Foxconn, el mayor fabricante mundial de componentes electrónicos y mayor exportador de China, anuncia la sustitución de sesenta mil trabajadores de las cadenas de ensamblaje de una de sus fábricas, por robots. La reducción de la plantilla en esa factoría, de 110.000 a 50.000 personas, es una gota en su ejército de 1.3 millones de trabajadores, pero sin duda se extenderá al resto de China.
Ya no hablamos de futuro, hablamos de hoy. Y China no está sola en esto. En el mundo, las ventas de robots industriales crecen con fuerza, sustituyendo a trabajadores en todos los ámbitos, sea poniendo cafés, moviendo objetos en un almacén o haciendo hamburguesas. Todo aquello que suponga secuencias manuales repetibles puede ser automatizado, y un robot es infinitamente más barato y predecible: no se cansa, no se distrae, no comete errores, no se pone en huelga, no se desmotiva, no protesta...
Pero la cuestión va mucho más allá, y afecta al concepto de robot: quien piense en un robot simplemente como un eficiente autómata, se equivoca. Ese concepto está ya completamente trasnochado: los robots industriales se han dotado de cerebros capaces de pensar autónomamente, de aprender mediante machine learning. Son sensibles: calculan en tiempo real la cantidad exacta de presión que hay que aplicar a una pieza y se detienen al sentir el clic que denota que está perfectamente ensamblada, en lugar de aplicar mecánicamente una presión programada.
Pero el aprendizaje no se limita a lo manual. Si creías que los sustituidos iban a ser únicamente trabajadores manuales, echa un ojo a lo que viene: los gestores de fondos de inversión robóticos mueven ya más de 400,000 millones de dólares. Un profesor de Georgia Tech ha sustituido a su teaching assistant por un robot que respondía las preguntas de sus estudiantes y que fue capaz de pasar por humano (y de convertirse en candidato al premio a mejor teaching assistant) durante los seis meses que duró el curso. Y un bufete de abogados ha contratado a Ross, un abogado... que es en realidad una inteligencia artificial. Pronto, nos sustituirán hasta en el sexo.
China dice que la sustitución no destruirá puestos de trabajo, que solo elimina tareas repetitivas y que formará a sus trabajadores para llevar a cabo otros trabajos más sofisticados. Que los robots no solo eliminarán puestos, sino que también los crearán, y que esa creación será la clave de su competitividad futura. Si un robot puede hacerlo, es absurdo que lo haga un humano. Como supuestamente dice la maldición china... ¡vamos a vivir tiempos interesantes!