Aún no se han convocado oficialmente las elecciones del 26-J y ya se le han revuelto las listas y el partido a Pedro Sánchez. Y eso que desde el momento en que decidió presentar su candidatura para ser investido presidente del Gobierno supo gestionar con inteligencia los fallos de Mariano Rajoy y de Pablo Iglesias; particularmente, la inacción del primero y los excesos del segundo. Así lo han reflejado las encuestas.
Sin embargo, las deserciones por sorpresa y con pocas horas de diferencia de Carme Chacón y de Irene Lozano han avivado las guerras internas y la incertidumbre en el seno del PSOE. Las dos bajas se producen en un momento clave, cuando el comité federal del partido está a punto de abrir el periodo de dos semanas para presentar candidatos a las primarias, aun cuando, a priori, no se prevé que Sánchez tenga contrincantes.
Chacón y Lozano
El anuncio de la marcha de Chacón y Lozano se produce inmediatamente después de que la dirección socialista hubiera anunciado su intención de que las próximas listas fueran las mismas que se inscribieron en el BOE con ocasión del 20-D. Los hechos han desbaratado los propósitos de Sánchez, dejándolo en evidencia. Pero además plantean una pregunta incómoda en el partido: ¿Qué razón hay para presentar las mismas listasen circunscripciones como la de Madrid, donde los socialistas quedaron en un sonrojante cuarto puesto, por detrás de PP, Podemos y Ciudadanos, y cuando una más que probable alianza Podemos-IU amenaza con abrir aún más las diferencias en algunas provincias?
En el caso de Chacón, el asunto es grave. Primero porque no ha disimulado su malestar al decir que había "motivos políticos" en su decisión. Pero también porque ha desvelado que decidió dar ese paso hace un mes, y que lo había consultado con Zapatero, manteniendo a Sánchez al margen todo este tiempo. El expresidente del Gobierno, que no tiene precisamente una relación fluida con el secretario general, ha mostrado siempre sus simpatías por Susana Díaz.
Barcelona y el PSC
La baja de Chacón tiene además consecuencias en la lista de Barcelona y en el PSC, donde los equilibrios con el PSOE han venido siendo muy complicados por el sesgo nacionalista de algunos de sus dirigentes. Todo apunta a que Meritxell Batet, que ocupó el segundo puesto en la lista que encabezó Sánchez por Madrid, podría sustituir a la exministra, pero ni tiene la autoridad interna de ésta ni su popularidad. Así pues, el voto socialista podría resentirse, y hay que recordar que en la provincia de Barcelona el PSOE también quedó en cuarta posición el 20-D, y con apenas un millar de votos por encima de Ciudadanos.
La salida de Irene Lozano tiene menor repercusión directa: su fichaje fue un capricho de Sánchez que cayó como una bomba entre la militancia por las críticas que ésta dedicó a los socialistas durante la legislatura anterior cuando era diputada de UPyD. Sin embargo, su marcha tiene la derivada de reabrir el melón de la lista de Madrid. Susana Díaz ha empezado a presionar este jueves al manifestar que Eduardo Madina, que no obtuvo acta de diputado al ir en la séptima plaza, es "un lujo" del cual el PSOE "no puede prescindir".
Errores de bulto
Los problemas sobrevenidos en las listas se unen a los últimos errores de bulto que ha encadenado Sánchez. El líder del PSOE se equivocó al acoger con entusiasmo la propuesta in extremis de Compromís, y volvió a equivocarse al reconocer públicamente que se había "equivocado" al llamar "indecente" a Rajoy en el debate televisivo previo a los anteriores comicios. Sin embargo, fue su audacia en ese cara a cara lo que frenó su caída y permitió al PSOE mantener con holgura la segunda plaza.
Las turbulencias en el PSOE vuelven a poner a Sánchez en el centro de la diana y lo debilitan como candidato frente a sus competidores Rajoy, Iglesias y Rivera. Es cierto que el líder del PSOE, partiendo de una situación de fragilidad manifiesta, ha sabido reponerse haciendo muchas veces de la necesidad, virtud. Sánchez ha ido superando las pruebas a trancas y barrancas. Ahora se enfrenta al examen final.