La verdad es que la sucesión de acontecimientos ha tomado una velocidad de vértigo y no es fácil elegir uno al que dedicar mis comentarios semanales: Afganistán, Covid 19, la factura eléctrica, los presupuestos del Estado, las concentraciones Bilduetarras en apoyo del mayor asesino de la banda terrorista, la impresionante explosión volcánica en la isla de La Palma, la detención anoche de Puigdemont…pero esta vez han podido más mis afectos personales y aquí estoy dispuesto a hablar de mi muy querida Concha Velasco.
Algunos pensarán que he elegido el tema más fácil, y se equivocan de medio a medio, porque es tanto y tan bueno lo que se puede decir de aquella “muchachita de Valladolid” que la selección no es sencilla. No pretendo siquiera hacer un mini relato biográfico, pues daría para un grueso volumen y por ello voy a referirme fundamentalmente a aquellos acontecimientos en los que de alguna forma he participado personalmente, por lo que pasaré por alto la multitud de premios, galardones, homenajes y reconocimientos que, fundamentalmente en relación con el mundo del cine, el teatro y la televisión ha recibido a lo largo de su dilatada vida profesional.
Nacida en Valladolid hija de militar, se trasladó enseguida a Madrid iniciándose en el grupo de baile de Manolo Caracol, (siempre tuvo unas preciosas piernas…) y “las Varona”, sus primas, vivían en el 14 de la Acera de Recoletos, donde vivían los León Sismiega y a cuatro portales de mi casa en la misma calle. Por entonces siempre se hablaba de las dos grandes actrices vallisoletanas, (la otra era evidentemente Lola Herrera), curiosamente ambas coherentemente socialistas y merecedoras del respeto y admiración de los vallisoletanos no sectarios.
Aquella “Chica Ye -Ye”, unas veces desde el escenario, otras desde la pantalla grande, y otras desde la televisión, (nunca olvidaré su magistral trabajo como Santa Teresa en la serie de TVE bajo la dirección de Josefina Molina) o posteriormente en la versión española de las “Chicas de oro”, en compañía de su amiga Lola Herrera siempre fue coherente y recordaba, y recuerda permanente su triple condición de vallisoletana, socialista y profundamente creyente… circunstancias estas dos últimas que le ha originado más de un problema.
Como socialista contactó con el alcalde Bolaños, quien la hizo pregonera de las ferias y como en este país la cultura está controlada y subvencionada por la izquierda se apuntó a la “banda de la ceja” de nuestro también paisano Rodriguez Zapatero. En mi opinión su único error… aunque comprensible.
En 1999 la nombré pregonera de nuestra Semana Santa, y el tema no estuvo exento de polémica, pues algunos ilustres representantes de la carcundia vallisoletana se sintieron ofendidos por su condición de socialista, algo por cierto que se repitió con algunos de los nombramientos que hice con posterioridad.
Concha, al enterarse, me llamó para renunciar al encargo y evitarme problemas políticos, algo que evidentemente no acepté. A partir de ese momento se estableció un lazo de amistad y cariño muchas veces compartido con el matrimonio Rodriguez Bolaños. Desde entonces mis encuentros con Concha, unas veces “presenciales” y otros por teléfono y WhatsApp son constantes con intercambio de fotos y vídeos de carácter personal y familiar.
La rehabilitación del Teatro Calderón, nos permitió un nuevo reconocimiento municipal, dedicándole uno de los pilares del mismo, y allí está su placa de bronce y su célebre frase de “Mamá, quiero ser artista”.
En el año 2001 la nombramos “Embajadora del Teatro Calderón”, con ocasión del estreno de Hello Dolly en el propio Calderón, musical que fue patrocinado por el Ayuntamiento, Caja Duero y la Fundación del Teatro Calderón. Casualmente yo presidía dos de las tres instituciones y era vicepresidente de la tercera.
Más tarde, la transformación del antiguo matadero municipal en el Laboratorio de las Artes (LAVA), nos permitió dedicarle un nuevo homenaje dando su nombre a la sala más moderna y amplia del complejo. Aún recuerdo sus lágrimas al entrar en la sala… En la 58 edición de la Seminci le concedimos la Espiga de Honor de nuestro Festival…
Posteriormente, la Ley de la Memoria Histórica me obligó a retirar el nombre de Rosario Pereda en una calle paralela al Paseo de Zorrilla y aproveché para dedicarle esa calle a nuestra ilustre paisana, algo que también le produjo una enorme emoción.
Finalmente, el Ayuntamiento decidió concederle la Medalla de Oro de la Ciudad, lo que me pareció un gran acierto. Y cuando se lo comunicaron, exigió la presencia en el escenario de sus alcaldes amigos, Tomàs y Javier.
Después de cuanto antecede, comprenderá el lector que cuando hace unos días se despidió de su público en su Teatro Calderón, se sorprendiera de mi ausencia en aquella función. La llamé por teléfono y entendió perfectamente las razones de mi ausencia. Desde ese momento se han incrementado sus llamadas telefónicas. Por un lado, siento una enorme tristeza por su retirada, pero por otro creo que es un retiro ganado a pulso.
Y ahora, Concha, a disfrutar de los nietos que es lo más importante de cuanto nos queda. Desde Valladolid, un fortísimo abrazo con todo el cariño del mundo.
Hasta la semana que viene