Miguel Pardeza (La Palma del Condado, Huelva, 1965) fue el quinto beatle de la Quinta del Buitre. Tras una exitosa y -como todas- breve carrera como deportista profesional se mantuvo vinculado al mundo del fútbol en los organigramas del Real Zaragoza y del Real Madrid. Una vez jubilado del deporte, ha encontrado en su otra gran pasión, la literatura y los libros, su asidero vital, su refugio y su segunda oportunidad.
Para tentarnos el ánimo empezamos hablando de los tres libros sobre César González Ruano que publicó en 2003 y surge la noticia: acaricia la idea de volver sobre el periodista, de cuya obra es especialista, y ultima la segunda parte de su novela memorialística Torneo (Malapso, 2016). A partir de ahí, la literatura se convierte en el trasfondo de una conversación sobre España en la que, de un modo u otro, surgen César González Ruano, Borges, Thomas Mann, Montaigne, Valle...
¿Volver a Ruano?
Efectivamente, alguna vez he pensado en hacer un libro sobre el regreso de Ruano a España en el 43: la época es fascinante, los años duros de la posguerra y las distintas maneras de asimilar la victoria franquista, sobre todo en un personaje como él, que llevaba ocho años viviendo un exilio de lujo en Francia, Italia y Alemania… Lo cierto es que es un tema que sirve como epítome de toda una época.
Ruano fue demonizado por sus amistades tenebrosas.
Sí, sobre todo a partir del libro de Rosa Sala y Plácido García, El marqués y la esvástica. Aportaba documentos nuevos, pero tampoco descubrió nada que no se supiera. Desenterraron una sentencia condenatoria de un tribunal de depuración parisino y otros documentos que avalan los contactos de Ruano con la Italia de
Mussolini. Pero el libro es también la crónica de un fracaso, porque su principal tesis -la participación de Ruano en una trama que vendía pasaportes falsos a los judíos- no pudo ser demostrada. En todo caso, el libro hizo más daño institucional que al propio Ruano. Una de sus consecuencias fue la clausura del premio que llevaba su nombre. Muchos escritores y periodistas lo habrán lamentado.
¿Revisar a un personaje o una época con parámetros actuales ayuda a comprender nuestra historia?
Hay un problema de desenfoque garrafal: es fácil juzgar el pasado con los ojos del presente, pero lo que hoy nos parece una barbaridad, en los años 30 no lo era. Ante dos monstruos ideológicos como el fascismo y el comunismo, no hubo mucha gente que escapara a la fascinación. Si cuesta encontrar cabezas neutrales es porque el
momento histórico no dejaba mucho espacio a los tibios y era inevitable elegir. Hoy hablaríamos de equidistancia, una postura demonizada.
La conciencia crítica a veces se confunde con la cobardía, pero para mí es la forma más elevada de civismo
Ahí estaba Chaves Nogales, rescatado del olvido hace unos pocos años.
Nogales nos sirve de ejemplo porque cometió el error de mirar la realidad sin ninguna bandera, con lo que consiguió algo sorprendente: no gustar ni a los unos ni a los otros. Eso explica que durante años haya sido un autor secreto. Nadie encontraba una razón partidista para reivindicarlo. La objetividad es la fórmula perfecta para malograrse socialmente. La conciencia crítica a veces se confunde con la cobardía; sin embargo, creo que es la forma más elevada de civismo.
¿La revisión del pasado contamina el debate público?
La revisión del pasado no termina nunca y es legítima, porque sobre el pasado nunca
se acaba de saberlo todo, y porque cambian los puntos de vista y la
metodología. Lo que a mí sí me parece una pesadez es mirar obsesivamente al
pasado. Desde el punto de vista político es un atraso y una declaración manifiesta de
falta de imaginación. Más importante me parece pensar en el futuro y, sobre todo,
pensar en el presente. Recordemos a Montaigne, que se dedicó a buscar la forma
de mejorar su vida cotidiana. Que yo sepa, el presente es lo único que tenemos. Y merecería que le prestáramos un poco más de atención.
Antes siempre empezábamos estas entrevistas preguntando cuál era el principal problema de España. Ahora, con la crisis territorial en plena ebullición, esa pregunta parece una perogrullada. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
El problema territorial español es un clásico de nuestra demonología patria. Es un
problema cíclico, que pasa por un momento de exacerbación, tozudez y sordera. En
todo caso, es un asunto penoso y desagradable. También es tremendamente aburrido.
Entre los actores se ha establecido lo que parece un distanciamiento irreconciliable.
En medio está la gente, lo único que importa, pues los políticos pasarán, pero las
heridas en la ciudadanía tardarán en restañarse. Subordinar los intereses de la gente,
-que son sencillos y poco etéreos- a un programa elaborado desde estructuras teóricas
es caer en la demagogia. La máxima responsabilidad de la política debería ser decir la
verdad, aunque no guste. Por desgracia también hay mucha gente dispuesta a creer
cualquier cosa.
¿Cuáles deben ser la prioridades?
Muy sencillas: un puesto de trabajo, una casa, sanidad, educación, cultura, jubilación
decente. Y un futuro que no amenace ruina.
¿Son los políticos quienes, por intereses espurios, falsifican las prioridades?
La política y los políticos son necesarios. Digamos que son un mal inevitable. Sin embargo, creo, como Borges, que deberíamos aspirar a una sociedad que se merezca no tener estados. Lamentablemente, no hemos llegado aún a ese edén. Y luego está la política como profesión. Toda esa gente que en lugar de estudiar, o habiendo estudiado lo mínimo, con una formación deficiente, o directamente incultos, se enrolan en partidos donde proyectan hacer carrera. Y por el bien público, nada menos.
Los catalanes que de buena fe ven en el independentismo la solución a sus problemas no van a desaparecer
¿Qué le gustaría que pasase el 21-D en Cataluña?
No soy político, ni politólogo, ni sociólogo, pero no voy a esconder mi preocupación como ciudadano, cuyo país a veces le duele. Lo que me gustaría es que ganara algo tan manido y poco concreto como el sentido común. No creo que las cosas cambien mucho respecto a lo que tenemos hoy día. Los catalanes que de buena fe ven en el independentismo la solución a todos sus problemas no van a desaparecer después del 21-D. Así como tampoco creo que desaparezcan la perplejidad, y el cansancio de mucha gente de Cataluña, y del resto de España, que no entienden el fondo de todo este enredo lleno de mentiras y de ruido.
El procés se parece cada vez más a una novela por entregas decimonónica, que cada día nos sorprende con un capítulo nuevo, a veces imprevisible, con personajes que entran y salen y cuyo autor a menudo da la impresión de no saber por dónde tirar para mantener el interés de los lectores.
¿Confía en que se pueda superar la fractura social?
Soy poco optimista a medio plazo. Todo esto ha operado el milagro de sacar de la gente lo peor de cada uno. Desde el punto de vista literario es fascinante. Es una historia magnífica para Valle-Inclán y para Thomas Mann.
¿Se puede separar el fútbol de la política?
Pues no. La política es el gran hongo tóxico bajo el cual ocurre todo. Separar el fútbol de la política es como pretender separar el cine de la política o los toros de la política. De una u otra manera, la política lo inunda todo.
En España la gente no suele cambiar ni de equipo de fútbol ni de partido. ¿Es el nuestro un país de banderías?
Creo que es más fácil cambiar de partido político que de equipo de fútbol.
¿Qué le parece el posicionamiento del Barça en este conflicto político?
Yo distinguiría la directiva del Barça del barcelonismo: no son exactamente lo mismo. Como directivos, cualquiera está en su derecho de posicionarse como crea. Ahora bien, el barcelonismo es una entidad más compleja, que trasciende los problemas políticos de Cataluña y el territorio de Cataluña. Hablamos de una entidad transversal y transnacional, donde seguro que convergen sensibilidades de toda clase. Y esa realidad no puede ignorarse.
Pues la postura de la directiva del Barça no es muy transversal.
Pero sí su masa social. Y entre un grupo de dirigentes, que como todos está de paso, y la gente, que seguirá ahí, me quedo con la gente. Dicho esto, allá cada cual con su conciencia.
¿Por qué en España los únicos sitios en los que se podía sacar una bandera de España sin temor a ser tachado de facha eran los estadios?
Porque un estadio es el santuario de la espontaneidad. Es un reino de emociones y
a veces estas coinciden con cierto fervor nacional, uno de cuyos símbolos es la
bandera. No ocurre aquí, sino en todo el mundo.
Cuando la gente se siente amenazada a través de los símbolos, la reacción común es fortalecer los que considera suyos
¿Qué le parece el aluvión de rojigualdas en las fachadas de los edificios?
Ni bien ni mal, sino un fenómeno previsible. Cuando la gente, con o sin razón, se ve amenazada o agredida o cuestionada a través de los símbolos, la reacción común es fortalecer los que considera suyos. Si en un conflicto, una parte exhibe una bandera como un gesto de afirmación frente al otro, no tengas dudas de que el otro sacará a relucir la suya. En cierta manera es pura antropología.
La bandera española ha estado mucho tiempo en los armarios: ¿a qué lo atribuye?
Es evidente que ha sido un símbolo secuestrado durante 40 años y ese secuestro generó animadversión. Pero las banderas son inocuas, no son más que un trapo con unos colores. Lo malo son las facciones que las manipulan para sus intereses particulares.
En Zaragoza, una ciudad que usted conoce bien porque jugó allí diez años, un hombre ha sido mortalmente apaleado por llevar unos tirantes con la bandera de España. ¿Este suceso hay que valorarlo como un hecho aislado o no hay que olvidar el trasfondo ideológico?
Sí, la víctima era muy amigo de un amigo mío. Era un personaje muy conocido de la zona, una persona muy normal. Parece ser que el desencadenante ha sido que el hombre no acertó ese día con los tirantes, que llevaban la bandera de España. Ha sido lamentable y tristísimo.
¿Qué le parece que ahora se esté juzgando a un hombre por, presuntamente, haber organizado una pitada el Rey en el Camp Nou hace dos años?
Bueno, no tengo opinión. Es cosa de la Justicia. No conozco los fundamentos jurídicos y legales del caso. Particularmente, silbar al himno nacional me parece una pérdida de tiempo y una tontería supina.
¿El advenimiento o no de la Tercera República le parece un debate pertinente?
No sé si es pertinente, sé que es socorrido. Por otro lado, no creo que haya que dar por sentado la inamovilidad de nada. Es legítimo que se debata porque una sociedad está lejos de ser homogénea y conviene aprender a convivir con la diversidad. Ahora bien, los debates hay que plantearlos siempre y cuando existan razones objetivas que puedan revertir en un beneficio colectivo. Lo que sí me parece innecesario es discutir por discutir. Ahora bien, francamente, no creo que el problema de España sea la Monarquía.
¿Cuál o cuáles son para usted los problemas de España?
En mi opinión, todos los que afectan a la cotidianidad de la gente. Trabajo, educación, sanidad, pensiones. Y por desgracia, ahora también, el tema territorial. La crisis terrible de estos años se ha llevado por delante a mucha gente y muchas empresas.
¿La reforma de la Constitución sí le parece pertinente?
Una Constitución no es más que una ley y debe poder ser revisada y modificada, pero no me siento capacitado para decir en qué momento y con qué profundidad. Tampoco creo que haya que ponerlo todo patas arriba, al menos no por una de esas razones que a veces he oído, que muchos españoles no la votaron. ¿Y qué? Yo no la voté y en líneas generales, no se ha vivido tan mal con ella. Dicho esto, insisto, tampoco creo que no pueda modificarse si así lo considera todo el pueblo español.
El reconocimiento de la periferia no debería servir de pretexto para negar o descalificar al resto del país
¿El modelo autonómico le parece el más adecuado para garantizar la convivencia, habría que recuperar competencias para el Estado o sería más conveniente avanzar hacia un modelo federal?
No veo grandes diferencias entre un modelo federal y nuestro Estado autonómico, que ha funcionado muy bien durante 40 años pese a sus insuficiencias. Un estado federal tendría desajustes, como también lo tendría un estado férreamente centralista. Estoy de acuerdo en que hay realidades periféricas que se gestionan mejor in situ que desde Madrid. Ahora bien, la Autonomías tampoco deberían servir de pretexto para negar, cuestionar o descalificar al resto del país.
¿Que le ha parecido el regreso del tesoro de Sijena a Aragón?
Una reivindicación legítima. Una aspiración histórica del gobierno de Aragón y del pueblo de Sijena. Pero lo que más me ha divertido es la gente que ha polemizado sin haber visto ni una sola de las piezas en disputa. Por momentos, daba la sensación de que la cosa no iba de cultura, sino de pelearse, lo que demuestra la vigencia de ese espíritu español que tan bien retrataron Goya y luego los noventayochistas.
¿Le sorprendió la detención de Miguel Ángel Villar?
Sí, cuando una persona que ha estado en un puesto relevante termina preso, llama cuando menos la atención. Y si a esa persona la conoces, aún más.
Él mantiene que es inocente. ¿Confía usted en su inocencia?
Creo que es una obligación cívica defender la presunción de inocencia. De lo contrario estaríamos perdidos. Eso es algo que se nos ha olvidado en este país. Sólo un tribunal puede determinar la culpabilidad de alguien. Mientras, lo saludable es respetar a las personas y confiar en su inocencia.
¿Qué le parece que la FIFA amenace a España con dejarnos fuera del mundial por los problemas que ha tenido el presidente de la Federación con el Gobierno?
Qué tendrá que ver una cosa, los problemas judiciales de un presidente, con los méritos deportivos de una selección que representa a todo un país.
¿Hay corrupción en el fútbol?
Personalmente, no he visto casos de corrupción. Sin embargo, donde hay mucho dinero y un gran volumen de negocio es raro que la naturaleza humana no agite sus inveteradas debilidades. Es decir, el problema, como siempre, no es tanto del fútbol como de los seres humanos.
¿Todo lo que sabe de moral lo aprendió del fútbol, como decía Camus?
Yo del fútbol aprendí muchísimas cosas, pero el fútbol es sólo una parte de la vida, la vida es mucho más.
La literatura me ha dado una segunda oportunidad: retirarse a los 30 y volver a darle sentido a tu vida no es fácil
A usted el fútbol le ha dado una vida de éxito. ¿Qué le está dando la literatura?
La literatura me ha dado una segunda oportunidad porque la carrera de un deportista profesional es muy corta. Retirarse a los treinta y pocos años y volver a darle sentido a tu vida no es fácil. Se abre un vacío inabarcable, que nunca se cierra del todo. Una mañana te levantas y resulta que la vida estaba ahí, con su indiferencia y sus silencios. Te embarga una inédita sensación de insignificancia que el olvido no para de agravar. En fin, yo tuve la suerte de alargar el sueño como ejecutivo en el Real Zaragoza y más tarde en el Real Madrid. Pero la literatura me ha brindado el mejor sucedáneo.
¿Escribe?
Intento escribir a diario, lo he hecho siempre, ha sido para mí una manía y un refugio. Ahora estoy con otro libro que espero terminar el año que viene. Es una crónica desesperanzada del final de una fiesta. Y de alguna manera es la continuación de Torneo. A mi editor, a Malcolm Otero, ya le dije que para mí el fútbol sólo tenía dos temas literarios posibles: el inicio y el final, cómo se empieza y cómo se termina, los fantasmas y demonios del comienzo y el páramo que queda tras la retirada; el resto está disponible en las hemerotecas.
Umbral, el último ruanista, aseguraba que la mejor literatura se hace en los periódicos. ¿Qué le parece esta tesis?
No estoy de acuerdo. Es verdad que en los periódicos, en las columnas principalmente, se hace buena literatura. Pero no es lo mismo escribir dos folios de un artículo que mantener el tipo en 600 páginas de una novela. En todo caso, son recorridos muy distintos.
¿Cómo afectan las redes sociales al debate público y a la cultura?
Son una plataforma muy buena que vale como promoción, pero también son un foco de embrutecimiento e impunidad. Las ventajas para un escritor son evidentes; antes no sabías a quiénes llegabas, ahora puedes tener una idea tanto del número de tus seguidores como del perfil de los mismos.
¿Se deben regular para evitar que se conviertan en un espacio de impunidad?
Es un debate complejo porque entran en colisión derechos y libertades fundamentales. No se puede tolerar la impunidad, pero tampoco se pueden recortar derechos básicos. Yo creo que es un fenómeno que está en la infancia y, claro, los niños suelen cometer muchos errores propios de sus años. No creo que dentro de diez años el funcionamiento de las redes sociales vaya a ser el mismo que hoy conocemos.
¿Qué le diría a un chico o una chica que quisiera iniciarse en el fútbol o/y en la literatura?
El fútbol y la literatura son ocupaciones que tienen en común algunas cosas. Comparten una misma materia, y es la que conforman los sueños. Quien es capaz de concretar ese sueño puede sentirse un afortunado; algo que no puede decirse de tantos trabajos que valen sólo para vivir. El futbolista, como el escritor profesional, es un privilegiado. Me acuerdo de una frase de Ruano; decía: “Bastante suerte tenemos de dedicarnos a algo que nos gusta como para exigir también cobrar por ello”. Ese cinismo tan característico suyo, siendo uno de los periodistas mejor pagados de su tiempo, es fascinante. Dicho lo cual, es más difícil ser futbolista de élite que ser escritor.
¿Por qué?
Sólo hay que ver el número de profesionales que hay en la Liga española y el número de escritores. Hablo de escribir y publicar: ser un genio de la literatura es otra cosa muy distinta. La ventaja que tiene la escritura es que te organizas como te da la gana. De hecho, para ser escritor, o para sentirse escritor, ni siquiera hace falta publicar: basta con escribir. Para ser futbolista necesitas un equipo, un campo y puede que hasta público. El mundo del escritor es íntimo y solitario.
¿Por qué existe el prejuicio de que el mundo del fútbol es principalmente inculto?
Por pereza y desconocimiento. ¿Qué es el mundo del fútbol? ¿Los millones de personas que van a un estadio? ¿Los jugadores? ¿Los directivos? La incultura no es nada exclusivo del fútbol. A veces he visto más incultura en una manifestación política que en un campo de fútbol. Por lo demás, hablar de la incultura en el fútbol es llamar inculto a Pasolini, a Camus, a Gonzalo Suárez, a Miguel Delibes, a Heidegger, a García Márquez, a Vargas Llosa, a Nabokov, a Nick Hornby, a Fontanarrosa, a Benedetti, a Eduardo Galeano, a Osvaldo Soriano, a Roa Bastos, a Rafael Alberti, a García Montero, a Vázquez Montalbán, a Javier Marías, a Juan Villoro, a Enrique Vila Matas, a Martínez de Pisón, etc.
Noticias relacionadas
- Ana Oramas: "Para el presidente de España debería haber limitación de mandatos"
- Bauzá: "Si no perdemos los complejos Baleares acabará como Cataluña"
- "Iglesias se queda en una política de gestos que no atrae a la izquierda seria"
- “Todo partido debería ser republicano, la monarquía no es natural sino antigua”