El asesinato de 50 personas en una discoteca gay de Orlando a manos de un norteamericano de origen afgano ha conmocionado al mundo. El asesino, que fue abatido en un tiroteo en el que otro medio centenar de personas resultaron heridas, llamó a un teléfono de emergencias y juró "lealtad" al dirigente terrorista Al Bagdadi antes de atrincherarse en el local con un subfusil y una pistola. El FBI pensó inmediatamente en un nuevo golpe del Estado Islámico en suelo estadounidense.
En 2012 un terrorista acabó con la vida de 12 personas en un cine en Colorado y el año pasado otro asesinó a sangre fría a nueve feligreses en una iglesia en Charleston, por lo que en modo alguno se puede descartar la hipótesis de un lobo solitario. Es más, en principio se barajó la posibilidad de que el criminal llevara consigo un cinturón explosivo, como suelen hacer los terroristas y, de hecho, el también denominado Daesh reivindicó la masacre horas más tarde a través de Al Yazira. Pero no es la única línea de investigación abierta.
Maltratador homófobo
El asesino, un maltratador musulmán no especialmente religioso -según explicó su familia- odiaba a los homosexuales, lo que obliga al FBI a barajar también la hipótesis de que el ataque no haya sido ordenado ni instigado por este grupo yihadista, sino que tenga una motivación genuinamente homófoba.
No se puede descartar que el Estado Islámico se atribuya la autoría intelectual de la masacre con fines propagandísticos sin haber tenido nada que ver en ella. En cualquier caso, hay motivos fundados para mantener ambas líneas de trabajo, ya que la inspiración fundamentalista, sin mediación directa del Estado Islámico, podría estar en el origen de este ataque homófobo.
Males contiguos
El islamismo radical y la homofobia son males contiguos que, en un país con una facilidad de acceso a las armas como EEUU, puede constituir un cóctel letal. La reflexión es pertinente porque el islam fundamentalista constituye un fanatismo muy cruel con los homosexuales, como prueban las ejecuciones sumarias en teocracias musulmanas como la iraní o las penas y la represión a las que se enfrentan los homosexuales en países islámicos.
El riesgo de atentado es alto en todo Occidente y es evidente que la estrategia criminal del Estado Islámico pasa por exportar la yihad. En los atentados de París contra la Sala Bataclan, en la que un comando terrorista se atrincheró y ametralló hasta la muerte a 130 personas, el Estado Islámico dirigió su ataque contra lo que consideraba un símbolo del hedonismo de Occidente.
En la matanza de Orlando, con mediación directa o sólo por sugestión del credo criminal yihadista, pero con una base principalmente homófoba, el objetivo del ataque vuelve a ser un lugar de ocio, en este caso dirigido al colectivo gay. Los asesinatos de Orlando constituyen la cosecha criminal de la misma expresión del odio a la libertad del individuo.