En el verano de 1997 fue detenido Francesc Salvador, consejero del Psc en Ciutat Vella. Fue maltratado en el camino a la comisaría. Aquel agosto, la única persona que habló bien de él fue su mujer, que cada mañana salía a la calle para preguntar si había alguna novedad de lo de su marido. Había sido acusado de pertenecer a una red de pederastas. Los periódicos le sentenciaron. La Vanguardia llegó a publicar que existía un vídeo en el que el consejero aparecía haciendo cosas aberrantes a unos niños. Por supuesto ese vídeo jamás existió, ni tampoco la red organizada de pederastas que según los periódicos operaba en el barrio barcelonés de El Raval. Francesc Salvador y su mujer murieron hace dos años, ambos de cáncer. Desde aquel viaje en coche él no levantó cabeza. Supongo que ella tampoco.
Yo conocí el caso de Salvador gracias a Raval. Del amor a los niños, un libro vertiginoso -en sentido estricto, produce vértigo- del periodista Arcadi Espada que cumple, de verdad, con el precepto moral dictado por Indro Montanelli a las sucesivas generaciones de reporteros: “Cuando se enciendan las hogueras, ponte siempre de parte de la bruja, aun a riesgo de tener que subir a la pira como ella”. Lo que denuncia Raval lo resumió muy bien en su día Lluís Bassets en una crítica publicada en El País: “El tráfico mercantil entre los encargados de establecer la culpa penal y los encargados de fabricar la mala reputación es una de las mayores indecencias de las sociedades contemporáneas”.
Mientras el periodista investigaba hubo quien le preguntó por sus hijas, ¿qué clase de padre se arriesgaría a defender a unos posibles pederastas? La pira no ha dejado de arder desde entonces. Periódicamente hay quien le recuerda maliciosamente a Espada aquella investigación. Nunca lo habían hecho de una manera tan zafia y delictiva como hace una semana en TV3. “Recordemos el caso de El Raval (...) un insigne periodista, que hoy sigue siendo columnista, Arcadi Espada, publicó un libro defendiendo la pederastia, lisa y llanamente”, dijo el tertuliano Albert Sáez en Els Matins de TV3.
En realidad todo lo recordado en esta columna es inútil. La verdad judicial es inútil. Hasta el 'Premio Francisco Cerecedo' es inútil (¡por muchos premios que tenga!, tuiteó Sáez). Al tertuliano y a los que asintieron cuando lo escuchaban lo que pasó en El Raval les trae al pairo. Su declaración no es más que el intento salvaje de asesinato civil de un discrepante. A esto han llegado los patriotas. A la ausencia de cualquier límite moral.
Y lo que de verdad asusta es el sentimiento de impunidad. La seguridad de ese “Lisa y llanamente” con el que subraya la calumnia y zanja su verdadera denuncia: “que hoy [Espada] sigue siendo columnista”.