatorio: la consulta a las bases socialistas del pacto de gobierno alcanzado con Ciudadanos, el mismo partido al que durante la campaña acusaba de ser la "marca blanca del PP".
La votación sobre el Pacto de El Abrazo, que se celebrará entre este viernes y el sábado mediante consulta telemática y sufragio presencial, constituye una auténtica prueba de fuego para el secretario general del PSOE. El candidato socialista a la Presidencia del Gobierno no puede permitirse el lujo de llegar a la Cámara Baja reprobado por sus militantes -aunque el resultado de las urnas no sea vinculante- ni precedido de un respaldo exiguo.
Sánchez necesita que los afiliados socialistas se movilicen y respalden de forma mayoritaria en una votación masiva el acuerdo alcanzado, que paradójicamente es opuesto al que pretendía el propio Sanchez cuando se sacó de la chistera la consulta a la militancia.
La oposición de los barones
Tras las elecciones del 20-D, Pedro Sánchez pensó que cerrar un pacto con Podemos, IU y los independetistas era su única opción para superar al bloque de centro derecha que representaban PP y Ciudadanos. Los barones socialistas se opusieron tajantemente a echar al PSOE en brazos de Podemos y, convencidos de que Sánchez no tenía opciones de éxito, exigieron la celebración cuanto antes del congreso socialista -previsto para febrero- en el que se habría de votar una nueva dirección.
Para zafarse de la presión de Susana Díaz (Andalucía), Fernández Vara (Extremadura), García-Page (Castilla-La Mancha), o Javier Lambán (Aragón), Pedro Sánchez dijo que sometería a una consulta no vinculante cualquier acuerdo, confiado acaso en que las bases del partido acabarían venciendo la resistencia de los dirigentes regionales a una entente con la izquierda radical y los independentistas.
La penitencia es la consulta
La penitencia que ahora se ve obligado a hacer Pedro Sánchez puede salirle cara, pues la misma militancia a la que apeló para reforzar moralmente un eventual acuerdo con Podemos y los separatistas catalanes tiene ahora que legitimar un pacto de Gobierno con el partido de Rivera. El cambio de pareja explicaría que Ferraz haya optado por redactar una pregunta ambigua en la que, además de no hacerse mención alguna a Ciudadanos, se habla inexplicablemente de acuerdos con "distintas fuerzas políticas".
Pedro Sánchez afronta el riesgo de que la participación sea muy baja -en las disputadas primarias en las que se convirtió en secretario general votaron el 66% de los afiliados- o de que sus críticos aprovechen las urnas para abonar el terreno a la disidencia de cara a las primarias previas al Congreso de mayo.
El pretexto de las diputaciones
Los críticos con Pedro Sánchez han encontrado en el compromiso de eliminación-sustitución de las diputaciones provinciales un motivo o un pretexto perfecto para movilizar a la oposición interna. Mientras Susana Díaz se muestra comprensiva y pide modernizarlas, los representantes del susanismo -el presidente aragonés, Javier Lambán, y representantes del socialismo andaluz y manchego- encabezan un motín en favor de las corporaciones provinciales que puede poner en un brete a Sánchez
El debate sobre la supresión de las diputaciones es cuento viejo en el PSOE: en el Congreso de 2012 Rubalcaba tuvo que renunciar a su propuesta de eliminarlas después de que su rival en la carrera por la Secretaría General Carme Chacón, clamara su apoyo sin fisuras a estas instituciones.
De la audacia y habilidad de Pedro Sánchez da cuenta el Pacto de El abrazo, que sitúa a PSOE y Ciudadanos en el centro político en oposición a los extremos ocupados por PP y Podemos. Sin embargo, el candidato socialista necesita el refrendo amplio de sus bases antes de reclamar el apoyo o la abstención a los representantes de otras fuerzas políticas.