Como se suele identificar a los entrevistados por su labor, y como el adjetivo sabio es una voz en desuso, diremos que Pedro Cuartango (Miranda de Ebro, 1955) es periodista, que es a lo que se ha dedicado los últimos 40 años de su vida.
Quienes hemos tenido el privilegio de trabajar con él lo admiramos por su cultura humanística, por su cercanía, por su personalidad y por algunas singularidades: esa manera tan suya de cavilar mientras se fuma las patillas de las gafas, el caminar reconcentrado, o su memoria prodigiosa.
Recibe a EL ESPAÑOL en su domicilio de Madrid, un piso amplio y luminoso forrado de anaqueles con hasta tres filas de libros pocos meses después de su despido de El Mundo.
¿Por qué le echaron de El Mundo?
Bueno, todavía no sé exactamente las razones, porque el periódico iba bastante bien. De hecho, las ventas se habían estabilizado. Interpreto que la empresa perdió la confianza en mí y por eso me destituyeron.
¿Se metió en una trampa cuando aceptó el cargo de director "en funciones"?
No, yo sabía los riesgos que tenía la operación. Era muy consciente de la precariedad de mis condiciones y de que podía ser destituido en cualquier momento. Pero yo fui director, y así lo dije en mi despedida, los 370 días que permanecí al frente del periódico. Todas y cada una de las decisiones las tomé yo sin dejarme influir por nadie; por tanto, yo fui el responsable de todos los contenidos del periódico.
¿Se siente engañado por el presidente de Unidad Editorial, Antonio Fernández-Galiano?
No, no me siento engañado porque él, cuando me nombró, ya dejó claro que yo era un director transitorio. Por tanto, mi cargo ha estado siempre a su disposición.
Pero yendo bien las cosas en términos comerciales y estando toda la redacción de su lado... Las muestras de afecto hacia usted, por parte de la plantilla, han sido muchísimas.
Sí, he tenido una despedida muy cariñosa. Pedro J. también la tuvo, salvando las distancias, pues él fue fundador y alma máter del periódico. Volviendo a mi destitución, yo he sido un periodista incómodo, un periodista no manejable. He preferido defender mi independencia como director a mi continuidad y eso tiene un precio: y yo lo he pagado. Pero si volviera a ser director haría lo mismo.
Usted, David Jiménez, Casimiro García-Abadillo, Pedro J. Ramírez ¿víctimas de intereses empresariales, políticos o ambos?
No lo sé, sería especular. He leído en confidenciales que se achaca mi destitución a Florentino Pérez, a presiones políticas y a la incomodidad de determinadas empresas del IBEX por la manera en que yo dirigía el periódico. Pero no me consta.
¿Cuando reveló los contratos de 'Football Leaks' se puso al poder en contra?
Evidentemente que sí. Yo tenía una orden judicial que me decía que no podía publicar nada relativo a los papeles sustraídos en el bufete de Senn Ferrero y había importantes presiones del Madrid para que no trascendiera esa información. Los abogados del periódico me avisaron de los riesgos que corría. Sin embargo, decidí que esos papeles tenían que ser publicados, que el contenido de esa investigación de siete meses se tenía que divulgar porque era un hecho de interés público. Me acogí a la jurisprudencia española, que siempre ha primado el derecho a la información cuando se trata de algo relevante.
¿Cómo afronta la posibilidad de ir a juicio?
No está claro que vayamos a ir a juicio. A mí me han llamado a declarar como imputado por delitos de revelación de secretos y de desobediencia, pero se ha aplazado en dos ocasiones. Estamos en una fase previa del proceso, ha habido un cambio en la titularidad del juzgado y no sabemos si la causa va a seguir adelante. El juez Zamarriego ha sido promocionado a la Audiencia Provincial de Madrid.
¿Después de su destitución ha hablado con Paco Rosell?
Inmediatamente después hablé con él para desearle suerte. Me ofreció mantener las columnas en el periódico. Tras pensarlo algunos días, pensé que era mejor romper relaciones e iniciar una nueva etapa profesional.
¿Por qué?
Porque es muy difícil seguir en un sitio cuando has sido director y dejas de serlo. Cualquier otra posición en el periódico era muy complicada y además existía el peligro de que, de quedarme yo en la empresa, se me viera como una alternativa al actual director; y yo no quería crear esa situación. Le dije a Galiano que me sentía como un jarrón chino. Lo mejor era iniciar una nueva etapa.
¿Qué proyectos tiene por delante?
Bueno, desde luego, seguir en el periodismo. Tengo algunas ofertas y me estoy tomando un tiempo para reflexionar. Lo que sí tengo muy claro es que voy a seguir en el periodismo de una forma u otra. Cuando uno pierde una cosa es cuando descubre su valor. Yo he estado casi cuarenta años yendo a diario a trabajar a una redacción y el hecho de no hacerlo ahora me produce una gran frustración personal, es doloroso. Aunque no fuera a una redacción a trabajar como hasta ahora, tengo la determinación de seguir en el periodismo.
Cada vez es más difícil hacer una información libre e independiente en España. Y lo es por las presiones del poder político y por los intereses del poder económico
¿Quién ha sido el mejor director de 'El Mundo'?
Pedro J. Ramírez. De eso no cabe ninguna duda. Pero es que no sólo ha sido director y fundador, ha sido el inspirador, el alma máter. Yo siempre decía en broma que Pedro J. era a la vez el director, el subdirector y el redactor jefe. Es una persona omnipresente y me enorgullezco de haber sido uno de sus hombres de confianza durante muchos años. Creo que Pedro J. Ramírez ha sido el mejor director de periódicos en España desde el final de la Guerra Civil.
¿Qué personaje histórico utilizaría para hacerle un 'Vidas paralelas' a Pedro J. Ramírez, a Casimiro García-Abadillo, David Jiménez y a usted mismo?
A Pedro J. ya lo comparé, cuando lo destituyeron, con Camille Desmoulins [uno de los protagonistas de la Revolución Francesa, amigo de Danton, fue guillotinado]. A Casimiro lo compararía con Danton, en el sentido de que intentó preservar el legado y fue superado por los acontecimientos [también fue guillotinado]. David, y que cada uno lo interprete como quiera, podría ser, no sé, Lafayette [aristócrata, héroe de la Guerra de Independencia Americana y general del ejército revolucionario francés, participó en varias conspiraciones durante la Restauración Borbónica].
¿Y usted?
Yo me identifico en cierta forma con Robespierre, devorado por la revolución que acomete.
¿Por su experiencia como periodista, cómo ha evolucionado la censura durante los últimos 40 años en España?
Cuando yo estudiaba periodismo existía la Ley Fraga del 67, que había suprimido la censura previa. Hasta el 67, el censor podía tachar y suprimir contenidos y artículos, con lo cual ese ya era un paso importante, pero el franquismo podía secuestrar un periódico: yo recuerdo el secuestro del semanario Triunfo, que supuso en la práctica su liquidación porque estuvo meses sin poder salir. También secuestraron el periódico Madrid. Entonces había una censura política directa: si al régimen no le gustaba un periódico le ponían dificultades, lo censuraban o lo cerraban directamente. Luego llegó la democracia y gozamos de un periodo de libertad, entre otras razones, porque la propiedad de los medios de comunicación estaba muy atomizada...
...Pero ahora hemos empezado un proceso de concentración de grandes grupos y esos grupos tienen muchas relaciones con el poder político y el poder económico; por lo tanto, cada vez es más difícil hacer una información libre e independiente en España. Y lo es por las presiones del poder político y por los intereses del poder económico. No hay que olvidar que muchas empresas de comunicación están fuertemente endeudadas y tienen como accionistas a empresas del IBEX. Prisa tiene como accionistas a Telefónica, el Santander y La Caixa. Ese es un condicionante objetivo para la autonomía de los medios.
En el caso de Prisa, además, se da la paradoja de que antes eran acreedores y ahora accionistas, gracias a una operación política.
Puedes estar condicionado porque le debes 100 millones de euros a un banco, y ni puedes decir nada malo de ese banco; o porque los acreedores entran en tu capital; o porque tu empresa informativa está soportada por las campañas y promociones de determinadas empresas del IBEX.
¿Esto ha pasado siempre o ahora es peor?
No quiero presentar un panorama catastrofista. Existe libertad de prensa, existe pluralidad, pero ahora existe menos libertad que en la Transición.
La máxima expresión de la concentración mediática la representan el duopolio Mediaset y Atresmedia. ¿Le parece normal?
No, es una anomalía en Europa. Tenemos un duopolio de facto porque Antena 3 ha comprado La Sexta y porque Telecinco se ha hecho con el control de Cuatro, ello unido a que TVE ha dejado de emitir publicidad, de tal modo que el 90% de la tarta publicitaria en televisión se la reparten dos empresas. Esto es anormal. No conozco en Europa un caso como este. Creo que debería existir más competencia en el sector y una legislación antimonopolio que limite las cuotas de publicidad en el mercado.
Por eso el ‘sandwich de la Sexta’ -de PP y Podemos- contra el PSOE, que decía Mauricio Casals en las grabaciones de la ‘Operación Lezo’ funciona tan bien.
Claro, luego oyes cosas como esa y todo se entiende. Esa es la mezcla de intereses entre periódicos, periodistas, políticos y empresas a la que me refería. No existe una nítida separación de papeles, sino cada vez más una concentración del poder en muy pocas manos.
Los políticos se han profesionalizado, las instituciones se han cosificado y la democracia es de peor calidad
¿Cómo ha evolucionado la calidad de la democracia en España en los últimos 40 años?
Todos teníamos muchas esperanzas en la Transición que, a pesar de las críticas que ahora hacen quienes intentan reescribir la historia, fue muy positiva. Se pasó de una dictadura a una democracia sin violencia. Yo voté en las elecciones del 77, tenía 21. Pero la democracia se ha ido deteriorando, ha ido perdiendo calidad en los últimos 20 ó 25 años. Los políticos se han profesionalizado, las instituciones se han cosificado y la democracia es de peor calidad, de ahí el descontento cada vez mayor de los ciudadanos con los líderes políticos.
¿Se puede regenerar la democracia?
Sí, con medidas de regeneración política. Hay que cambiar el sistema interno de los partidos para que sean más democráticos; hay que cambiar el reglamento del Congreso, acabar con las puertas giratorias.
Esas son las obsesiones de EL ESPAÑOL.
Bueno, es que yo me identifico con la línea editorial de EL ESPAÑOL, que es muy parecida en eso a la de El Mundo, cuyas Cien propuestas para la regeneración de España elaboré con Pedro J. y más personas.
Si la información es un bien básico en democracia, ¿tiene sentido que haya medios públicos?
Ahora mismo no. Tendría a lo mejor sentido una televisión pública de servicio, no como funciona ahora. Una televisión con contenidos de calidad, de promoción de la cultura… pero periódicos, radios y cadenas públicas pues no tienen sentido.
¿A lo largo de su carrera profesional se ha sentido alguna vez manipulado, utilizado por el poder?
Sí, creo que sí, y esa ha sido también mi preocupación como director: que las cloacas del Estado no nos manejaran. Es difícil evitar a veces que te manipulen, que intenten utilizar tu medio para publicar una información interesada. Honradamente, a veces me he equivocado. Jamás por un interés personal o para perjudicar a nadie, pero hay veces que me he equivocado y he publicado informaciones no correctamente enfocadas, o que han generado un daño inmerecido.
¿Habla quizá de informaciones relacionadas con la 'Operación Cataluña'?
Es que la llamada Operación Cataluña es una coartada ideológica del nacionalismo para tapar la corrupción en Cataluña. De hecho, ha quedado acreditado todo lo publicado sobre los Pujol. La prensa ha cumplido con su función al denunciar la corrupción en Cataluña, como la del PP, como la del PSOE. Eso no obsta para que yo reconozca que los periodistas a veces cometemos errores. Pero en el fiel de la balanza pesa mucho más lo que aportan las revelaciones de la prensa que los posibles errores que cometemos.
La obsesión por el clic es nefasta y está llevando a equiparar las noticias virales con lo importante
¿Cómo ha afectado el mundo digital a la calidad del periodismo?
Desgraciadamente está afectando mal. La obsesión por el clic es nefasta y está llevando a equiparar las noticias puramente virales con lo importante. Hay que tener mucho cuidado con eso. Lo digital pesa cada vez más, la presencia del papel lógicamente va a ser menor, pero es muy importante trabajar con los mismos criterios de calidad.
¿Qué consejo le daría usted a los jóvenes con vocación de periodistas?
Que lean. La esencia de nuestro trabajo es leer; leer periódicos, leer libros y reflexionar sobre lo leído. El periodismo es un trabajo intelectual.
Ha conocido a muchas generaciones de becarios. ¿Tenemos a las generaciones mejor preparadas de la historia?
Hay quienes dicen que tenemos la generación de jóvenes mejor preparada de la historia y quien mantiene lo contrario. Yo no creo ni una cosa ni la otra. La gente joven sabe inglés, pero mi generación tenía un bagaje intelectual que probablemente ahora las nuevas generaciones no tienen. Tendemos a juzgar los hechos generacionales con tópicos cuando en el fondo cada generación es distinta.
En términos generales, ¿España es mejor o peor que hace 30 ó 40 años?
Hay cosas mejores y peores. Creo que la calidad de los políticos y de las instituciones es peor, se han deteriorado. Creo que la sociedad actual está más volcada en lo material y en la frivolidad. Aunque también hay cosas positivas que me hacen pensar que España es un país con muchas potencialidades. Existe una sociedad civil bastante sana. En esta crisis hemos visto mucha solidaridad familiar e intergeneracional. Además, España ha reaccionado mejor que otros países al fenómeno de la inmigración. También existe una gran tolerancia y una gran libertad. España es un país creativo y pujante, pero la clase política está esclerotizada. No diría que la sociedad es mejor que hace 30 o 40 años pero tampoco peor.
¿En qué momento Cataluña deja de ser un problema que se conlleva y se convierte en un pulso al Estado?
Se podría fijar el día y el momento. Fue cuando Artur Mas, en 2012, fue a ver a Rajoy y le pidió un concierto, un sistema de financiación parecido al vasco. A partir de entonces Artur Mas inició una escalada que le lleva a plantear la famosa consulta y a defender el derecho de autodeterminación y se genera el choque entre el Estado y el nacionalismo catalán. Pero en este conflicto no hay que ser equidistante: yo creo que tiene mucha más responsabilidad el nacionalismo catalán que el Estado. El nacionalismo catalán ha buscado un enfrentamiento con el Estado para obtener una rentabilidad política y ha sido desleal con la democracia que tan generosa fue a la hora de establecer un nivel de autogobierno enorme para Cataluña. Creo que ha habido deslealtad de los nacionalistas y una utilización política del conflicto.
También es verdad que los escándalos de corrupción han aflorado a medida que el pulso independentista se incrementaba. ¿Ha sido casualidad?
No, nada en la vida es casual. Probablemente ha habido intereses para que la corrupción aflorase. Pero el problema no es que haya existido un interés en que la corrupción aflore, sino que los nacionalistas, la familia Pujol y el entorno de CiU han desarrollado unas prácticas clientelares y corruptas durante los últimos 30 años.
¿Hubo impunidad mientras garantizaron la gobernabilidad a González y a Aznar?
Sí, sin duda. Han gozado de impunidad y el Estado y la Justicia han mirado para otra parte hasta que Mas decidió romper la baraja.
¿Un ‘Vidas paralelas’ a Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera?
A Pedro Sánchez lo compararía con Charles De Gaulle porque ha sido capaz de volver al poder después de retirarse. Rajoy podría ser… una vez lo comparé con Sarkozy; también con Del Bosque, que siguió de seleccionador tras la debacle de La Roja en el Mundial; y ahora lo compararía con Brézhnev, que sobrevivió a un régimen en declive, la crisis del comunismo, y porque fue capaz de imponerse sobre los barones comunistas, instalarse en el poder y acomodarse a la realidad cambiante. Iglesias podría ser Oliver Cromwell, en el sentido de que atacó la monarquía, creó un Parlamento a su medida y acabó siendo un dictador. Y a Rivera lo compararía… bueno más que un ‘vidas paralelas’ es un desiderátum, me gustaría que fuera el John Fitzgerald Kennedy de la política española.
¿Qué pensó cuando Pedro J. Ramírez le enseñó los SMS que Mariano Rajoy envió a Luis Bárcenas?
Pues que estábamos ante una gran exclusiva, ante una gran historia periodística. Pero yo estaba seguro de que Mariano Rajoy no iba a dimitir. En cualquier otro país democrático el presidente, ante una revelación de esa índole, habría presentado su dimisión. Nosotros éramos muy conscientes de la trascendencia de esa información, pero yo estaba convencido de que Rajoy no iba a dimitir; y se lo pedimos en un editorial.
¿Por qué no pasa factura la corrupción en España?
Porque somos el país de Rinconete y Cortadillo, un país dual. Un país marcado por la espiritualidad, el catolicismo y la religión, que han tenido una importancia extraordinaria en nuestro desarrollo histórico, pero también con una vertiente muy materialista y muy pragmática, que se refleja en la picaresca. Creo que la corrupción existe por la debilidad de las instituciones, por la falta de controles, pero también por factores muy ligados a nuestra mentalidad y a nuestra idiosincrasia.
España ha padecido una crisis sin precedentes. ¿Ha pensado alguna vez que sus hijas van a vivir peor de lo que ha vivido usted?
Lo he pensado muchas veces, sí, es algo que me preocupa. Yo he vivido mejor que mis padres, como toda mi generación. Puede haber excepciones, pero la España que hemos vivido es mucho mejor que la que había hace 50 años; hay más prosperidad material. Pero la crisis ha puesto en duda todo eso y la generación de mis hijas es de mileuristas. Tienen estudios, másteres, idiomas, han viajado... y pese a su formación es una generación condenada a hacer un trabajo de mileuristas. Me preocupa que la gente que ahora tiene entre 15 y 30 años viva en peores condiciones que nosotros.
Quizá se vean obligadas a emigrar.
Es que no es una hipótesis, sino una realidad. No, no ha pasado con mis hijas, pero sí con hijos de amigos. Pero yo soy optimista porque España tiene capacidad para desarrollar una economía desarrollada, una economía productiva que dé trabajo a la gente que ha nacido aquí. Soy optimista.
Crisis de natalidad y envejecimiento de la población en Europa: ¿se puede recuperar el Estado del bienestar tal y como se concibió después de la Segunda Guerra Mundial?
Hay que intentar preservar el Estado del bienestar. Es evidente que el mundo ha cambiado mucho. Estamos en un mundo globalizado y hemos conocido un desarrollo tecnológico sin precedentes. Como decía Schumpeter, la economía es un proceso de destrucción creativa. Hay cosas que han cambiado y que ya no vamos a recuperar, pero hay que intentar defender lo esencial: una educación y una sanidad universal, y una asistencia a las personas con dificultades.
¿Universal, no necesariamente pública?
Pienso que la sanidad y la enseñanza tienen que ser públicas.
Fuimos víctimas de un espejismo, no supimos ver los horrores de la Unión Soviética, estuvimos sordos y ciegos
Fue comunista en su juventud, pero cruzó el telón de acero y quedó espantado. ¿No se puede ser comunista después de la URSS?
No, el comunismo ha muerto. La prueba es que en España el Partido Comunista es testimonial. Nuestra generación, la mía, estuvo fascinada por el marxismo. A mí me produjo una profunda conmoción intelectual leer a Marx y su idea de que las realidades económicas y materiales determinan la conciencia. Pero el experimento fallido de la URSS y de los comunismos en Europa acabó con la utopía comunista. Es imposible ser comunista hoy en día. Fuimos víctimas de un espejismo, no supimos ver los horrores de la Unión Soviética, estuvimos sordos y ciegos y la realidad nos abrió los ojos. Cuando visité los países comunistas, Rumanía, Bulgaria, Alemania Oriental… me di cuenta de que aquello era un desastre.
La inmigración puede ser clave para solucionar la crisis demográfica y para preservar el Estado del bienestar. ¿Qué se puede hacer para integrar plenamente a los inmigrantes?
Ese es el gran reto de la sociedad española. Hay que hacer un esfuerzo por asimilar, por integrar, porque de no ser así se crean mundos duales. El problema es que no puedes integrar a quien no quiere asumir tus costumbres y tu cultura. Tenemos un problema gravísimo porque, y cito un estudio del INE, en 2045 habrá tantas personas en edad de trabajar como personas pasivas. En ese supuesto el sistema de protección social que tenemos, las pensiones, la asistencia sanitaria y educativa, quebrará.
¿Permitir el velo en el colegio?
Yo creo que no. Creo en la educación laica, en la escuela no puede haber símbolos religiosos.
¿Es optimista, en cualquier caso, respecto del futuro?
Sí que lo soy, a pesar de que soy muy pesimista en lo personal. Si miramos las cosas con perspectiva, la sociedad es mucho mejor ahora que en el siglo XX. Hay más bienestar, más tolerancia, más cultura. Hemos ido a mejor, pero necesitamos una profunda regeneración de las instituciones y en la clase política. De lo contrario entraremos en una espiral de decadencia.