SÍ. Así como en la mitología griega el de los pies ligeros o alados es Aquiles, en el Partido Popular la de los pies desnudos o danzarines es Soraya Sáenz de Santamaría, la chica que llegó desde León, donde ejercía como abogada del Estado, a Moncloa en 2001 y, pasito a pasito, está a un salto de convertirse en presidenta del PP y futura candidata a la Presidencia del Gobierno.
Soraya fue la más lista de su promoción de Derecho en Valladolid y, como se está viendo, también en el Partido Popular de los últimos años. Un amigo afrancesado del PP, hasta hace unas horas militante en el bando enemigo de Cospedal, me cita a Napoleón para opinar sobre Soraya: “Il est décidement plus malin qu´eux tous”. Muy halagadora la frase -"es decididamente el más listo de todos"-, si no fuera porque el emperador se refería a Fouché, quien fue capaz de ser seminarista, luego revolucionario incendiario de iglesias y cortador de cabezas borbónicas, más tarde represor de revolucionarios con Napoleón y, tras traicionar a éste, fiel servidor del rey borbónico repuesto en el trono. Todo en una vida.
Soraya, aun teniendo una personalidad compleja –“tiene muchos gatitos saltándole en la barriga”, me decía este sábado un antiguo colaborador de la política-, ni en lo bueno ni en lo malo podrá aproximarse al prodigioso e impresentable político francés del siglo XIX. Ahora bien, si los hados acompañan a esta vallisoletana pequeña y grande a la vez, potencialmente puede convertirse en la primera mujer presidenta de España.
En 2009 conocí al desnudo a Sáenz de Santamaría. Ahora, repasando aquel acontecimiento, me doy cuenta de hasta qué punto me reveló su personalidad. Aclaremos que el desnudo de Soraya empezó y acabó en los pies. Fíjense si la examinamos bien que descubrimos una cicatriz en su pie derecho, como Aquiles, pero por razones menos mitológicas que el griego; simplemente, por una herida que se hizo cuando bailaba danza clásica en Valladolid.
Por aquellas fechas, iniciamos en el Magazine auténtico de El Mundo –auténtico porque ya desapareció- una serie de entrevistas reportajeadas con personajes notables, titulada 'A solas con'. La idea fue de la periodista Nieves Herrero y del fotógrafo Luis Malibrán. Las fotos quedaron fantásticas, como nunca habíamos visto a la austera castellana: con un vestido de noche y los pies desnudos al aire y a lo loco. Esa tarde, en la habitación 716 del Hotel NH que da a la calle Atocha por un lado, a la plaza de Carlos V por otro y con el Jardín Botánico enfrente, sufrió una transformación muy habitual en ella.
Al principio, se resistía a ponerse determinada ropa y acabó posando con los pies como una estrella. Así como le pasó como portavoz del grupo parlamentario del PP, entre 2008 hasta 2011: al principio se resistía a exhibirse dialécticamente en la Cámara pero al final le subía la adrenalina y disfruta del calentón verbal. Y ahora ha vuelto a pasarle, cuando ha dado un paso en la lucha por dirigir del PP.
Pero visto con la perspectiva del tiempo pasado, lo mejor de aquel excelente reportaje no fue la desnudez de sus pies –que causaron duras críticas dentro del PP, incluso, ella misma, arrepentida, mató al mensajero- sino las declaraciones que transcribió Nieves Herrero el 18 de enero de 2009.
Para muestra, estas dos frases:
- “No tengo ambición de poder. Yo no quiero ser presidenta de nada, ni de la comunidad de vecinos”.
- “¿El político más atractivo? Núñez Feijóo. Alberto tiene un puntito”.
Nueve años después, no querrá ser presidenta de la comunidad de vecinos –ni podría, porque vive en un chalet, con menos metros pero mejor situado que el de Pablo Iglesias-, pero sí ser presidenta del Gobierno. “Sí, quiero ser presidenta del Gobierno. Y creo que sería para el partido y para España algo muy positivo. Yo creo que va siendo hora de que haya una mujer presidenta del Gobierno”, declaraba este sábado.
Este cambio de ambiciones es muy humano. Desde los clásicos se sabe que todo aquel que mira a la medusa del poder, queda petrificado y ya nunca quieres abandonarlo.
¿Pero le seguirá pareciendo todavía atractivo Alberto Núñez Feijóo, el del puntito? El líder gallego es el mayor caso de cobardía política de los últimos años, el frustrado sucesor de Rajoy tras una especie de coitus interruptus a la gallega (sí, ya, ya, ya, no, espera un momento, un poquito más, ya voy, no, no puedo). Feijóo, al abrirse el proceso congresual actual, apoyó a la gran enemiga, María Dolores de Cospedal, y no a la ex vicepresidenta pese que lo consideró el político más atractivo nueves años atrás.
Lo que pasó entre Soraya Saénz de Santamaría y Alberto Núñez Feijóo para que aquella declaración de amor deviniera en el actual enfrentamiento es uno de los grandes misterios en la historia reciente del partido del centro derecha.
Y esta cuestión no es baladí. En gran medida que Soraya se convierta el próximo 21 de julio, en el congreso nacional del PP, en la presidenta del partido y futuro cartel electoral para la presidencia del Gobierno pasa precisamente por el voto gallego en manos de Feijóo.
Dicen que la utilidad de las cosas es directamente proporcional a lo feo que sean. El dinero es sucio ¿pero a quién no le gusta? Las letrinas son asquerosas, pero qué sería de la humanidad sin ellas. Sucede con los partidos políticos: también son focos de las peores bacterias, desagradables tantas veces, ¿pero qué sería de la democracia sin partidos y sin sus luchas internas?
La batalla por el liderazgo del PP está a punto de finalizar y se cruzan las apuestas. Si Feijóo preferirá al príncipe Casado antes que a su ex admiradora. O si Cospedal conseguirá seguir controlando buena parte del 27,7% que le votó el jueves en las sedes locales del partido. Se puede dar por hecho que no será así. Incluso en su feudo, Castilla-La Mancha, ya han comenzado las defecciones: se calcula que más del 60% de los compromisarios de la provincia de Toledo puede inclinarse por Soraya.
Soraya, la de los pies desnudos, va a por todas aunque Casado está dispuesto a resistir hasta el final siguiendo esa máxima latina de “Mejor sucumbir que pactar”. Quiere ser el master del PP, por más que suene a coña.
Este congreso será una cita a ciegas, con un resultado por ahora incierto. Lo seguro es que Soraya, más allá de sus pies danzarines, de sus gatitos en la barriga con muy mala leche, de sus miradas incisivas que desarman a quienes buscan o temen sus favores, tiene un atractivo indiscutible en la actual situación de un PP desconcertado y a punto de la descomposición: posee el halo de ganadora. Así como los menguantes votantes del PP la consideran la única capaz de ganar unas elecciones legislativas –cosa dudosa-, los profesionales políticos del partido también la ven más caballo ganador que a Casado. Y no olvidemos que 522 compromisarios de los 2.612 que asistirán al congreso son cargos cuya mensualidad depende de las posibilidades electorales del jefe o de la jefa.
El PP quiere sobrevivir a Rajoy y a la metástasis de la corrupción. Dependerá de cómo cierre el congreso para que se cumpla o no la advertencia de De Gaulle sobre las guerras civiles: “Lo espantoso de la cualquier guerra civil es que cuando termina la guerra no empieza la paz”.