Pedro Sánchez jugaba en casa la vuelta del debate. Era difícil ver en el candidato del PSOE a un presidente del Gobierno, igual que el lunes, atrapado el hombre por el personaje construido por Iván Redondo: sobra demasiado Sánchez en ese envoltorio. Rivera lanzó su ataque tratando de acabar el trabajo del día anterior, pero no sirvió de mucho ante el escudo de comodines con el que se cubría en el campo estrecho, propicio a los agarrones, que había preparado Atresmedia.
"Falso es falso, no es no, nunca es nunca", abrió la batería de frases que lanzaba como geranios desde el balcón a "la derecha presente", que le molestaba en el portal. "No es cierto", "qué vergüenza", "qué dices", "es insultante", "señor Casado, infórmese", "qué decepción, señor Rivera", hasta llegar a su preferida, que hizo sonreír a los aludidos: "Estamos en las primarias de la derecha".
Luego, tras el primer descanso, abrió el "no se acelere, señor Rivera", como contraposición al "no se ponga usted nervioso", que le ofrecía el candidato de Cs. El presidente del Gobierno incorporaba tuits, que le susurraban al oído, al debate más importante de su carrera.
El aliado Iglesias
Encontró un aliado en Iglesias, que le hizo el trabajo sucio, contestando de forma ordenada y parándole a Rivera, como los banderilleros viejos. El candidato de Unidas Podemos se derretía con Sánchez. Hablaba el socialista de la subida del salario mínimo, donde derraparon antes, y las cámaras pillaron a Iglesias mirándole enamorado. Le brillaba hasta la coleta. El antiguo jefe de los Sioux del 15-M se puso el filtro moderado para llamar la atención del míster de la izquierda, su crush.
La tesis doctoral aterrizó sobre su atril de forma inesperada. Rivera entró pronto al trastero que llevó a cada debate, y sacó una copia. Aunque era San Jordi, no era una firma lo que buscaba, sino recomendar su lectura al autor: no será el primero que se sienta en una caseta sin leer su obra. Sánchez le respondió entregándole el libro donde Abascal demuestra que la derechita valiente es eficaz si se viraliza. Reposada no tiene muy buena pinta. El intercambio de regalos dejó a Rivera colgado. El debate se habría acabado directamente si las entregas hubieran sucedido al revés.
Sánchez, que trató de evitar el fango, utilizó "la lista negra", una petición de algunos particulares para identificar a los trabajadores en cuestiones de violencia de género, en la que él vio la lista de Himmler redactada por "PP, Ciudadanos y Vox". Tampoco le salió bien enseñar el resultado de una votación en el hemiciclo, identificando a Casado, Rivera y la portavoz de Bildu. "Es usted un trilero", tuvo que escuchar. Le sentó fatal que le recordaran los malos tratos de Eguiguren. Casi igual que los datos económicos, "Solchaga" o los Presupuestos aprobados del PP.
Muecas por el camino
La actuación de Sánchez se podía seguir gracias a las muecas que dejaba por el camino. Para Casado era "una muñeca rusa" en la que había "independentistas y etarras". Sánchez vio cómo se elevaba el candidato del PP tras el jab de Otegi. "Una persona experta en secuestrar es experta en pedir algo a cambio". Muy duro. La cara reflejaba su malestar, es decir, la inocencia de creer que le iba a salir bien la jugada de incorporar a Vox a la refriega. Verse allí solo, sin Abascal, fue un trago. Rivera le puso en la mesita de noche la foto de Idoia Mendia con Otegi, cuando Otegi estaba ya más presente que Iglesias.
La violencia de género y el aborto fueron sus circunvalaciones, a pesar de la sospecha de estar arrojándolas también desde las alturas. Sólo con la eutanasia sintió que tomaba la iniciativa e incluso ahí esquivó a la cámara al hacer sus propuestas.
Casado ajustó las cuentas del lunes: "No me señale", decía, mientras él hablaba de Cayetana Álvarez de Toledo, cuando el debate ya se había convertido en una tangana. "Quiero dar la enhorabuena a Atresmedia", dijo en zona mixta, que fue lo más interesante de toda su intervención: la genuflexión. El resultado de los dos encontronazos lo resumió el candidato popular: "no está a la altura". A Sánchez, el domingo, lo salvará la velocidad de la campaña. O eso cree él.