Arnaldo Otegi, condenado por el Tribunal Supremo por pertenecer a la banda terrorista ETA y trabajar para reorganizar la extinta Batasuna (declarada por la Justicia española y por la europea parte de la banda terrorista ETA), ha pronunciado este pasado martes un discurso político en el Parlamento Europeo.
Me dicen que, al haber sido invitado por un grupo de diputados, el presidente del Parlamento Europeo no podía evitar que entrara. Será así... pero ¿se imaginan que un grupo de diputados invitara a hablar a la Cámara a un miembro de la organización terrorista que atentó recientemente en París o en Bruselas? No creo que nadie se atreviera a perpetrar tamaña ofensa a franceses o belgas... a los europeos todos. Estoy segura de que si alguien lo hiciera, las instituciones europeas encontrarían una fórmula para evitar tamaña barbaridad. Pero parece que sí se puede ofender la memoria de las víctimas españolas y hurgar en su dolor.
No existe aberración mayor que la que se ha producido cuando el Parlamento Europeo, la sede en la que están representados los valores de la Europa democrática, el símbolo de las libertades, de la dignidad humana, ha recibido a un enemigo mortal de la democracia, porque eso son los terroristas.
Otegi ha cumplido en la cárcel su condena, pero su vida de terrorista no es un ejemplo a seguir
Habrá quien diga que el terrorista Otegi ya ha cumplido su condena y que ahora es "un ciudadano como los demás". Pues no; Otegi ha cumplido en la cárcel su condena como probado delincuente; pero su vida de terrorista no es un ejemplo a seguir por nadie y, por tanto, no tiene justificación que haya sido recibido y tomado la palabra en el Parlamento Euopeo, en el mismo foro democrático en el que Basta Ya! recibió el Premio Sajarov por defender los Derechos Humanos pisoteados en el País Vasco y en toda España por Otegi y su banda. Otegi ha cumplido su condena, sí; pero eso no le convierte en un hombre justo y, mucho menos, en un hombre ejemplar.
Otegi ha llegado al Parlamento Europeo invitado por unos diputados que se llaman a sí mismos "Amigos del Pueblo Vasco", lo cual no deja de ser un insulto para todos los ciudadanos vascos perseguidos e incluso eliminados por la banda de la que su invitado forma parte. Y ha hablado cual lobo envuelto en piel de cordero, utilizando esa palabrería y retórica hueca que tanto gusta a los suyos y a los que desde la calculada equidistancia política ("a lo mejor necesitamos sus votos en el futuro...") buscan cualquier disculpa, cualquier coartada para ponerse de perfil.
Otegi es un avezado pervertidor del lenguaje. Y por eso en Bruselas (como hizo hace años en Anoeta, con la kufiya al cuello, citando la rama de olivo que llevaba Arafat en una mano y olvidando mencionar la pistola que llevaba en la otra) habló con trampas y para retorcer la verdad. Otegi habló del sufrimiento; pero no habló del sufrimiento para pedir perdón por el daño causado, para renegar de la historia de terror de ETA, para arrepentirse de sus actos y del dolor que su banda ha provocado a las viudas, huérfanos, hijos, padres... a todas la víctimas que ha dejado en el camino.
Ya no nos matan, ahora nos gobiernan; tampoco la mafia mata cuando la gente paga...
Otegi no habló del sufrimiento para prometer reparación anunciando que estaba dispuesto a colaborar con la Justicia para esclarecer los más de 300 crímenes que aún no han sido juzgados... No; Otegi habló del sufrimiento sólo para equiparar a las víctimas con los verdugos, solo para cumplir el guión de ETA y de todos sus cómplices y reescribir la historia equiparando a los inocentes con los asesinos. Habló para inocular el veneno de la desmemoria colectiva hasta que consigan que la historia dictamine que todos eran culpables. Todo siguiendo el viejo y perverso guión escrito mientras ETA mataba; no lo lograron entonces, pero no descartan conseguirlo ahora que han dejado de asesinar porque ya no lo necesitan. Ya no nos matan, ahora nos gobiernan; tampoco la mafia mata cuando la gente paga...
Creo que ante lo que está ocurriendo, ante este ejercicio de relativización de la verdad y de la dignidad de las víctimas de ETA, solo cabe resistir. Y repetir, una y mil veces, NO, no son iguales. Todos los verdugos, todos los terroristas, son culpables. Todas las víctimas, todas, son inocentes. Todos los terroristas, todos, son enemigos mortales de la democracia; todas las víctimas, todas, lo son porque fueron nuestros escudos, porque estorbaban a ETA, porque su voz, su dignidad, su propia presencia, hacía imposible el triunfo del terror.
Yo ya sé que ahora no se lleva hablar de estas cosas. Que ahora parece que toca pasar página, hablar de perdón, de diálogo, de superación de la historia... Yo ya sé que este discurso de radicalismo democrático resulta antipático, porque la mayoría silenciosa es eso, silenciosa; y porque la minoría que manda está, de una u otra manera, en el enjuague. Pero mientras yo pueda hablar o publicar en algún lugar seguiré proclamando que es una vergüenza que la sociedad española no reaccione escandalizada ante actos de tanta indignidad como este.
Sin gente como Otegi, ETA no hubiera podido perpetrar los centenares de crímenes que acumula
Lo único que podemos hacer es seguir denunciando a los tibios (¿por qué ningún socialista español ha firmado la carta que Maite Pagaza y Teresa Jiménez-Becerril enviaron al presidente del Parlamento Europeo?); seguir apelando a la conciencia íntima de la buena gente que confunde paz con que le dejen en paz; seguir recordando, alto y claro, por mucho que moleste, que todas las víctimas son inocentes y todos los verdugos/terroristas son culpables.
Es imprescindible seguir haciendo pedagogía y recordar que, sin gente como Otegi, ETA no hubiera podido perpetrar los centenares de crímenes que ha cometido; y que sin gente como Otegi, predicadores del terror, los miles de exilados vascos seguirían viviendo en su, nuestra, tierra. Y es de justicia seguir rindiendo homenaje a todos los hombres y mujeres que con su valor, su sufrimiento, su tesón, su ejemplo y su dignidad impidieron que ETA destruyera la democracia.
Así que esta es la tarea que nos queda por hacer. Parafraseando a Benedetti, afortunadamente yo soy un caso perdido. Por eso prometo que en todo lo que tenga que ver con la dignidad de las víctimas, con su memoria y con la justicia, seguiré siendo radicalmente parcial.