1. Isabel Díaz Ayuso
La presidenta de la Comunidad de Madrid dio positivo, lo comunicó públicamente, guardó una estricta cuarentena e impuso un ritmo de trabajo inclemente a su equipo para conseguir, batallando con un mercado internacional convertido en una selva, y no siempre con la cooperación del Gobierno, el material médico que necesitaban los médicos y enfermeras de Madrid.
Construyó un hospital en IFEMA en tiempo récord y llevó a cabo una maratón de comparecencias y entrevistas, sin preguntas censuradas, con el objetivo de convertir a su administración en una de las más transparentes del país.
Quizá por ello el Gobierno la ha señalado como objetivo prioritario de su artillería mediática. El objetivo es doble. Descargar de responsabilidad a Pedro Sánchez por su gestión de la crisis y atacar a la líder de la oposición que más ha crecido durante estas semanas.
2. Nadia Calviño, José Luis Ábalos, Margarita Robles, María Jesús Montero
El PSOE que podría sacarnos de la crisis, con la ayuda del PP, si es capaz de cortocircuitar la conexión tóxica de Pedro Sánchez con Podemos y los nacionalistas.
Media España ha puesto toda su fe en ellos. Aunque esa media España también sospecha que, en el momento decisivo, Calviño y compañía actuarán cual barón socialista y apoyarán las decisiones del presidente, por aberrantes que sean, frente a las opciones más sensatas.
3. Adriana Lastra, Carmen Calvo
El PSOE con el que no se puede contar y que no sólo no nos sacará de la crisis, sino que la agravará.
Sólo el rencor que Carmen Calvo guarda a Irene Montero, a raíz de su disputa por el trono de hembra alfa del feminismo institucional, podría jugar a favor de los intereses de los españoles. Pero sería en cualquier caso una carambola motivada por rencillas personales, no derivada de un arranque de sensatez política.
4. Isabel Celáa, Fernando Grande-Marlaska, María Aránzazu, Juan Carlos Campo Moreno
El PSOE irrelevante y que sólo espera instrucciones de Sánchez. En la práctica, todos ellos juegan en contra de una salida racional de la crisis. El ministro Marlaska, en concreto, es ya uno de los menos populares entre los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado de todos los que han pasado por el cargo.
5. José Luis Martínez Almeida
Es el otro gran triunfador de la crisis. Sin embargo, y a diferencia de Isabel Díaz Ayuso, Almeida ha sido alabado tanto por los suyos como por los ajenos. Y entre esos ajenos, una Manuela Carmena que jamás ha sido la abuela entrañable de las magdalenas que vendía la propaganda populista, sino una política de colmillo afilado y rencores profundos hacia sus rivales electorales.
A la buena imagen de Almeida ha ayudado no sólo su capacidad para comunicar ideas contundentes de una forma clara, recta y sin paja electoralista, sino un perfil percibido como menos ideológico –al menos durante las últimas semanas– que el de Ayuso y, por lo tanto, menos incómodo a los oídos de la España socialista.
6. Podemos
Visto con perspectiva, era 100% previsible que Podemos aprovecharía cualquier circunstancia trágica por la que pasaran España y los españoles para intentar forzar un cambio de régimen por la vía de los hechos consumados. Su actitud, de un oportunismo inaudito, puro manual de agitación marxista, ha sido desleal no sólo con el PSOE y con los españoles, sino con la democracia misma.
De momento, PSOE y Podemos se sostienen mutuamente como dos boxeadores sonados y fingen sintonía total. Es una imagen falsa. A Sánchez e Iglesias apenas les une el interés, sabedores de que conforman el Gobierno más frágil de la historia de la democracia española.
7. Los médicos y las enfermeras
Intocables a ojos de los españoles. A pesar de que el sector es, en buena parte, leal al socialismo, el profundo enfado que la pésima gestión de la pandemia ha generado entre el personal sanitario podría convertir a éste en un elemento clave de la crisis. Si los médicos y las enfermeras se manifestaran masivamente frente a Moncloa, el Gobierno no tardaría ni 48 horas en caer.
Y si eso ocurriera, el sector sanitario alcanzaría cualidades casi divinas entre una ciudadanía española que sólo aspira a un Gobierno sin estridencias ni neurosis ideológicas más propias de 1936 que de 2020 y que gestione la crisis sin provocar un conflicto civil entre españoles.
8. Pablo Iglesias
La irresponsabilidad de Pablo Iglesias, saltándose la cuarentena a placer cuando le ha interesado por motivos propagandísticos, habría comportado su cese inmediato en cualquier otra democracia europea. Pero en España no rigen ya las formas de las democracias avanzadas, sino las del populismo bolivariano.
Podría ocurrir que el PSOE perdiera el Gobierno tras esta crisis, pero es prácticamente imposible que desaparezca como partido. El futuro de Podemos, sin embargo, está ya escrito. Cuando este Gobierno caiga, Podemos derrotará hacia la irrelevancia electoral.
Y por eso la formación morada resulta ahora más peligrosa que nunca. Porque Pablo Iglesias sabe que ha agotado todo su crédito en apenas tres meses de Gobierno. Y eso le llevará a hacer todo lo que sea necesario para permanecer en el poder a cualquier precio. Incluido incendiar las calles si se ve acorralado por un pacto entre PSOE y PP.
9. Pedro Sánchez
El llamado efecto bandera –el empujón en los índices de aprobación personal que reciben los líderes en tiempos de crisis– ha amortiguado el impacto de la mala imagen generada entre los españoles por la incapacidad del presidente para gestionar esta crisis. Pero sería engañoso juzgar a Sánchez en base a ese trampantojo cortoplacista.
El liderazgo mundial de España en muerte e infecciones lo dice todo acerca de la actuación del presidente. Y las portadas de las cabeceras de la prensa internacional, incluidas la de estricta obediencia socialdemócrata, sólo han hecho que confirmar lo obvio: ningún otro Gobierno del planeta ha gestionado peor la crisis que el de Sánchez.
Pero el presidente tiene a su alcance una salida no sólo inteligente y necesaria, sino también honrosa, a la crisis. Un gran pacto nacional con el PP y la ruptura de su asociación con Podemos y los nacionalistas. Es cierto que eso exigiría del presidente algo que no ha hecho jamás con anterioridad, poner el interés colectivo por delante del personal, pero siempre hay una primera vez para todo.
10. El Ejército
El sacrificio del Ejército y su labor callada y eficaz, sobre todo en residencias de ancianos en situaciones límite, ha logrado que durante esta última semana se vieran imágenes impensables hace sólo un mes. Como la de los ciudadanos de la Cataluña interior aplaudiendo desde sus ventanas a la UME. O la del Gobierno de la Generalidad pidiendo la ayuda del Ejército con el argumento de que ellos "también pagan".
Incluso la anécdota negativa –los cacerolazos minoritarios de unos pocos simpatizantes de Bildu en algunas calles de Navarra– ha jugado en favor de la imagen del Ejército. Porque si ésos son todos los españoles que rechazan al Ejército, entonces este puede estar seguro de que la Nación está de su lado.
11. Inés Arrimadas
Está siguiendo la estrategia correcta. No sólo para el partido, sino también para la salida de la crisis. Es decir, para el país.
Es cierto que no cabe otra opción razonable para Ciudadanos. Pero el partido había perdido su razón de ser durante el último año y el simple hecho de que ahora tenga una línea de actuación, la que sea, ya es un paso en la buena dirección.
Es también cierto que la estrategia de Ciudadanos es más una estrategia respecto a la oposición –distanciamiento explícito de Vox y giro hacia el centroizquierda– que respecto al Gobierno. Pero si esa estrategia fuera seguida por el PP, la alianza con Podemos no tardaría en tambalearse.
12. La Corona
Más allá de ser víctima de la típica maniobra oportunista de Podemos en forma de cacerolada, la Corona ha pasado relativamente desapercibida durante esta crisis.
Felipe VI ha facilitado algunas gestiones actuando como intermediario y logrando que llegara a España un material que quizá no habría llegado de otra manera a nuestras manos.
Pero el perfil discreto que ha adoptado durante la crisis, muy similar en realidad al perfil adoptado por el Ejército, ha hecho que la Corona no se haya convertido en un elemento central de la crisis, como así habría deseado Podemos.
La decisión parece la correcta.
13. El Gobierno
Considerado globalmente, el Gobierno es la institución que ha salido más dañada de esta crisis, y así lo atestiguan todos los sondeos. En circunstancias normales, un Gobierno con los actuales niveles de aprobación no duraría más allá de unas semanas en el cargo.
Pero a falta de una oposición con un plan que vaya más allá de sentarse a esperar que el Titanic se hunda, con todos sus pasajeros dentro, es incluso probable que el Gobierno logre perpetuarse en Moncloa y evitar la convocatoria de elecciones hasta 2022 o 2023.
14. Pablo Casado
Es al mismo tiempo la salida a la crisis y el tapón que impide que esta desagüe.
Acogotado por los aspavientos de Vox, por unos barones más molinos que gigantes y por unos asesores de Nuevas Generaciones que andan ahora mismo repartiéndose unos ministerios que están muy lejos de estar ya en sus manos, Pablo Casado ha decidido hacer de su capa un Mariano y esperar a que el Gobierno se caiga con todo el equipo.
Ni siquiera la evidencia de que ese equipo son España y los españoles ha hecho cambiar a Casado de opinión. Al menos, por el momento.
Casado está, sin embargo, a tiempo. Pero para ello ha de mutar primero de candidato a líder. Y eso implica salir de su zona de confort. Es decir, arriesgar su cuello. Los españoles esperan expectantes su decisión.
Ser la única alternativa al caos –es decir, concebirse a sí mismo sólo como la opción "por descarte" frente a un Gobierno desastroso– no debería ser suficiente para alguien que aspira a gobernar este país.
15. Los sindicatos
El escándalo de los liberados del sector sanitario que se negaron a volver al trabajo para echar una mano a sus compañeros en primera línea del frente de batalla contra el virus ha sido la gota que ha colmado el vaso de la paciencia de muchos españoles. Justo es decir que no ha ocurrido en todas las comunidades y que en algunas los liberados se han incorporado mayoritariamente al trabajo.
Pero si los sindicatos no demuestran de forma masiva y unánime estar al servicio de los trabajadores españoles, sino al servicio de los partidos de izquierda, de los nacionalistas y de sus propios intereses personales, entonces lo mejor que pueden hacer es desaparecer del escenario político a la mayor brevedad posible.
16. Los ministros de Podemos
Salvo por la ministra Yolanda Díaz, que algunos han querido convertir en la Alexandria Ocasio-Cortez española creyendo que le hacen un favor, el papel de los ministros de Podemos ha oscilado entre la nada de Manuel Castells, la irresponsabilidad de un niño con un juguete demasiado caro para él entre las manos de Alberto Garzón y el sectarismo ideológico fuera de tono, de tiempo y de lugar de Irene Montero.
Los ministros de Podemos, con la mencionada excepción de Yolanda Díaz, quizá la más preparada del lote, no han sido de ninguna ayuda en una crisis como ésta. También, que su verdadera vocación no es la del servicio público sino la de la imposición de un régimen intervencionista más cercano a los márgenes de la democracia que a su cogollo y radicalmente incompatible con las libertades constitucionales.
Los ministros de Podemos han demostrado no ser la solución al problema, sino parte de él.
17. Policía y Guardia Civil
Están en el mismo caso que el Ejército y los médicos y enfermeras de la sanidad pública y privada y serán vistos como héroes durante mucho tiempo. Las muertes y las infecciones en ambos cuerpos, superiores a la media del resto de los ciudadanos, han impactado de lleno en una ciudadanía ya muy sensibilizada por los riesgos a los que han sido sometidos por un Gobierno incapaz de dotar de material de protección adecuado a sus agentes.
18. Alberto Núñez Feijóo
Uno de los barones autonómicos cuya gestión de la crisis está siendo más valorada por los ciudadanos. Los sondeos le están dando la razón y no sería de extrañar que en las futuras elecciones autonómicas gallegas, Feijóo obtuviera esa mayoría absoluta que parecía balancearse en la cuerda floja hace apenas unas semanas.
19. Partidos nacionalistas
Desnudos frente a la realidad. En el caso del PNV, su fama de buen gestor, alimentada por décadas de remo a favor de corriente en las que el nacionalismo apenas se ha visto obligado a gestionar la riqueza sin contribuir a la solidaridad con el resto de regiones españolas, ha quedado seriamente dañada.
Los hospitales vascos han colapsado como el resto, sus residencias se han convertido en focos de infección similares a los del resto del país, sus funcionarios han trabajado tan desprotegidos como los del resto de España y los dos trabajadores sepultados en el vertedero de Zaldibar siguen allí tras más de dos meses de olvido por parte del PNV y el PSE.
El nacionalismo catalán, por su parte, ni siquiera gozaba de fama de buen gestor. Pero el caos generado por el Covid-19 en la región ha borrado de un plumazo cualquier fantasía autárquica que pudieran albergar sus líderes.
La petición de ayuda al Ejército por parte de la Generalidad lo dice todo acerca de su gestión de la crisis y sitúa al nacionalismo catalán en el contexto de la realidad. Es decir, en el de un gobierno regional que, a la hora de la verdad, ha demostrado las mismas carencias que el resto de los gobiernos regionales españoles. Ni más ni menos.