Es sintomático que la convocatoria de este 11 de Setembre el independentismo catalán haya reunido al menor número de personas de los últimos años, porque confirma que la gente ha empezado a cansarse de la movilización permanente y porque refleja que la división interna que se percibe en el seno del movimiento separatista ha hecho mella en la calle.
Hay que tener en cuenta que no era una Diada más, sino "la última" de una Cataluña como comunidad española -a decir de Junqueras- o la penúltima si hemos de hacer caso a los pronósticos del presidente Puigdemont, para quien, en 2017, esta fecha marcará el final de la unión con España y el inicio de la preparación de la nueva República catalana. Por eso los organizadores trataron de acercar los actos a la población, celebrándolos simultáneamente hasta en cinco puntos distintos de las cuatro provincias catalanas, y por eso el pinchazo resulta particularmente significativo.
El recurso a la calle
En cualquier caso, hayan sido 300.000 los asistentes a las marchas -según la estimación de Societat Civil Catalana- o algo menos de un millón -según los cálculos de las distintas guardias urbanas-, la realidad es que el independentismo sigue manteniendo un suelo todavía amplio en la sociedad catalana y que no hay que minimizar el problema.
Además, la Diada de este domingo ha servido para escenificar algo muy peligroso: el compromiso con la masa -desde luego, con esa parte de la población que exige romper con España- para saltarse la legalidad. En ese sentido, hubo alusiones directas a desobedecer al Tribunal Constitucional si, como todo parece, acaba inhabilitando a la presidenta del Parlamento catalán por dar curso al proceso soberanista. En el ánimo de quienes tomaron la palabra está la idea de respaldar a Forcadell para que, llegado el caso, siga presidiendo las sesiones de la Cámara y crear así una situación límite que pudiera devenir en conflicto de orden público.
El edificio del Estado
Los representantes del movimiento independentista pidieron a los dirigentes políticos en esta Diada que no les fallen y estos se comprometieron a no hacerlo. Así pues, el desafío sigue en pie y el Estado debe afrontarlo con serenidad y con firmeza.
De la misma forma que los separatistas han llamado a la unidad, los partidos políticos constitucionalistas deben actuar con responsabilidad en un momento como este. Porque somos más los españoles -incluidos los catalanes- que apostamos por la convivencia y el entendimiento, y porque el edificio del Estado -como bien refleja hoy Tómas Serrano en su viñeta- es de una envergadura muy superior a la frágil avioneta que representa la amenaza rupturista.