Leonor

Vuelve Leonor, la niña aplicada que habla catalán e inglés y dentro de nada estudiará en un castillo con almenas donde no presumirá de princesita, y sus padres le enviarán una paga de 50 euros al mes. Estudiar en el extranjero no es nada nuevo. En su día ya lo hizo su padre y fue algo de lo que se siente muy orgulloso. Todo hay que decirlo. Su padre estudió en USA y en Canadá, que no son Europa. Leonor lo hará en Gales. Ahora que caigo, Carlos de Inglaterra también estudió en Gales. El peligro de que estudien en Gales, en Escocia o en Girona, es que se les contagie un ramalazo indepe.

Leonor estudiará el bachillerato internacional en régimen de internado. Como otros Royals, nuestra heredera se ha sometido al proceso de selección habitual: anónimo y de nivelazo. De 500 solicitudes españolas, el colegio ha aceptado 14. Qué menos.

Situado en un castillo del s. XII conocido como St. Donat's, el Atlantic College recibe cada año 350 alumnos de 90 nacionalidades. Felipe VI y la reina Letizia recurrieron a los reyes de Bélgica para recoger informes sobre el colegio, al que asistió en años anteriores la princesa Elizabeth.

El ideario del colegio ha sido del agrado de los Reyes de España, y puede que especialmente de la reina Letizia, poco afecta a los pijos. Entre los preceptos básicos, llaman la atención los siguientes: no se toleran la ostentación ni los títulos nobiliarios, tampoco se tiene en cuenta el patrimonio familiar y solo se perciben ayudas económicas por méritos académicos.

La noticias sobre los próximos estudios de Leonor no habrían causado ninguna extrañeza si en la tele pública no se hubieran divulgado con un rótulo que a modo de pie de foto de Juan Carlos I, decía: “Leonor se va de España como su abuelo”. El programa que lo divulgó era La hora de La 1 y el rótulo permaneció en pantalla casi dos minutos. En el minuto tres, la escandalera ya estaba armada. Lo siguiente fue un tuit del chispeante guionista del programa, Bernat Barrachina, que decía: “Me han despedido como al abuelo de Leonor”. Al texto iba pegado el famoso vídeo de Juan Carlos pidiendo el histórico perdón: “Me he equivocado, lo siento, no volverá a ocurrir”.

Pablo Iglesias

Primero dijo: “España no es una democracia plena”. Y luego se arrepintió. En realidad no se sabe si el arrepentimiento también fue pleno, pero quienes prestaron atención a su gesto durante el Consejo de Ministros del martes último sostienen que el vicepresidente se mantuvo todo el rato cabizbajo y refunfuñón, contrariado y amenazante.

En los días posteriores, el runrún creció y el vicepresidente empezó a engordar de satisfacción. Las tertulias de la mañana se habían hecho eco de los comentarios de la prensa sobre el desdén con que había tratado Iglesias a nuestro sistema democrático español. En buena hora.

Su reacción no se hizo esperar: “Si molesta a tantos es que a lo mejor estoy diciendo la verdad”. El propio Iglesias se refirió con nombres y apellidos a los periodistas que le habían afeado la conducta: Ana Rosa Quintaba, Susanna Griso, Vicente Vallés, entre otros.

Horas después, fue Margarita Robles la que metió el dedo en el ojo del vicepresidente. La ministra de Defensa hizo apología de la democracia española ante los militares. Y con eso tuvo bastante para seguir ejerciendo de bestia negra en la parte no socialista del Gobierno.

Iglesias sigue pensando que lo persiguen por sus ideas. Se refiere concretamente a los casos Dina y Neurona, que siguen vivos y coleando en sede judicial, aunque en el primero de ellos el Tribunal Supremo no haya encontrado suficientes elementos de juicio para proceder actuar contra el aforado vicepresidente del Gobierno.

El caso es que Iglesias pretendía armarla y la armó. Ahora no son uno ni dos los que le piden a Sánchez que tome medidas contra el subversivo compañero de viaje. Aunque, quién sabe: a lo mejor ya es demasiado tarde.

Belén Esteban

En el mundo del colorín, cada dos por tres llega la sangre al río. Véase el caso de la “Panto” y una fan llamada “Celeste”. O el de Ana Soria y su afición a conducir sin carnet. O el de Julio José Iglesias y su difícil divorcio de Charisse Verhaert, por no hablar del caso Campanario y la noticia que nunca existió. No me refiero a nada especial. O a todo y a nada.

La “Campa” es el producto onírico de una telenovela que nació y creció en una ambición. Compitió con Belén Esteban y le ganó la partida del matrimonio. Tras varios meses de silencio espectral, la señora de Jesulín ha querido doblar la apuesta. Hace unas cuantas noches, la “Campa” entró en trance de madrugada y sin encomendarse a Dios ni al diablo, escribió una carta a su rival y temblaron todos los adjetivos. Pero Belén no se mordió la lengua y, mirando a cámara, sacó al Demóstenes que lleva dentro. La lio parda.

Ahora la de San Blas toca madera y saca pecho. Belén es algo más que una vocación tardía. Es una madre coraje, una mujer que interpreta su propio personaje.

En otros tiempos la apodaron 'la princesa del pueblo'. No sé qué título le tendrán reservado para el futuro, cuando se enfrente a las cámaras y mirando al fondo de la lucecita roja, reconozca el papel de su vida. Seguro que deja a la Magnani en bolas.

Isabel Sartorius

Hace unos años. Isabel Sartorius y César Alierta se conocieron y se enamoraron, o al menos eso parecía. No es nada del otro mundo. Yo incluso diría que sucede en todas las novelas y si me apuran, en todas las familias. Pero los tortolitos no cayeron en la cuenta hasta mucho más tarde, cuando empezaron a sospechar que el matrimonio era la ilusión de su vida.

La comidilla se divulgó rápido. En los trescientos kilómetros que median entre Zaragoza y Madrid no se hablaba de otra cosa. También se cruzaban las apuestas. Según unos, Sartorius se derretía por Alierta. Según otros, Alierta no se derretía por Isabel porque ya venía derretido. Su problema eran las circunstancias familiares, que no cuadraban demasiado con las de Isabel. Y mucho menos con sus deseos.

Creo que además los entornos respectivos no favorecían la relación. Isabel estaba necesitada de recursos, en cambio, César andaba sobrado. Así las cosas, la pareja decidió poner punto final después del verano esperando que los tiempos venideros fueran más propicios. Ya se verá. Mientras, Isabel sigue soñando con una vida estable.

En el gran Madrid pasan inadvertidos y tienen más libertad. Aquí la vida les sonríe. Van al cine, a la ópera, a cultivar el cuerpo y a tomar copas discretamente. Luego se recogen en casa y ven series de televisión. Quién sabe, a lo mejor hoy están celebrando San Valentín.