Las negociaciones con el PP se están convirtiendo en un trágala inadmisible para el partido de Albert Rivera. Si el martes Ciudadanos se prestaba a reconsiderar hasta el absurdo el concepto de "corrupción política", en razón de las alegaciones del PP -reacio a depurar a sus cargos imputados-, este miércoles tropezaba con la negativa del partido de Rajoy a aceptar los puntos claves de sus condiciones regeneracionistas.

El PP rechaza el desmantelamiento de las diputaciones provinciales para sufragar las medidas de rescate social que propone Ciudadanos; es renuente a reformar la Justicia con el fin de garantizar su independencia; apela a su autonomía como organización para no asumir las primarias; posterga cualquier compromiso concreto en materia de modificación electoral; se niega a transformar el Senado en una verdadera Cámara y no especifica su adhesión a la limitación de mandatos. Además, ni siquiera hay consenso en lo que refiere al momento en el que debe activarse el cumplimiento de los acuerdos adquiridos. 

Ingenuidad

Ciudadanos está pagando el precio de su propia ingenuidad, pues debió presentar un escrito detallando sus seis condiciones de regeneración política y contra la corrupción en lugar de confiar en la buena voluntad de un presidente bajo sospecha como Mariano Rajoy. El partido naranja no puede permitirse el lujo de permanecer por más tiempo en una "legítima expectativa" -en clarificadora expresión de Juan Carlos Girauta- a la espera de si el equipo designado por Rajoy tiene a bien ponerle letra y plazos al preacuerdo de investidura genéricamente alcanzado hace una semana.

Los tiempos apremian y la imagen de Ciudadanos acusará el desgaste de su aproximación al PP si sus simpatizantes no entienden que el esfuerzo ha valido la pena. En este sentido, la especie de ultimátum lanzado por Girauta, cuando dijo que "el PP no puede pasar un día más diciendo que no a todo", debe convertirse en una línea infranqueable para Ciudadanos.

En retirada

Puede que el aviso de Girauta forme parte del teatrillo de las negociación, pero lo cierto es que, hasta ahora, ha sido el partido de Albert Rivera el que ha parecido rebajar sus reivindicaciones sin que allanarse continuamente le haya servido, en términos globales, para afianzar la idea de que puede confiar en el resultado del pacto. El mensaje que se lanza a la opinión pública es desastroso, pues parece que es Ciudadanos el que se deja arrastrar por el PP en lugar de servir para sanearlo.

Toda negociación exige cesiones por ambas partes, pero ha llegado el momento de que Ciudadanos plantee levantarse de la mesa si no consigue avances constatables en todas sus propuestas. En su pacto con el PSOE, Albert Rivera logró que Pedro Sánchez aceptara los compromisos que ahora le escatima Mariano Rajoy. Si el PP no cambia, Ciudadanos debe romper su preacuerdo de investidura.