La vida son matices. Sin ellos no distinguiríamos un crianza de un reserva, una sinfonía de Haydn de otra de Beethoven. Sólo habría vino y música, a granel.
Lo opuesto al refinamiento es el brochazo, la generalización, el llamar "chinos" a todos los orientales o considerar paella al arroz que te sirven en cualquier chiringuito.
No profundizar, quedarse en la superficie de las cosas, es lo que lleva a Otegi a definirse como "aficionado de la Real" y "una persona normal".
Diría, pues, que una de las características que hace más humano al hombre es la capacidad de destilar la realidad para extraer toda su riqueza de tonos. No puede haber verdadero conocimiento sin atender los detalles.
Ahora bien, hay ocasiones en las que buscar grados resulta contraproducente, porque equivale a desvirtuar la esencia, porque conduce al reduccionismo. Le ha ocurrido a Rivera al tratar de describir con la frialdad de un entomólogo qué cabe entender por "corrupción". Con el rasero que le ha quedado, Ciudadanos hubiera indultado hasta a Nixon, porque ni se enriqueció ni financió ilegalmente a su partido.
Sin matices, un verdugo puede presentarse ante sus paisanos como un hombre de paz. Matizando, matizando, podríamos llegar a la conclusión de que el PP es el hogar de las Hermanitas de la Caridad. Y tampoco es eso.