Hubo un tiempo en el que se evitaba nombrar a la bicha utilizando en su lugar la expresión de “los poderes fácticos”. Fue una manera de superstición con la que se hacía referencia al ejército. Entonces el miedo al contagio obligó a la gente a abrigarse con la piel de un lenguaje clandestino.
Al tratarse de estas cosas, el recuerdo siempre resulta tan fresco como un banco recién pintado. En aquella España que aún muerde la memoria, el ruido de sables sonaba tan cerca que alejaba al ciudadano del espacio discursivo. Por ello, bien puede afirmarse que cualquier tiempo pasado nunca fue mejor a este que ahora vivimos. Quien diga lo contrario, es que añora las cadenas. Grilletes de cuando España fue cortijo de Fuerzas Armadas que un mal día se levantaron contra el pueblo.
Resulta curioso observar cómo se nombraron patriotas los mismos que bañaron de sangre su propia tierra con la ayuda de tercios moros y aviación extranjera. Son las trampas de un lenguaje del que se sirvieron para decretar desigualdad, en nombre de una patria libre. El secuestro del lenguaje cuenta con la apropiación de todos los términos. De esta manera, utilizando el nombre de la solución para justificar el problema, se entrampaba todo el pensamiento discursivo que se presentase.
De aquella herencia armada todavía quedan elementos que no conciben que la guerra y la propiedad son asuntos artificiales con los que no se identifica la verdadera naturaleza del ser humano. Emiten señales con el complejo de los que no saben entonar ya que nunca apreciaron el silencio. No hay que extrañarse de ello. El actual jefe del estado fue a jurar cargo vestido conforme a su empleo de jefe militar. Son cosas que no pasan desapercibidas.
El sábado volvió a estar presente el silbido de la bicha, cuando homenajearon a las fuerzas armadas abucheando a una mujer que representa a la democracia y a su espacio discursivo. Luego está el tweet que encabeza esta pieza y que nos lleva a épocas no muy lejanas en las que la tierra fue sembrada con semilla de lenguaje cuartelero; tiempos de realidades en los que había que abrigarse bien pues con un libro en el bolsillo no se podían parar las balas.
Todavía quedan algunos que confunden la hombría con portar un arma de fuego. Son los que nunca aprenderán que el verdadero patriota es el que confunde los limites de su patria con los límites de la humanidad.