Los sueños húmedos de Bildu no son ni siquiera los de sus mayores: ellos tienen el bizum; sus antecesores rompían cajeros y el aita -ay el aita- tenía la muga y las pistolas tatuadas hasta en el hipotálamo.
Quiero decir que Bildu ha hecho algo histórico: ser pata de la gobernación del Estado opresor y justificación de tantos años de sufrimiento allí y aquí: en el caserío y en el cortijo.
Siguiendo el poema de Niemöller, primero fueron a por tal, después por cual... pero acabaron viniendo a por la gente que viste y calza y ahora, ellos, te gestionan el desempleo. Tanto que Bildu es hoy izquierda y Podemos, la tanganilla de Iglesias, un centro liberado de togas, un abertzalismo tranquilo, un partido hermano de Matute, que se echa colonia y viene bien blanqueado por la coalición de Frankenstein, que es euskaldún por los cuatro -o dos- tornillos.
Sánchez le dará al PNV las cárceles en cinco meses y, con mascarilla, los mártires de ETA pisarán las calles nuevamente, como cantó Pablo Milanés sobre Víctor Jara. Qué infamia.
La foto que subimos hoy, si cambiamos las caras y nos vamos veinte años atrás, es la misma. Como con Patria. Pobres gentes de Mondragón y Alsasua con tiempo libre y todo un matriarcado/patriarcado de mitologías con demonios en la que, según un cura de la cuerda, la culpa era del guardiacivil de Úbeda y había que sacrificarlo por Cristo Redentor. Bum.
Quiere decirse con todo esto que Pedro Sánchez es el libertador de Euskal Herría, el hombre que acercó a los presos no ya por esa humanidad de las madres de Patria, sino por su supervivencia política que puede eternizarse entre que matamos el virus y los listos destetan al Estado de las Autonomías.
Cuando el tiro en la nuca era habitual, Sánchez jugaba al baloncesto y se curtía en ese presanchismo que es la guapura en dialéctica con el acné. Cuando lo de Múgica o lo de Lluch, Sánchez no estaba ni se le esperaba. Pero entonces -años después- pasó algo, llegó la crisis y un día que yo andaba tocando el violín en un tejado del barrio de Salamanca, ETA dijo que dejaba de matar y los chicos de las nueces, sin pasar por Deusto o por el despiojador, se nos hicieron diputados. Y claro, siempre hay un televisor con un toro de Osborne en Ceuta y la foto del niño, sí, del niño, al que reventaron las túrdigas en el Norte y que es una cifra más de las cifras incontables -e incontadas- de los muertos. Las lágrimas no importan, y a Iván Redondo la telegenia que le queda bien es otra muy distinta.
Lo que más sorprende de todo esto es que haya tipos como Matute o como Otegi que vengan a ser referentes de paz de los que leen a Chomsky mal traducido y entre la paz de un patio con jazmines. Como mi vecino Genaro, buen hombre con malas lecturas.
Algún berberecho intelectual desde el Gobierno -el que fuere- cambió el relato para que la izquierda transija con ellos ya no como interlocutores, sino como víctimas. Y ése el relato; y quien no comulgue a Vox, maitia.
El acercamiento de presos fue el desiderativo de ETA por el cual Miguel Ángel Blanco llegó en muerte cerebral al Hospital Universitario de San Sebastián. Allí, de donde partieron tantas palomas y un féretro y un espíritu, el de Ermua, que fue lo mejor de nuestra democracia. Algo tan inenarrable ya como la separación de poderes: O tempora, o mores, que diría Cicerón.
Yo vi caerse el Muro en los desvelos de la niñez con mi primer cubata con cuatro años, pero con ETA y su supuesto final no tuve eso que mis mayores del PCE tuvieron cuando Franco estiró la pata: lo del champán en París y el folleteo entre camaradas.
Conozco el País Vasco como si hubiera nacido en él; he estado medio prometido con una de Elgoibar, peneuvista, y eso impone carácter y conocimiento de lo que es vivir en un engaño con buenos alimentos y cuñados que te espían. En el bus premium escribí mi último libro y aprendí que hay una España verde que no hay que dejar de lado.
Yo sé que el acercamiento de presos que concede Sánchez es algo que sorprende al PNV, que silencia los Zutabes, que garantiza unos Presupuestos y que les da la puntilla de muerte a las viudas: doblemente confinadas. Por el bicho y por la bicha; el covid o la serpiente.
Presoak etxera: todo cumplido.