El viernes pasado, una revista alemana publicó que Uber estaba interesada en adquirir cien mil Mercedes Clase S, uno de los vehículos más lujosos de la marca y con algunas capacidades de conducción autónoma, en una transacción que se valoraba en unos diez mil millones de euros.
La noticia seguía a otros rumores que el pasado año vinculaban a la compañía con unos supuestos planes de adquirir nada menos que medio millón de vehículos a Tesla en el año 2020, algo igualmente insólito en una compañía que se ha distinguido por crear un negocio en base a una plataforma que conecta a conductores con pasajeros, pero que no posee vehículos propios. Las noticias han sido ya desmentidas, pero su descomunal magnitud y el hecho de que resultasen aunque solo fuese remotamente creíbles debería llevarnos a una cierta reflexión.
¿Estaríamos dispuestos a asegurar que alguna compañía no va a cambiar drásticamente su estrategia para convertirse de golpe en la que posee una de las mayores flotas de vehículos de transporte de viajeros de todo el mundo? Después de todo, la compañía lleva ya bastante tiempo investigando en el desarrollo de vehículos de conducción autónoma... ¿Cuánto cambiaría el mundo si, de repente, la inmensa mayoría de nuestros desplazamientos pasasen a llevarse a cabo a bordo de vehículos autónomos sin conductor?
Ya hemos visto análisis - nada desatinados, en mi opinión - que afirman que el modelo de posesión de automóviles que hemos conocido a lo largo del último siglo fue un error, y que es tiempo de corregirlo: devolver a los ciudadanos el espacio en las ciudades que el automóvil ocupa para aparcar y circular, y dejar de desplazar irresponsablemente cerca de una tonelada de metal movida por combustibles fósiles para trasladar de un sitio a otro a una absurda media de una o dos personas.
¿Somos capaces de imaginar un futuro con ciudades en las que el espacio es drásticamente reasignado para el uso de las personas, sin vehículos aparcados, con muchísima menos contaminación, sin atascos y sin víctimas de accidentes de circulación? No suena mal, ¿verdad?
Cada día se acorta más la distancia que separa los rumores o las noticias de tecnología, de conceptos que muchos considerarían auténtica ciencia-ficción. Que dejemos de poseer automóviles, hoy uno de los gastos más significativos de las familias y que alimenta a una enorme industria, para desplazarnos en vehículos autónomos infinitamente más eficientes que alquilamos temporalmente es una visión que muchos consideran imposible. Pero que en realidad, en términos tecnológicos, está ya casi a la vuelta de la esquina.