Decía el otro día el actor Juan Diego Botto que el éxito de Podemos es digno de reflexión teniendo en cuenta que el partido de Pablo Iglesias tiene en contra “la línea editorial de toda la prensa escrita”. Entiendo que Botto se refería a la prensa analógica, la de papel, pero le vamos a perdonar el anacronismo de asimilar “escritura” a “papel” en un momento en el que hasta los tuits con los que los adolescentes reclaman más y mejor educación, es decir gratis, eterna y facilita, se escriben con faltas de ortografía.

Está claro que Botto no lee eldiario.es, Público, infolibre.es, CTXT o elplural.com. Está claro que Botto desconoce que las colas más largas de la Feria del Libro de Madrid han sido este año las que se formaban en los puestos donde firmaban los youtubers de moda. Y está claro, finalmente, que Botto no se ha dado cuenta de que toda “la línea editorial de la prensa escrita” junta no pesa lo que un solo minuto de Antonio García Ferreras en La Sexta o lo que el 1% de los bots de Podemos en las redes sociales.

Está claro, en fin, que Botto no sabe que la vieja división entre izquierda y derecha ha quedado completamente desfasada por la aparición de una nueva falla política: la que separa a aquellos que leen de aquellos que ven la televisión. Entendiendo por “televisión” la vieja televisión pero sobre todo internet y las redes sociales, esas factorías de estímulos facilones, efímeros y banales que tienen de “herramienta imparcial” lo que yo de bombero torero.

A esto me respondía alguien hace unos días que las televisiones abren sus informativos a diario con noticias de Venezuela y Maduro. Como si a Podemos le hiciera el más mínimo rasguño su veneración por los autócratas venezolanos, o sus ligámenes con la teocracia iraní, o sus abrazos con Otegi y los sectores más carpetovetónicos de las nuevas izquierdas regresivas, esas que proponen el decrecimiento económico como método de crecimiento económico. Como si a Donald Trump le restaran un solo voto sus salidas de tiesto. Como si a los abducidos por una secta se les convenciera de su irracionalidad apelando a la realidad. La palabra “Venezuela” es la campana del perro de Pávlov para los votantes de Podemos. Una más de las docenas con las que los periodistas que las esgrimen sólo consiguen lo contrario de lo que pretenden.

Nadie se acuerda ya, en resumen, de los tiempos en que las portadas de los diarios ponían y quitaban presidentes. Ahora los ponen y quitan los memes. Que, por cierto, suelen aparecer de forma regular en las portadas de los diarios.

En realidad, no ha cambiado tanto la cosa.