Cuando Cayetano Martínez de Irujo recorrió la Andalucía profunda de la mano de los jornaleros sindicalistas andaluces, temblaron escudos de piedra, cristaleras nobiliarias y árboles genealógicos. Cañamero y Gordillo lo llamaron “el conde rojo”. Sin ser sospechoso de comunismo, con veintipocos, se arrimó a Julio Anguita en el tren. “Aprendí mucho, es un tío muy inteligente”. Entonces, un viejo aristócrata le reprendió en el andén: “¿Qué haces hablando con ése?”.
El Cayetano que se sienta a la mesa esta mañana es el del polo y los pantalones chinos, ha olvidado en el armario aquello de grande de España, duque de Arjona y conde de Salvatierra. Tampoco hay rastro de la lista de apellidos kilométricos, a veces impronunciables. De vez en cuando asoma algún gesto refinado, de palacio, pero lo borra con aquello de “yo llegué a las olimpiadas con un caballo alquilado”. Se confiesa relajado y resume como anécdota lo que otras veces ha enarbolado en defensa propia. Si el recuerdo rescatado lo merece, como aquel viaje sindicalista, se levanta de la silla y escenifica, incluso imita algún acento.
Cayetano Luis Martínez de Irujo y Fitz-James Stuart –ya sólo por el nombre fue difícil “romper barreras educacionales” – paladea las palabras. Desecha algunas, escoge, vuelve a lo anterior… Se acaba de descubrir tertuliano político y, como un niño chico, celebra: “Estoy aprendiendo mucho”. Porque el quinto hijo de la duquesa de Alba tiene algo de travieso, de periodista en la sombra. “Ahora os voy a contar, asalté a Pedro Sánchez en un avión, me puse al lado de Rajoy en el café para hacerle unas preguntas…”.
Tanto tiempo huyendo de la prensa… Ahora, justo al revés, sentado frente a una grabadora. ¿Qué ha cambiado?
Durante muchos años, la prensa del corazón y los paparazis me tuvieron revolcado. Era una lucha sin cuartel, me sentía indefenso ante la manipulación. Gracias a Dios, cuando volví a Madrid, y tras abandonar mi carrera deportiva, me asenté y empecé a encontrar mi sitio. Tomé el pulso a la realidad y logré salir de ese círculo. Cuando compites, estás en una burbuja. Ahora acepto y hago aquello que considero instructivo, positivo. Una entrevista tras nueve meses como comentarista político en Espejo Público, donde he aprendido mucho, me parece interesante.
Entonces, ¿dispuesto a ser jinete del apocalipsis electoral como tertuliano?
Sí, sí -se ríe-. El ciclo de la Transición se ha terminado. Entramos en una nueva era política y social. Veremos… Me da vértigo, me inquieta pensar que podamos entrar en una espiral que nos lleve a romper los cimientos del respeto y la convivencia. Espero que surja una nueva España, pero que conserve los pilares que nos han permitido convertirnos en una sociedad avanzada. El otro día un periodista me dijo que el humor está por encima del respeto. ¡No! ¡El respeto está por encima de todo, vengas de donde vengas! En cualquier caso, creo que todavía estamos lejos de Francia para arriba. Lo digo con conocimiento de causa. He vivido allí, en Holanda, en Bélgica…
¿A qué se refiere con que “estamos lejos”?
Mira los estibadores y los controladores aéreos, son el ejemplo perfecto. En Europa, eso se solucionó hace veinte años. En Francia, el debate político está más avanzado. Aquí todavía vivimos ese fin de ciclo. Estamos a punto de dar el salto. Lo que sucede en España suele ser espejo del país vecino, vale, pero no podemos convertirnos en lejana sombra y marchar hacia planteamientos que la Historia ha probado inútiles.
Los últimos dos años han sido muy intensos electoralmente. ¿Qué diferencia el criterio de un aristócrata del de un ciudadano corriente a la hora de votar?
Yo no soy un aristócrata al uso… Me ha costado cincuenta años encontrar mi sitio, aceptando y agradeciendo dónde he nacido. Fue muy complicado romper mis estructuras educacionales. El deporte me ayudó. Mis hermanos y yo somos la última generación de aristócratas educados para ser modelo social. Mis hijos ya no tienen nada que ver. Nos preparaban y nos financiaban para eso, nos colocaban en un carril con muy pocas salidas a escoger. Algunos, muy pocos, han conseguido romper el cerco, hacer la digestión y adaptarse a los tiempos. Creo que formo parte de ese grupo.
Pero, ¿cómo describiría el comportamiento electoral de aquellos aristócratas de palacio que se han quedado en la burbuja?
Supongo que seguirán prefiriendo la derecha más conservadora, lo que en su día fue Alianza Popular. La parte intermedia, los que se han adaptado silenciosamente, sufre el miedo que supone la caída de lo conocido, la irrupción de un nuevo sistema. Yo, por mi parte, intento vivir el momento, estoy abierto a nuevas opciones, trabajo en una composición de lugar, procuro estar informado. Uno de los partidos recientes me parece buena alternativa.
Supongo que habla de Ciudadanos.
Sí, me gustan mucho Ciudadanos y Albert Rivera. Creo que deben rellenar las estructuras. Ya te digo, me parece una alternativa francamente buena, sensata, fiable y coherente. Tienen sentido común.
Juguemos a política ficción. Si le llama Rivera y le pide integrar las listas de Ciudadanos, ¿qué le diría?
Me lo pensaría. Desde luego que me lo plantearía. Tendría que ser en un sitio determinado porque soy un tío muy fácil de atacar. Soy muy vulnerable por el hecho de haber nacido aquí, tendrían que escoger un sitio donde encajara y se me valorara por lo que yo sea capaz de hacer. Podemos romper estructuras, reinventarnos, pero no renegar de nuestros orígenes. La sombra del palacio te persigue toda la vida. Algo relacionado con lo internacional, con el deporte… Pero sí, me lo pensaría.
El 'caso Urdangarin'. A pesar de la condena, muchos ciudadanos se indignaron, dijeron que el hecho de que no esté en la cárcel demuestra que la ley no es igual para todos.
Es difícil responder… He escuchado muchas interpretaciones de la sentencia. Creo que las leyes españolas, en general, están poco desarrolladas. Eso da lugar a interpretaciones dispares. Por otro lado, el derecho a la intimidad y al honor no existen en este país. Las indemnizaciones a la víctima son ridículas, la calumnia no está suficientemente penada y la reiteración tampoco.
Comió un par de veces con Urdangarin. Lo definió como “osado”. Pasados los toros y vista la condena, ¿le sorprendió?
Me sorprendió que fuera tan osado. Una cosa es ser osado y otra sentirse impune. Si reúnes las dos características, no mides. Urdangarin es listo, pero no inteligente. Si lo fuera, se habría dado cuenta de los límites, a pesar de encontrarse en ese espacio de impunidad.
¿Cree que la monarquía es “espacio de impunidad”?
Hubo un periodo en el que sí que lo fue. En realidad, no de impunidad, sino tabú, se hacía como que no pasaba nada. A los paparazzis les preguntaba: ¿por qué a mí me matáis y a otros no? Le dije a Vasile: “No soy cantante, tampoco actor, simplemente deportista. Estáis empañando mi carrera”. Parecía un tío que montaba a caballo en el jardín. Soy aristócrata, vale, somos una familia importante, vale, pero respetadnos un poco, ¿no? Nunca he comerciado con mi condición, he rechazado fortunas a pesar de tener hipotecas, como todo el mundo. No quise un cheque en blanco por mi boda, tampoco cien millones de pesetas por el bautizo de mis hijos. Cuando veo que la gente vende sus bodas por 80.000 euros, alucino. Aún así me mataban, ¿qué he hecho? ¿Nacer aquí? ¿Sólo eso? La monarquía se hizo un coto intocable. Estoy de acuerdo con que se haya abierto la veda.
¿Condenas como la de Urdangarin desprestigian el estamento nobiliario?
No. Todavía está por ver qué pasa con Urdangarin. Volvemos a lo de las interpretaciones legales. Creo que hay que mejorar el sistema. Lo normal es que cumpla lo que se merezca.
¿Qué nota le pone a Felipe VI como rey?
Un ocho. Lo conozco desde muy pequeño, aunque no hemos convivido mucho. Junto a la familia real inglesa, teníamos al príncipe más preparado del mundo. Es una combinación de lo mejor de su padre y de su madre. Creo que ha interpretado bien la situación, es un hombre equilibrado, en todos los sentidos. Siempre creí en él.
¿Cree que España es un país mayoritariamente monárquico?
No sé si quedan muchos monárquicos tradicionalmente convencidos. Yo, por ejemplo, soy más pragmático, abierto a qué es lo mejor, si el monarca me gusta, lo digo; si no, también. Dependerá de él que España siga siendo monárquica.
¿Le hubiera gustado un referéndum entre monarquía y república tras la abdicación de Juan Carlos I?
No. Felipe se ganó una oportunidad, también por la enorme estabilidad que sus padres dieron al país en momentos muy delicados.
Hablando de referéndums. ¿Qué me dice de Cataluña?
Es un delirio desbocado. Al ser humano le cuesta una barbaridad mirarse al espejo y darse cuenta de que es una gota de agua en la catarata del universo. La clase política catalana ha perdido el norte por culpa de una borrachera de poder.
¿Cómo le gustaría que respondiera el Gobierno español?
No sé, no conozco bien los mecanismos de los que dispone, no puedo contestarte. Estoy perplejo, alucinado, abochornado. No entiendo cómo una parte de España tan cosmopolita, inteligente y avanzada ha entrado en esta dinámica por puro delirio de poder.
Si cenara con Puigdemont, ¿qué le diría?
Le miraría a los ojos, así, de cerca. Intentaría ver qué hay detrás de él. Me acuerdo de Artur Mas. La primera vez que lo vi, pensé: “Este tío, cuando lo nombren presidente, llamará a Obama y le dirá que ya le avisará cuando pueda recibirle”. Luego, en una cena en la que coincidimos, confirmé mi primera impresión. Mas estaba levitando, se sentía presidente de no sé qué, Cataluña se le quedaba pequeña. A Puigdemont no lo veo así, pero le han puesto ahí para que continúe con la deriva independentista. Me encantaría mirarle a los ojos y poder juzgar su delirio.
Con Rajoy sí que ha compartido mantel.
Le invité a cenar al palacio de Liria. Me cayó muy bien, me pareció honesto, no dudo de él, creo que es un buen gestor. Eso sí, me sorprendió su tranquilidad, afronta todo con eso que en los medios llaman “la pachorra de Rajoy”.
¿Con la corrupción ha tenido esa “pachorra”?
Sí, a veces de forma excesiva, y creo que le ha hecho mucho daño, porque es una persona honesta. Le dejaron una España al borde de la intervención y la ha sacado adelante, pero creo que no ha dado importancia suficiente a algunos temas. Creo que, en ocasiones, su entorno ha pecado de prepotencia.
¿Dudó de su honestidad cuando se conocieron los SMS a Bárcenas?
Eso le puede pasar a cualquiera, ahora todos tenemos cuidado. Muchas veces mandas mensajes sin pararte a pensar… Creo que fue un error mínimo que se convirtió en una gran causa por el curso de los acontecimientos.
Rajoy le contó que dormía como un lirón, ¿verdad?
Me quedé acojonado. Aproveché la hora del café y me senté a su lado. Ya te digo, me cayó muy simpático. Entonces, yo estaba gestionando la casa, le expliqué que dormía fatal. Si a mí me ocurría, pensé que él, con lo que supone un país entero, sería más insomne. ¡Qué va! Me respondió que dormía divinamente: “A las ocho de la tarde desconecto. Hombre, si cae la mundial, me avisan. Si no, hasta el día siguiente. ¿Para qué te vas a quemar?” ¡Es un fenómeno! Lo decía totalmente en serio.
¿Con la victoria de Pedro Sánchez duerme peor?
No le ha afectado lo más mínimo. ¡Ni se ha inmutado! Está con sus políticas, sus presupuestos…
¿Alguna vez le ha podido hacer a Sánchez esa mirada del tigre que le gustaría emplear con Puigdemont?
Un día me lo encontré. Fui a Murcia y coincidimos en los dos aviones. Por la mañana, le vi a través de la ventanilla. A la vuelta, yo iba delante, pasó al lado y me saludó. Luego fui al baño. Como había un asiento vacío justo delante de él, me senté y me puse a hacerle preguntas. Soy muy curioso. Sánchez estaba bastante cortado, se quedó descolocado. Me suscita incertidumbre, no sabría cómo catalogarlo. Creo que si intenta asaltar Moncloa con rapidez, se equivocará.
¿Usted es más de Susana?
De ninguno de los dos. Susana Díaz es el único cargo político que no me ha recibido. No la entiendo. Hago negocios en Andalucía, siempre he buscado colaborar, no suelo cerrarme en banda, pero nunca me ha recibido. Ella intentó visitar a mi madre el último año antes de que muriera, no fue posible porque ya estaba fatal de salud. No sé si ha podido interpretar que yo tuve algo que ver con que ese encuentro no se produjera. No tengo ni idea, no la entiendo.
¿Ya se ha reconciliado con los jornaleros andaluces? Aquello levantó muchas ampollas.
Mantuve varias reuniones con Cañamero y los sindicalistas jornaleros. Acordamos que yo presentaría, porque así me lo pidieron, un proyecto suyo al Ministerio de Defensa. Cuando salí, les llamé y les dije: “Misión cumplida”. Creo que Morenés ni siquiera les respondió, quizá por eso asaltaron la finca de Las Turquillas. Después de aquello, Cañamero me dijo que había cumplido con mi palabra, que me respetaba. Yo a él también le respeto. Me parece una persona inteligente, coherente, no estoy de acuerdo en absoluto, pero es muy capaz. Aprendí mucho de aquellas tres reuniones. Imagínate, íbamos en el coche Cañamero, Sánchez-Gordillo, dos técnicos y yo.
¡Le llamaron el conde rojo!
Tras la primera reunión en mi finca, ante la prensa, donde me disculpé, me explicaron su interpretación de las subvenciones. Al levantarnos, me dijo: “A partir de ahora eres el conde rojo”.
¿Es imposible que un aristócrata sea de Podemos?
Sería incoherente. Me parece un partido inteligente, que se irá encauzando. Pero no puedes haber vivido de una manera para luego renegar de tus orígenes, yo me he reencontrado, pero sin renunciar a mi raíz, a pesar de haber roto, como he comentado, esas barreras educacionales.
Dijo en la tele ser errejonista. ¿Bromeaba?
En varias ocasiones, cuando salió él hablando, dije que me gustaba. Ahora, mis compañeros de tertulia se ríen y dicen que soy errejonista. Lo prefiero a Iglesias, al que veo demasiado autoritario, es la figura de los líderes comunistas de la Historia. Muy duro para estos tiempos, sinceramente. Los dos son muy inteligentes, pero Errejón se ha adaptado a la democracia y a la nueva sociedad que está en camino.
Cuando Podemos dio la sorpresa en las elecciones europeas, salió a relucir la campaña de la casta. ¿Usted se siente prototipo de “casta”?
En absoluto. He nacido en un sitio donde me han inculcado unas responsabilidades brutales que no he entendido. Nunca me han regalado nada. Reconozco, sería ingenuo no hacerlo, que siempre he tenido las espaldas cubiertas. Hay mucha gente que no las tiene. Pero yo me tuve que reinventar, hice mi propia carrera con el deporte. No he participado en ninguna trama económica o de poder. Llegué a las olimpiadas con un caballo alquilado.
Usted acoge en su finca a una familia siria. Le acusaron de hacer demagogia con eso, de querer lavar su imagen.
Es absurdo. En Cuatro se enteraron cuando esta familia llevaba conmigo casi un año. Me preguntaron y confirmé la información que ellos tenían. Una cosa es que no me publicite, pero no lo voy a ocultar. Estoy muy implicado con el tema de los refugiados. A raíz de mi experiencia, varios empresarios han acudido a preguntarme cómo pueden colaborar, qué cauces existen para acoger a estas personas. Me he reunido con Inmigración y con Exteriores, estamos viendo cómo diseñar un método que permita a los interesados poner casas y dinero. La situación es muy grave.
¿Cómo evalúa la gestión que hace el Gobierno de la crisis de refugiados?
Muy insuficiente, aunque en mi última visita a Inmigración encontré las cosas mejor de lo que esperaba. No estábamos preparados para acoger una avalancha de estas características, nos ha pillado en crisis, con una situación política convulsa. No hemos cumplido, pero ahora se están haciendo esfuerzos por ponerse al día de los cupos prometidos.
Hay quien dice que la acogida de los refugiados puede convertirse en el caballo de Troya de los yihadistas para entrar en Occidente.
Eso es una tontería. En todos los sitios hay delincuentes, mejores y peores personas. Es cierto, puede haber algún yihadista en ese proceso, habrá que trabajar para evitarlo, pero eso no puede suponer que nos crucemos de brazos y dejemos a la gente morir en el mar o bajo las bombas.
Ayer se jugó la final de la Copa del rey. ¿El monarca debería haberse ausentado para evitar los pitos?
Felipe VI tiene que ir al estadio porque es su copa. Si yo fuera el rey y me pitaran, sentiría vergüenza ajena. Me parece algo lamentable, pero para el que pita, no para el que es pitado.
Hace no mucho, Piqué dijo que en el Bernabéu se mueven los hilos que rigen España. ¿Así lo cree?
Prefiero no opinar –se ríe–. Emilio Butragueño, director de Relaciones Institucionales del Real Madrid, es como un hermano. Lo dejo ahí.
¿Percibe diferencias entre los valores que transmiten Real Madrid, Barcelona y Atlético?
Sí, ¿lo digo uno por uno?
Adelante.
El Barça me recuerda a los grandes clubes ingleses. Se respira fútbol, es una maravilla ir al Camp Nou. Me parece lamentable que se politice la institución, intolerable.
¿Real Madrid?
Es el club más importante de la Historia. A día de hoy la gestión es muy buena, aunque hay un punto que no me gusta: la vorágine y la obsesión por ganar. No puedes estar celebrando la décima y en el discurso estar ya hablando de la undécima. Eso no es deporte, sino obsesión enfermiza. Daña a la afición. El día que dejen de ganar se hundirá el Bernabéu.
¿Y su Atleti? Porque usted es colchonero.
Es justo lo contrario. Nos cuesta ganar cada partido y lo hacemos a base de honestidad. Esa sensación de perder y estar todo el estadio animando… Mira, se me pone la piel de gallina. Si eres atlético, eres buena gente. En el Calderón no ocurre como en el Bernabéu, donde les meten un gol y parece que se acaba el mundo.
A usted también le han pitado mucho, sobre todo la prensa rosa. Si mira atrás, ¿qué haría de otra manera?
Me he dado cuenta de que ellos no tienen toda la culpa. Tuve muchos años de confusión, me crié en contra de lo establecido, luego me reencontré con mi madre. A partir de las olimpiadas, me valoró tanto… Se quedó con la boca abierta, debió de pensar: “¿Cómo ha llegado este tío aquí si no le he dado ni la hora?”. A partir de ahí, depositó toda su confianza en mí. Se fue y me quedé con una sensación de plenitud.
¿A qué se refiere con lo de confusión?
A cuando tenía entre 16 y 26. Luego dije: las nanis se han acabado, no tengo padre, mi madre no me entiende, soy muy diferente a mis hermanos… Parecía un chino en una tribu de zulúes. Me daban fuera, dentro, estaba muy confundido, yo también tuve culpa en cuanto a lo de la prensa. Daba motivos y entraba al trapo, aunque inconscientemente. Afortunadamente, me he ordenado, ya sé quién soy, he salido de ese círculo, no puedo cambiar mi pasado, pero estoy orgulloso de haber encontrado mi sitio.