María Teresa Campos
Monográfico es aquel trabajo que se hace de forma detallada y minuciosa sobre cierta parte de una ciencia o de un asunto particular. El asunto puede ser la primera guerra mundial, los aerosoles o la Pasión de Cristo, por no decir la fuga y tocata del Rey Emérito, que tiene más morbo.
Esta semana le ha tocado el monográfico a Teresa Campos, alias Mari Tere, que fue un icono en radio y televisión. Pero los tiempos corren, los personajes pasan y Mari Tere se ha visto de pronto asfixiada en su propio ocaso, que es el de todos, por desgracia para quienes lo vemos venir.
Mari Tere nació en Tetuán, fue morita, malagueña y parlanchina, además de locutriz y emperadora de las mañanas. Estudió Filosofía y Letras y luego se refundó como periodista. Tenía madera. Si se estampaba un avión en Barajas, era la más rápida en contarlo. Su reflejo andaluz y polichinela la situó pronto en lo alto del escalafón. Debe la gloria a TVE y a las clases pasivas que ven televisión mañana tras mañana.
Desafortunadamente, todas las gracias traen sus desgracias, y en el caso de Mari Tere fueron Bigote Arrocet, los Albiac Carrasco y el comercio de las exclusivas pagadas, su ruina principal. Hablando de exclusivas, en ellas ha participado toda la familia, hijas y nietas, novios y ex novios.
Teresa es una mujer multidisciplinar. Canta (mal), interpreta sainetes (bien) y baila lo que le echen. Es generosa, posesiva, indomable. Y desquiciada a su pesar. Deja novios en el camino y en el balcón de Málaga donde presenta a sus pretendientes cuando llega Semana Santa.
Arturo Pérez-Reverte
Hace libros como churros. El último, Línea de fuego, se centra en la batalla del Ebro, concretamente en un pueblo ficticio que bautiza con el nombre de Castellets del Segre. Ahí es posible que algunos días claros los vecinos oigan entre sueños el lamento del viejo campanario de Fayón, cuyo cuello emerge calladamente de las aguas. La inundación se produjo en 1967, y todo el pueblo huyó despavorido.
Fayón ha sustituido la imagen solitaria del campanario por la del turismo ruso, que ha encontrado en este lugar un paraíso donde pescar siluros gigantes, unos peces que parecen animales mitológicos.
El nuevo Fayón, construido a pocos kilómetros del viejo, vive al margen de la historia, pero todos los años recrea la batalla de 1938, unas noches antes del 24 de julio, cuando el ejército republicano hizo su última intentona. Un fayonero lo explica así: “La batalla del Ebro no solo se libró en Gandesa. Fayón tambien pagó su historia con sangre. Las casas de Gandesa y Corbera fueron machacadas, y hasta bien entrados los años setenta sus fachadas, desfiguradas por los tiros, parecían coladores”.
Pérez-Reverte ha reconocido en muchas ocasiones que Franco le importa un pito, y otro pito la guerra civil. Si ha escrito Línea de fuego ha sido como réplica a los políticos que tanto detesta. Lo que de verdad le gustaría a Reverte es escribir una novela sobre Raúl del Pozo, por el que profesa auténtica devoción.
En el Pachá de Trapote, Reverte contó un día que su amigo había yacido con la duquesa de Alba y que saltó del lecho, como Dominguín, solo para ir a contarlo. Delante estaba Cayetano Martínez de Irujo, al que un color se le iba y otro se le venía.
Hace poco, Arturo retomó la cantinela: “Del Pozo ha follado muchísimo, muchísimo. Más que Umbral”. Dicho sea con orgullo de amiga, Raúl se ha rehabilitado gracias al feminismo y la modernidad. Pero el machismo y la misoginia reclaman otra oportunidad. Raúl debería rechazarla si no quiere que las feministas lo capen.
Salvador Illa
A Felipe González, Salvador Illa le recuerda a Ernest Lluch. Quizás por el soniquete catalán, o por su firme creencia en la sanidad universal y gratuita. Por lo demás, Lluch era socarrón e Illa, serio. En cuanto a Salvador Illa respecto de sí mismo cabría decir que empezó en esta movida de la pandemia con inseguridad, como si su rodaje en el Ministerio no le hubiera proporcionado tablas.
Ahora, sin embargo, el ministro pisa fuerte y habla duro, y si no, recuérdese la bronca de la rueda de prensa del estado de alarma. Quienes conocen a Illa sostienen que el entrenamiento le vendrá muy bien de cara al futuro, suponiendo que sea candidato a la Generalitat, si Iceta y la autoridad lo permiten.
La tensión entre Illa y Ayuso (Moncloa y la Comunidad de Madrid) en esta segunda ola, ha sido la causante de varios mosqueos. Algunos se preguntan si el ministro sería tan agresivo si en lugar de tener enfrente a la Comunidad de Madrid hubiera tenido a la Generalitat de Catalunya. Lo de agresivo es un suponer. Illa no es agresivo, pero se le nota demasiado que está de Ayuso hasta los mismísimos.
La confrontación del ministro y la presidenta ha tenido efectos colaterales notorios. Por ejemplo, la desactivación de Pablo Casado, que a punto ha estado de desaparecer bajo las fauces de los contendientes. De ahí que el viernes irrumpiera en la rueda de prensa dispuesto a monopolizar el espacio mediático.
Sánchez está contento y se frota las manos. Aparte está el pique de Illa con la ex ministra Pastor. Ambos son cautos, autocontrolados y coinciden más de lo que ellos imaginan. Y es que la Sanidad, hoy, merece ser un tema nacional.
Mario Conde
Quién lo iba a decir: empezó de banquero en Banesto y continuó de bailarín de sevillanas en El Portón. Con la cárcel y la pérdida de Lourdes Arroyo, su mujer, se hizo místico y un poco raro. Ya en la calle, puso una tribuna en Intereconomía para saber más que nadie. Pero ya no era el mismo. No sonreía ni tenía aires de chulángano. Todo lo contrario. Parecía recién salido de una secta y daba la impresión de que en cualquier momento empezaría a hablar de ovnis.
Mario Conde, que había sido uno de los hombres más inteligentes del país, con un coeficiente intelectual que tiraba de espaldas, empezó a decaer. Las señoras dejaron de ir detrás de él porque había perdido parte de su sex appeal. Tampoco se lo disputaban como pareja de baile. Fallecida su esposa, ya solo le interesaba Alejandra, su hija, una chica muy lista en la que el financiero se reconocía. Y al revés. También Alejandra era un calco de su padre. Los dos se admiraban.
Pasado el tiempo, asomaron las primeras inquietudes sentimentales en el corazón de Conde. Se casó con una catedrática gallega y juntos se fueron a vivir al Pazo. Hasta que llegó la separación y el divorcio. Más tarde se ennoviaría con una sevillana que atendía por el nombre de Pilar Marín, pero la relación tampoco funcionó. Ahora se ha sabido que desde los comienzos de la pandemia (parte I) sale con otra sevillana, pintora de afición y aristócrata. La aristócrata se llama Adriana Torres Silva y es marquesa de algo. Ella sí le va.
Pese a ser un hombre dedicado a los business este paréntesis místico/sentimental podría terminar en boda. Conde puede haber encontrado la horma de su zapato.
Segundo matrimonio, Conde ha encontrado seguramente a la mujer de su vida. Reúne todas las condiciones.