Con su decisión de no reanudar "de momento" una nueva ronda de consultas con los responsables de las fuerzas parlamentarias, Felipe VI da un toque de atención a los partidos y sus candidatos y, de forma particular, al presidente del Gobierno en funciones, que no se ha cansado de decir que le tocaba a él tomar la iniciativa tras la investidura malograda de Pedro Sánchez .
España atraviesa una situación insólita cuyo recorrido constitucional es impreciso. El artículo 99 de la Carta Magna establece que es al Rey a quien le corresponde proponer un candidato a presidente y que -si un aspirante no logra apoyos suficientes- "se tramitarán sucesivas propuestas" antes disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones en un plazo de dos meses.
Los tiempos del rey
El Rey lanza ahora el mensaje de que no se va a prestar a otra ronda de consultas sin que haya un aspirante con posibilidades verdaderas de ser elegido. El hecho de que la Casa Real anunciara esta decisión antes de que concluyera la audiencia entre Felipe VI y el presidente del Congreso, Patxi López, sólo puede interpretarse como un gesto con el que el monarca subraya que es él, en el marco de su responsabilidad constitucional, quien decidirá cuándo y cómo se produce -si es que se produce- otro encargo de formar gobierno frente al calendario preestablecido por las declaraciones de Mariano Rajoy.
El presidente en funciones no ha parado de decir que le correspondería a él intentar ser elegido cuando fracasara Sánchez, presuponiendo sin más que el monarca se iba a acomodar a esa hoja de ruta, después de haber declinado su encargo de investidura el pasado 22 de enero. Rajoy se equivocó entonces al no asumir su responsabilidad, del mismo modo que se ha equivocado luego al dar por sentado que la Corona se sometería a sus tiempos.
El Rey ha hecho bien en marcar distancias respecto de los planes del presidente en funciones, que con este nuevo revés queda aún más debilitado. Además, este paréntesis en el proceso da sentido al protocolo real frente a los partidos y dirigentes políticos que no han dudado en aprovecharse de las audiencias y la escenografía de Palacio para potenciar sus agendas particulares.
Dialéctica de campaña
Es aventurado confiar en que los partidos vayan a tomar nota del aviso del Rey, ya que unos y otros anteponen supuestas legitimidades enfrentadas para arrogarse la iniciativa política y no ceder ante el rival. Mariano Rajoy sigue alegando que fue el candidato del partido más votado en las elecciones para ratificar su inmovilismo, a lo que Pedro Sánchez le contesta que su acuerdo con Ciudadanos ha logrado 131 votos en el Congreso. Ambas cosas son ciertas, aunque insuficientes por lo que se ha visto para formar mayorías. En el caso de Pedro Sánchez, propone a Iglesias asumir también sus propuestas aunque los programas de Podemos y Ciudadanos son en lo sustancial incompatibles, lo que da idea hasta qué punto este mensaje es en clave electoral.
De hecho, la escalada de tensión entre los partidos no ha parado de aumentar. Albert Rivera tiende la mano al PP mientras enfoca sus críticas en Rajoy. Sánchez presiona a Iglesias sabedor de que gran parte de sus votantes no entienden que Podemos no deje gobernar al PSOE. E Iglesias emplaza a los socialistas a buscar un candidato de consenso alternativo a Sánchez para intentar desgastar al dirigente socialista.
El paréntesis en la ronda de consultas marcado por el Rey es congruente con una dialéctica de campaña que demuestra, principalmente, que los principales partidos actúan pensando en que la repetición de las elecciones es inevitable. Pero eso no les hace menos inconvenientes para España.