La historia publicada por EL ESPAÑOL sobre Fumiko Negishi, la pintora japonesa que ha demandado al artista Antonio de Felipe declarándose la ejecutora material de muchos de sus cuadros, plantea el problema de hasta qué punto un artista puede utilizar a colaboradores dentro de un taller sin que esto desvirtúe la autoría de la obra. La acusación de Negishi, que afirma que De Felipe habría firmado, exhibido y/o vendido como suyos más de 200 cuadros de los que habría hecho a lo sumo un boceto, siembra dudas sobre quien es considerado el máximo representante actual del pop art español.
Recurrir a ayudantes de taller es muy habitual en el arte contemporáneo. Sin embargo, artistas como Jeff Koons, Damien Hirst o Manolo Valdés han hecho público desde el inicio de su actividad que cuentan con un equipo y, por tanto, el mercado sabe que son "directores de arte". Sin embargo, en sus 30 años de actividad, Antonio de Felipe ha insistido en mostrarse como "un artista de pico y pala" y ha mantenido oculta la existencia de ayudantes. La artista japonesa ha pedido que se permita un duelo artístico delante de un juez para determinar quién es realmente el pintor de las obras de De Felipe. Si esta situación se llegase a producir, nos encontraríamos ante un escenario de película: en concreto Big Eyes. Retrato de una mentira, de Tim Burton.
Al margen de que las acusaciones de Negishi sean confirmadas en instancias judiciales, el pintor valenciano no ha sido claro ni con el mercado ni con la opinión pública. Sus ayudantes no pueden considerarse por tanto auxiliares de taller, sino como se dice coloquialmente, "negros". La transparencia de los autores debería de ser obligada, para no defraudar a los amantes del arte y para no denigrar tampoco a los propios artistas auxiliares.