Sí. En La Mancha, cuya ciencia se basa en la experiencia, hay un dicho muy popular que se entona cada cuatro años cuando acontece el momento: “Año bisiesto, año siniestro”. No es ciencia exacta, pero suele acertar. En el Harvard de La Mancha que es Campo de Criptana se añade algo más: “Año bisiesto, ni viña ni huerto”. Y de cultivos, allí se sabe mucho.
Pedro Sánchez Pérez-Castejón nació en el año bisiesto de 1972. En el que estamos, 2016, también lo es. Por tanto, para ser ecuánimes en el juicio popular, tan nefasto puede ser para el futuro del PSOE el personaje nacido en año bisiesto –ya lo ha sido en el pasado reciente-, como para España el recién reelegido presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.
La despedida de Pedro Sánchez como diputado sonó a una canción que usted, querido lector, habrá escuchado decenas de veces en todo tipo de lugares y situaciones. También fue escrita en un año bisiesto, precisamente el mismo año en que nació el susodicho, en 1972. Seguramente sin ser consciente de ello, Pedro entonó tras renunciar al acta Un beso y una flor, la mítica canción interpretada por Nino Bravo y escrita por el genial José Luis Armenteros. Porque, examinemos la letra. Dice así: "Dejaré mi tierra por ti...". ¿Pero quién es ese por ti? ¿Mariano Rajoy? ¿Susana Díaz? O él mismo, ya que tantas veces confundimos el ti por el mí y lo tuyo por lo mío.
"Dejaré mi campo y me iré, lejos de aquí...". Tan lejos te irás, Pedro Sánchez, como te permita tu Peugeot 407 con el que, a partir del lunes, comenzará a recorrer los campos de España en su cruzada para ganar adeptos, para después “refundar el partido”, prometió.
"Me voy pero te juro que mañana volveré..." Así acaba la canción y así finalizó su intervención Pedro Sánchez, en un discurso en el Congreso de los diputados que puede constituir una pieza política para ser estudiada en el futuro, si le sale bien, o el canto del cisne que acabe llevándose por delante al intérprete y al propietario de la partitura, el Partido Socialista.
Todas las buenas actuaciones son pura impostura. Y Pedro Sánchez, además de apuesto, es un buen escenificador. No actuó cuando contuvo sus palabras y su respiración para no romper a sollozar (lo cual habría sido normal tras la olla a presión en la que ha estado metido), pero sí lo hizo en sus gestos de dolor al referirse a su sentimiento de desgarro interno por la decisión que acaba de adoptar: la renuncia del acta de diputado por Madrid.
¿Dolor? ¿Sensibilidad? Tan sensible no estuvo en el Comité Federal del 1 de octubre, en el que aun siendo secretario general del PSOE no movió un músculo, durante horas, mientras contemplaba la pelea fratricida entre quienes le defendían y quienes pedían votar para que dimitiera. Todo esto a sabiendas de que España seguía con estupor la guerra civil interna que se libraba en la sede de Ferraz por el órgano máximo del partido entre congresos.
“Año bisiesto, año siniestro”. ¿Lo será este para el PSOE, provocado por quien naciera en tal año o tal vez por quienes han decidido abstenerse para permitir a Mariano Rajoy su reelección como presidente del Gobierno? El futuro no se puede adivinar, pero no conviene olvidar el pasado para no dejarnos confundir por las buenas interpretaciones.
Los datos no avalan al buen actor: Pedro Sánchez ha sido un mal secretario general del PSOE y un peor candidato. En sólo dos años desde que fuera elegido líder del partido ha conseguido dividir a la formación y obtener los peores resultados para el PSOE desde la llegada de la democracia en 1977.
Tampoco dio grandes muestras de grandeza cuando relegó al puesto número 7 de la lista de Madrid a Eduardo Madina, al que ganó el congreso de 2014 por un 48% frente a un 36%. Ni fue grande al no plantearse la dimisión cuando, tras un malísimo resultado el 20 de diciembre, con 90 escaños (él mismo se quedó por detrás en Madrid del PP, de Podemos y de Ciudadanos), pasó a otro más terrible: 85 diputados en 26 de junio. Y, sin embargo, quería ser presidente del Gobierno. Y hubo quien le creyó, en otra prueba más de su capacidad interpretativa.
Por amor al partido, “porque no puedo fallar a mi partido, a los militantes y a los millones de votantes”, empieza de nuevo en política como un militante más “para refundar el PSOE”. Elegante, con su chaqueta de lino de color azul cálido, Sánchez interpretó su particular versión de Un beso y una flor, dirigida a los militantes y a los votantes, cada vez menos en ambos casos.
Sus aseveraciones dirigidas a la gestora socialista –no rompáis con el PSC, convocad un congreso extraordinario cuanto antes (más le vale a él), porque vuestra misión ha acabado ya…- recordaron al tono apocalíptico y persuasivo de otro gran intérprete de la canción política, Pablo Iglesias.
“Por amor al partido”, dijo Sánchez. “Me debo a la honra de mi patria y de mi país”, arguyó Iglesias en el debate investidura de esta semana. “Por amor a España”, prometió Rajoy. ¡Qué magnánimos son nuestros políticos! ¡Qué entrega por los demás! Puestos a citar, quedémonos con el manifiesto escrito por Miguel de Unamuno en su bienvenida a la II República: “Construyamos en el corazón de cada uno de nosotros esa grande España que más que madre será nuestra hija. No queramos que se bautice en sangre ni en fuego sino en la paz fecunda de nuestra labor de obreros de la ciudadanía”. Querer a tu país como se quiere desinteresadamente a una hija... Obreros de la ciudadanía... Este puente, más que releer el discurso de Sánchez hay que releer a Unamuno, y más que escuchar Un beso y una flor, pongamos la Tocata y fuga en re menor, BWV 565, de Bach. Parece lo mismo, pero no lo es.
¿Homenaje a Cataluña?
Sí. No sé por qué pero siempre que escucho al portavoz de ERC en el Congreso de los Diputados, Joan Tardá, pienso en el libro de George Orwell Homenaje a Cataluña, escrito en 1938. El tono pendenciero y amenazador de Tardá nos traslada a aquel año trágico del 36, “un año doloroso, enloquecido, enfermo, demencial y ofuscado”, escribe Cela en sus Memorias.
Tardá tiene una manera tan particular como disuasoria de entender el diálogo y la negociación: vamos a hablar, aunque para entendernos vamos a hacer lo que yo diga. “Referéndum o referéndum. O solución democrática pactada o solución democrática con la legalidad internacional. No cabe ninguna otra”, amenazó el jueves en el debate de investidura. Tardá convierte la palabra en un arma, y no cargada precisamente de futuro. Por personajes así, al menos aparentemente, Orwell se conjuró de por vida contra el comunismo pese a que vino a España en 1936, enrolándose en las Brigadas Internacionales, para combatir contra Franco. ¡Qué miedo, Tardá! ¡Qué Rufián!
Orwell, el autor de Rebelión en la granja, presenta su Homenaje a Cataluña con un proverbio bíblico: “No respondas al necio con una necedad, no sea que tú mismo te iguales a él. Responde al necio por su necedad, no sea que se tenga por sabio”. Un buen consejo para el día a día.