Mientras buena parte del mundo vibraba con la final de la Champions League, un grupo de hombres armados irrumpía en un café de la ciudad iraquí de Al Maqdadiya, en la provincia de Diyala, asesinando a 12 aficionados del Real Madrid. Dos semanas antes había golpeado en otra peña de la ciudad de Balad.
Llama la atención que en plena guerra civil en Siria e Irak y con los grandes avances que está obteniendo el ejército iraquí -en las puertas ya de Faluya- el Estado Islámico emplee tiempo y recursos en atacar a un grupo de aficionados que sigue un partido disputado a miles de kilómetros en el que, además, no juega ningún iraquí. Por ello, cabe plantearse qué es lo que lleva a un grupo terrorista como el Estado Islámico a cometer este tipo de atentados. La repuesta no es sencilla y responde a varias causas.
Para el yihadismo, el ocio, el deporte y la diversión en general son una aberración con la que hay que terminar
Desde los años 90 el ocio se ha convertido en uno de los principales objetivos de los grupos islamistas. A todos nos viene a la cabeza el atentado contra un grupo de turistas -mayoritariamente alemanes- en las pirámides de Luxor (Egipto) en el que murieron 67 personas. Esa pauta de conducta se ha venido repitiendo en los últimos veinte años en los principales centros turísticos o de ocio del mundo árabe musulmán, aunque también occidental.
Lamentablemente podemos recordar muchos más casos, como el ataque al museo del Bardo en Túnez (2015), a la Sala Bataclan en París (2015) o a la discoteca de Bali (2004). Todas estas tragedias nos muestran que para el terrorismo yihadista-salafista el turismo, el ocio, el deporte y la diversión en general son una aberración con la que hay que terminar.
El fútbol no es una actividad prohibida por el Islam, como puede verse en los casos de Arabia Saudí o Qatar
Sin embargo, todos estos casos son atentados terroristas cuyas potenciales víctimas eran occidentales que trataban de disfrutar de su tiempo libre. El caso de los aficionados madridistas que disfrutaban de la final de la Champions parece escapar a esta lógica macabra. Al contrario de lo que ocurría en Túnez, e París o en Bali, los asesinados no pertenecían a otra religión, ya que todos eran musulmanes.
Por otra parte, el fútbol no es una actividad prohibida por el Islam, ya que en Estados musulmanes como Arabia Saudí o Qatar, donde se aplica una interpretación rigurosa del Islam, el fútbol no sólo no está vetado sino que es promovido por sus gobiernos y es muy popular entre la población. De hecho, muchos clubes europeos como el Real Madrid, el Barcelona, el Arsenal o el PSG llevan o han llevado en sus camisetas publicidad de estados árabes.
La estrategia de atacar a musulmanes rompió las relaciones entre el Estado Islámico y su matriz: Al Qaeda
Analicemos pues las particularidades de estos últimos atentados con mayor detenimiento. Desde hace algunos años, sobre todo en Irak, los grupos terroristas han comenzado a asesinar a musulmanes que no siguen una interpretación rigorista del Islam. Si bien es cierto que los kafir (infieles) ya eran foco de sus ataques, no lo es menos que en 2004 se tomó la decisión de convertirlos en objetivo prioritario, de forma masiva y global.
En buena medida la estrategia de atacar a musulmanes que se salen de esa interpretación radical del Islam fue uno de los elementos que enfrió, y posteriormente rompió, las relaciones entre Al Qaeda en Irak -posteriormente Estado Islámico- y su matriz: Al Qaeda.
Se han pronunciado fetuas que exigen sustituir términos como "penalti" por considerarlos heréticos
Por otra parte, desde los años 80 han proliferado fetuas (pronunciamientos legales) contrarias al fútbol. En 2005, Arabia Saudita llegó a publicar en el periódico Al Watan un artículo resumiendo las fetuas más disparatadas, que tenían un punto en común: alterar las reglas del fútbol por considerarlas contrarias al Islam.
Entre las exigencias más sorprendentes que Riad denunciaba encontramos la de cambiar términos heréticos como "falta", "penalti" y "gol", o la de añadir o quitar a un futbolista para evitar que jueguen 11 contra 11, con el argumento de que ese número es sagrado. Las autoridades saudíes criticaron esas disposiciones asegurando que las fetuas no son algo con lo que frivolizar y que, en consecuencia, debería hacerse un uso más riguroso de ellas.
El fútbol se ha convertido en uno de los objetivos del yihadismo, que lo ve como un enemigo del Islam
El Estado Islámico, que tiene en Arabia Saudita a uno de sus principales enemigos, ha echo oídos sordos a esas consideraciones. Ya en la misma proclamación del Califato, los yihadistas incluyeron fetuas contra el fútbol. Desde entonces no han faltado atentados contra este deporte, pero aunque el más conocido sea el del Stade de France, en París, el mayor número de acciones han tenido lugar en Irak.
Eso explica que ya sean dos las peñas madridistas atacadas en apenas 15 días. Pero cabría recordar, por ejemplo, que el pasado mes de marzo, en un partido celebrado en la ciudad de Iskandariya, un suicida cargado de explosivos atentó en plena entrega de trofeos y mató a 32 personas, muchas de ellas niños. Es decir, que el fútbol se ha convertido en uno de los principales objetivos del Estado Islámico por considerarlo una actividad herética. Además, por su repercusión, funciona como amplificador de las acciones terroristas.
Irak ha dejado de estar en la agenda internacional y el Estado Islámico trata de evitar que eso suceda
Pero hay ocasiones en las que los yihadistas buscan refocalizar la atención sobre sus causas, que a veces se difuminan por el paso del tiempo o por la emergencia de actuar en otros frentes. Eso está también en el origen de los dos atentados contra aficionados madridistas en Irak.
La verdad es que Irak ha dejado de estar en la agenda internacional y el Estado Islámico trata de evitar que eso suceda. De ahí este tipo de ataques. Lamentando la irrecuperable pérdida de vidas humanas y asumiendo la tragedia que supone cualquier atentado, hay que decir que la Comunidad Internacional no puede ceder al chantaje terrorista y, como dice la canción, "show must go on", o sea, el espectáculo debe continuar.
*** Alberto Priego es director del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia de Comillas.