La decisión del Papa Francisco de conceder a todos los sacerdotes la facultad de perdonar a las mujeres que hayan abortado y que estén "arrepentidas" es congruente con un Apostolado decididamente progresista. Tras haber recordado que los divorciados son parte de la Iglesia y haber hecho gestos aperturistas hacia los católicos homosexuales, el Papa Bergoglio extiende ahora a las bases del clero la capacidad de absolver a las mujeres que aborten.
Según la Conferencia Episcopal, la medida es recibida con "alegría" porque facilita el perdón. Pero lo más importante es que la decisión papal ayuda a reforzar la conexión entre la Iglesia y la realidad social de los creyentes. De hecho, muchos sacerdotes venían dando ese perdón acogiéndose a protocolos de urgencia; esto es, concedían la absolución antes de informar al obispo apelando a la necesidad perentoria de redención de la penitente.
Es verdad que el aborto sigue siendo un "pecado grave" para la Iglesia porque "pone fin a una vida humana e inocente". Pero el cambio formal que implica la carta apostólica Misericordia et miseria supone un nuevo paso hacia la actualización evangélica.
El Papa es coherente con la tesis expuesta en su primera Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium, en la que admitía que la Iglesia "ha hecho muy poco por acompañar a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se presenta como una rápida solución a sus profundas angustias". Y ahora subraya la consideración del "pecado" del aborto como un "drama existencial" digno de misericordia. Pero además, con su gesto, se aproxima a las sociedades modernas en las que el Derecho positivo establece supuestos de despenalización y leyes de plazo.