Los vídeos electorales son el retrato de Dorian Gray de la campaña: resultan crudamente fascinantes cuando no desasosiegan. Como en el cuadro secreto de Wilde, los spots de los partidos concentran los defectos que quieren ocultarnos las maquilladoras. Por eso son útiles para conocer sus pasiones y querencias, magnitudes que no registran los barómetros del CIS pero que son cruciales porque no hay nada más racional que el sentimiento, que decían los muchachos del Sturm und Drang. La emoción define el marco y moviliza o retrae el voto: recordemos la pájara de Rivera o la remontada de Iglesias en la última campaña.
Los vídeos son elocuentes porque los partidos se retratan en el sotanillo de los guiones y de la técnica, confundidos en sus personajes como heterónimos de los presidenciables. En la sobriedad apocalíptica de los tres planos en los que Rajoy advierte sobre la "alternativa extremista que se asoma como un disolvente de todo lo bueno"; en el reponedor que afea al haragán en el bar de Ciudadanos; en la renuencia a cambiar el género a dos clientas estafadas del comerciante en paños del PSOE y en la ambición épica del vídeo de Podemos respiran los candidatos.
Del vídeo del PSOE poco hay que decir después de que el sector se haya sentido ofendido por la representación del tendero llamado Mariano. El spot de Ciudadanos rezuma un prejuicio casposo hacia los simpatizantes de Podemos que ha sido muy criticado.
El vídeo de precampaña del PP, tosco pero eficaz, trató de determinar un tono dicotómico y milenarista que Podemos ha combatido con hábil optimismo. Un Rajoy rudimentario y sin corbata pedía disculpas por tener que repetir las elecciones y alertaba, al trasluz de los ventanales de Moncloa, que el 26-J la disyuntiva es PP o caos.
En su réplica, Podemos sitúa al espectador en una disyuntiva muy distinta, a su gusto, según la cual el PSOE asume que debe apoyar un "Gobierno de progreso" presidido por Iglesias... ¡y el PP decide regenerarse! El vídeo es tan bueno como esa destilación de la transversalidad que supone la ikeización de su programa.
Lo fascinante es que refuerza un mensaje de entusiasmo a partir de una apelación muy sugestiva a no pensar demasiado el voto, que si gana Podemos "no hierven los lagos, ni se abre la tierra, ni el fútbol deja de ser el deporte nacional, ni el perro el mejor amigo del hombre". Madres e hijos se emocionan, la abuelita de los años bárbaros se toca la alianza y mira su foto de boda en blanco y negro, y todos los persponajes rezuman una expectante serenidad: Heidi o La Casa de la Pradera con la voz en off de un rojazo amable como José Sacristán.
La apereza del spot del PP y la desconfianza hacia los políticos que se respira en la tasca de Ciudadanos no resiste una comparación con la alegría contenida del vídeo de Podemos, que ya gana la batalla de la propaganda. Pero un cosa es el mundo y otra su representación. Dorian Gray, bello por fuera, no lo hubiera hecho mejor.