La resurrección de Casado y la conjura Frankenstein
Qué tropa, Miquelarena. Qué días aquellos de la segunda ola, del dentista exaltado, del pecho de Abascal desinflado y de Casado revivido como un Lázaro que llega en el descuento pero que sirve, vaya si nos sirve.
Como Daniel el Mochuelo en El Camino, las cosas podrían haber sucedido de otra manera, pero sin embargo sucedieron así: Abascal quedó como Cagancho en Almagro, Arrimadas volvió a ser la que era y el centro-derecha se encontró entre la aceituna de Teo y lo canovista de Pablo Casado. Se vio brillo frente al disparate, quizá porque el poeta nos dijo ya aquello de que "el espanto puede dar lirios".
Todos recordaremos esta moción de basurilla, este teatro entre muertos que se asfixian y bares que cierran porque, entre otras cosas, en plena pandemia volvieron a sonar los tambores del cuarentañismo, se culpó a la masonería china y se tocaron a los muertos a beneficio de inventario, nene.
Podríamos quedarnos con cualquier imagen de la moción de censura, pero haciendo un ejercicio de azorinismo periodístico vamos a quitar los personajes (Calvo y compañía) para quedarnos en lo esencial, en el hueso, en los logotipos de los diez partidos estampados en un manifiesto con el que que me van a enseñar a mí y a los hijos de la ira lo que es la democracia: precisamente ahora que ya peinamos canas de tantas crisis que vienen a tenazón.
Porque democracia es Mertxe Aizpurua, con el partido, el suyo, que aún huele a lo que huele. Porque democracia es la CUP, a la que debemos dos hitos fundamentales de nuestra Historia reciente: la figura efímera de Antonio Baños y que mandaran la barbilla repeinada del pollopera Mas al vertedero de la Historia (perdón por la mayúscula y por la reiteración, pero el Periodismo es el segundero de la Historia, y hay que reivindicar este oficio).
Democracia es también el PNV, agitando nueces en las campas de Altube y mirándose la sangre, no sea que más que Covid le aparezca un glóbulo maqueto o tengan que desenterrar el vertedero -otro más- de su pasado.
La democracia es el BNG, que no se sabe si sube o si baja, si está o si se le espera, si terra o gaita zurdilla. Y luego Compromís, esa ERC con diazepam y naranjas que ha venido a la política levantina a algo, que no se sabe muy bien qué es. A poner patinetes no contaminantes y a meter con calzador a Joan Fuster en Orihuela y en Requena, que ya son ganas.
Quiero decir con este retrato de parte de los firmantes, que ellos son la democracia, y el resto, según la misma dialéctica voxera, semos peligrosos fascistas, colaboracionistas y hasta inquisidores generales. Claro que no me olvido del partido de Puigdemont, ni de ERC, ni de Podemos. Pero éstos son partidos del Frankenstein más cipotudo y el BNG, con un diputado, nos mueve a una ternuriña infinita.
Fue una moción de censura nonata, pero el esperpento se volvió esperanza porque, aunque le duelan prendas admitirlo a Iglesias, algo de gran política sonó en el Congreso mientras la radio sonaba en el hospital 12 de Octubre, daban extremaunciones en la habitación de al lado y a la Vuelta le quitaban el Tourmalet, que es la España viva de los vascos en julio.