Leonor no es Greta Thunberg, por suerte...
Leonor nos ha hablado en un catalán perfecto, con ese chasqueo de las eses que Marsé ponía en la boca de Teresa en sus últimas tardes. Leonor nos ha hablado en Cataluña cuando las niñas ya no quieren ser princesas, cuando las niñas quieren ser activistas e irse al Polo a salvar los hielos y eso que tienen aquí al lado el glaciar enano del Aneto, al que no le hacen caso por la proximidad, que es el olvido.
La fotografía de hoy es Leonor, de niña a mujer, mientras que por detrás de los aplausos de sus padres van pasando la Historia, los gaiteros, los CDR que queman el retrato de Felipe VI y todo ese carnaval que es España.
Uno podría ponerse cursi, monarquizante, y sacar a colación la permanencia de la Corona en términos vagos y barroquillos como un angelote de porcelana. Pero yo de natural soy utilitario, creo en las instituciones y en su efecto, y yo sé que Leonor frente a los piojos de los indepes fue el mejor cierre para los días de infamia que asolaron Cataluña. Leonor ya ha tenido su 23-F, y ponerse en su piel es una tragedia. La Monarquía les enseña -y nos enseña- que hay que servir al bien común desde la más tierna infancia, aunque después las cosas puedan torcerse que no va ser el caso.
La Princesa de Asturias lleva a Cataluña en su corazón como nosotros llevamos al pujolismo en nuestras hambres con memoria histórica. La Monarquía está y se le espera, que ya podía aprender qué sé yo, la Abogacía del Estado o así. Los Borbones dan premios en un exilio intercatalán (en Barcelona y no en Gerona): entre los discursos socialdemócratas de toda fundación que se precie siempre hay espacio para que entre líneas se filtre la idea de que fuera de la Constitución no hay nada.
Uno ha conocido a niños prodigio como Joselito, y que los herederos a la Jefatura del Estado hablen bien en las lenguas peninsulares ya no es una habilidad que agradecer, sino un casi va de sua que dirían los cursis. La comparación de Leonor, que es un referente, con Greta Thunberg causa rubor. Una es un juguete roto de unos padres hippies y anacrónicos, mientras que la heredera al Trono tiene el amor de sus padres en una educación cargada de futuro.
Una vez me dijo un monárquico, de nombre Fermín y de apellido Urbiola, que los reyes estudian para embajadores y acaban por ganar la plaza, casi siempre, con cum laude. Yo sé que el barco de Chanquete/Greta no salvará el Planeta. Una palabra de Leonor en la ONU, sí que bastará para salvarnos.
Acaso porque prefiero el Bribón al yatecito de Greta y porque Dios sabe que soy biodegradable y republicano.