La afición a la hípica de Iñigo Méndez de Vigo no es incompatible con una cartera en el Ministerio de Cultura y Deportes, pero sí que confiara el cuidado de sus caballos a un entrenador sancionado por dopar a los animales.
Nos encontramos en un momento de profundo debate en torno a la ética en el deporte y la alta competición que ha venido generado por hechos recientes, como la sentencia de la Operación Puerto o el escándalo del "dopaje de Estado" que dejará fuera de los Juegos de Río a buena parte de la delegación rusa. En tales circunstancias, no hay mayor incoherencia que seguir confiando la máxima autoridad deportiva del Estado a quien no tiene empacho en tener bajo su tutela a un tramposo por dopaje.
La falta de contundencia de España ante los casos de dopaje ha sido un asunto tan recurrente en la prensa internacional que muy probablemente fue la razón por la que fracasó la candidatura olímpica de Madrid. Ante el gran daño que ha causado el doping a la imagen de nuestro país, lo más oportuno a día de hoy es reclamar la marcha del ministro del Deporte.