El temor a que la epidemia de Zika que azota Brasil desde febrero de 2015 pueda provocar una pandemia mundial imprevisible a partir de los Juegos Olímpicos de Río se ha convertido en motivo de inquietud añadida para las delegaciones de deportistas, los organizadores y la comunidad médica y científica internacional.
Si tenemos en cuenta que algunos países han decidido repartir preservativos entre sus deportistas para prevenir contagios sexuales, que otros concentrarán a sus equipos en zonas alejadas de la ciudad anfitriona, o que Corea del Sur se ha pertrechado de trajes antimosquitos, podemos hacernos una idea de hasta qué punto el miedo al Zika perturba ya el sueño olímpico.
Gasol y Belmonte
Deportistas de relumbrón como Pau Gasol -abanderado español en los Juegos de Londres-, su compañero en la NBA Carmelo Anthony, la tenista Serena Williams o la nadadora Mireia Belmonte son algunos de los atletas que dudan si estarán en Río para la inauguración de las Olimpiadas, el próximo 5 de agosto, después de que 160 científicos hayan alertado por carta a la Organización Mundial de la Salud (OMS) del riesgo que puede suponer celebrar un acontecimiento de estas características, en medio de una epidemia, y en un país con tan poca capacidad de respuesta en casos de emergencia sanitaria como Brasil.
Estos especialistas arguyen que la cepa del Zika, que puede provocar microcefalia y trastornos autoinmunes como el síndrome de Guillain-Barre en fetos de mujeres infectadas, podría mutar en regiones cálidas donde habita el mosquito portador, como África Central o India, dando vía libre a formas desconocidas de contagio. Hay que tener en cuenta que el Zika es una enfermedad cuyos efectos no son iguales en los 60 países donde está presente y que en Brasil ha demostrado una virulencia sin parangón.
12.500 millones
Los científicos díscolos piden aplazar las Olimpiadas o que se modifique su emplazamiento, dos pretensiones puede que razonables pero que supondrían una catástrofe a los organizadores y pondrían en riesgo la viabilidad y las posibilidades futuras de negocio de un evento deportivo de más de 12.500 millones de euros de presupuesto.
La OMS, y basándose en sus recomendaciones el Comité Olímpico Internacional (COI) y el organismo homólogo español (COE), han minusvalorado el aviso de estos científicos y han concluido que "no hay ninguna razón de salud pública para cancelar o posponer los Juegos Olímpicos". Consideran que ni la prevalencia de contagios en Brasil ni el medio millón de posibles visitantes esperados son motivos suficientes para paralizar una ciudad que cada año recibe a cinco millones de turistas.
Más dengue
La falta de claridad a la hora informar del Zika desde que se declaró la epidemia en Brasil y el hecho de durante meses ni siquiera se advirtiera del riesgo de transmisión sexual han estimulado más si cabe la polémica. También el modo en que la OMS ha dejado de lado su habitual alarmismo, pese a que los casos de dengue en Río -enfermedad causada por el mismo mosquito portador del Zika- se han disparado en lo que llevamos de año.
EL ESPAÑOL se ha puesto en contacto con algunos de los científicos firmantes de la carta, quienes además de denunciar que la OMS tiene un "conflicto de intereses" porque hace de consultor para el COI, no han dudado en tachar de "repugnante" que avale los Juegos de Río. No se debe permitir que el miedo degenere en alarmismo, pero la controversia es lo suficientemente seria como para no mirar hacia otro lado sin sopesarla.
Faltan cien días para la inauguración. Hay motivos sobrados para exigir un debate contrastado sobre el riesgo que puede suponer celebrar los Juegos en Río, posponerlos o modificar su emplazamiento. Ningunas Olimpiadas valen un problema global de salud.