La viuda de Hollywood, ecológico Garzón y el teatral Jorge Javier

La viuda de Hollywood, ecológico Garzón y el teatral Jorge Javier Guillermo Serrano Amat

EL BESTIARIO

La viuda de Hollywood, ecológico Garzón y el teatral Jorge Javier

Lía Trujillo, Alberto Garzón, Boris Johnson y Jorge Javier Vázquez; la autora comenta lo más destacado de la semana a través de sus protagonistas. 

16 enero, 2022 01:45

Lía Trujillo

Guillermo Serrano Amat

Jaime Ostos, que en paz descanse, fue su último novio. El la llamaba Lía, y los demás le decíamos Lita. Lía tenía evocación judía y Lita la tenía cristiana en diminutivo. Su nacimiento pudo tener lugar en Jaffa (actual Israel) aunque su origen familiar es austrohúngaro.

Según versiones familiares en los libros de familia constaba como Iria Lía Myriam Menszelecky, una mezcolanza de nombres y apellidos llamada a desvanecerse. Lía derivó en Lita, que más tarde sería Lita Milán, y a continuación Lita Trujillo.

Recorrió el mundo: Jaffa, Nueva York, Los Ángeles, Santo Domingo, París y Madrid. Mientras rodaba películas y bailaba en Las Vegas conoció a Ramfis Trujillo (hijo del dictador dominicano) y se casó con él. En Boca Chica (RD) aprendió a ser noctámbula y a soñar con los actores que había conocido en Hollywood: Steve Mc Quenn, Paul Newman y Anthony Quinn, galanes con los que amplió su historial de EE (Episodios Eróticos).

Rafael Leónidas Trujillo fue asesinado en 1961. El magnicidio cambió la vida de la familia, que abandonó Santo Domingo para huir a Europa. Lita pasó entonces a formar parte de la troupe trujillista que se instaló en Francia y posteriormente en Madrid.

Ramfis y Lita tuvieron dos hijos, Ramsés y Ricky, nacidos y criados en Madrid. Casi todos los miembros de la familia llevan nombres operísticos, como Aída, Radamés, Ramsés, Nabucco… Los restos del dictador Trujillo reposan en el cementerio de Mingorrubio, al igual que los de Ramfis Trujillo, el primogénito del dictador, que murió en un aparatoso accidente de coche cuando se dirigía a su casa de La Moraleja después de pasar una jarana nocturna. Su automóvil chocó con el de la duquesa de Albuquerque, que llevaba a sus hijos al colegio. La duquesa murió instantáneamente, y Ramfis fue trasladado a un hospital, falleciendo dos días más tarde.

Diluido el recuerdo de Ramfis, Lia conoció a Jaime Ostos (“el torero”, como le llamaba Lita emulando a Lucía Bosé), un hombre marcado por las costuras que cruzaban su cuerpo. Era un tipo potente y mujeriego, fanfarrón, enamorado del flamenco.

Jaime Ostos murió la semana pasada, en Bogotá, adonde viajó invitado por unos amigos. Estaba con su última esposa, la neumóloga María Ángeles Grajal. De noche le golpeó el infarto y ya no se pudo hacer nada. La doctora regresó a España abrazada a sus cenizas. Desde entonces, la ópera sigue sonando.

En Madrid, Lita no deja de recibir llamadas de sus amigos. En una interpretación novísima, es Ostos, que sigue buscándola en todos los rincones de la noche. Giuseppe Verdi ha puesto en danza a todos sus personajes. Es la vida, que cierra en redondo su ópera inmortal.

Alberto Garzón

Alberto Garzón.

Alberto Garzón. Guillermo Serrano Amat

Una vez más, y sin que sirva de precedente, hablaremos del Gobierno. En esta ocasión le toca a Garzón, que es comunista, y a Planas, que no lo es. A Garzón lo vi en el telediario recorriendo la M-30 del Congreso de los Diputados mientras se estiraba el cuello de la camisa para evitar que su presencia desentonara ante las cámaras que se le echaban encima.

Planas me pasó inadvertido, tal vez porque recorría la M-30 en dirección contraria a las agujas del reloj. Luego supe que ambos se habían peleado a espaldas de los micrófonos. Y es que los micrófonos tienen mucho peligro. Hay que huir de ellos, por chivatos.

Políticos y micrófonos. Los políticos son como las cebollas. Tienen muchas capas y cuesta entenderlos. Otras veces, en cambio, corren el riesgo de que los entiendas demasiado. Garzón, por ejemplo, hizo unas declaraciones al The Guardian diciendo que la carne de las macrogranjas era de mala calidad. Buena, según Planas.

La discrepancia es muy relevante en vísperas de las elecciones de Castilla y León, donde el olor a purines no compensa el negocio exportador de unos cuantas industrias cárnicas.

En la Gran Bretaña se consume mucha carne española. Y no parece un acierto del ministro del ramo que comente en un medio británico la mala calidad de los productos que salen de las macrogranjas. Pero nunca le negaré a Garzón su coherencia programática Al menos mientras el Gobierno nos siga dando el turre con la economía verde y el compromiso medioambiental.

Boris Johnson

Guillermo Serrano Amat

Estos días se han tocado temas muy variados, pero el más recurrente y llamativo, el que ha recibido mayores críticas, ha sido el botellón del premier británico, o sea, el partygate, que dicen los ingleses. La fiesta se celebró en el número 10 de Downing Street, durante el confinamiento que tuvo lugar en mayo del 2020, con cien personas invitadas, de las cuales asistieron unas sesenta aproximadamente.

Johnson admitió haber participado en la fiesta, que tenía aire de trastienda de supermercado, y aunque luego pidió perdón con la boca pequeña, no se disculpó.

El líder conservador dijo que la party era una reunión de trabajo y se quedó tan fresco. Al día siguiente, los laboristas acorralaron a Johnson, que toda la noche se mantuvo con el pelo de punta y las mejillas sonrojadas (efectos de los vapores etílicos). La consigna, para no variar, fue que todo el mundo llegara a la residencia del premier con el alcohol puesto. La noche pudo haber terminado muy mal, pero Johnson y su señora resistieron, limitándose a no repetir la experiencia.

Cercano ya el verano, la pareja emprendió viaje a España, concretamente a la Costa del Sol, y alquilaron una villa en Benahavis, un pueblecito de corte español, poblado de gatos con visillo y un irreprimible acento inglés en la atmósfera.

Jorge Javier Vázquez

Guillermo Serrano Amat

Hace días que el chico de la tele no da la cara. Sus compañeros de programa han evitado pronunciarse, por si acaso, y el público de Tele 5 tiene un mosqueo de cuidado.

Todo comenzó en 2019, cuando la pandemia cabalgaba a lo lejos y los españoles no dábamos abasto tocando madera. Jorge Javier estrenaba en algunos teatros de provincias 'Desmontando a Séneca', una obra de Juan Carlos Rubio que prometía lo suyo. El presentador haría un alto en el camino para ofrecer el preestreno de su obra en algún teatro de cercanías, no recuerdo si Getafe, Móstoles o Rivas Vaciamadrid. Jorge nos ofreció entradas a Geles, Carmen Rosa y a mi, entradas que aceptamos encantadas la excursión. A la salida, fuimos a saludarlo al camerino e intercambiamos gracietas.

De vez en cuando recordamos nuestra estancia en el teatro y los pelos se nos ponen como escarpias. Aquel día nos libramos milagrosamente del murciélago y el pangolín, de la Covid y los chinches. Jorge se sentía orgulloso de que Sálvame fuera un nido de rojos y maricones. Por el mismo precio le llamaron jefe de prensa de Sánchez.

Jorge Javier Vázquez es una de las personas más conocidas de España, pero todo hay que decirlo: a él no le gusta que lo conozcan y, mucho menos, que lo critiquen. Aquellos días hablamos mucho de la brevedad de la vida. El propio Séneca decía: “No es que la vida sea corta, es que la hacemos corta”.

El noi de Badalona ha declarado en varias ocasiones su simpatía por el PSOE. No es de extrañar. El propio Sánchez le ha llamado alguna vez a Sálvame para presentarle sus respetos. A cambio, Jorge solo ha ido a un acto de Gabilondo, que casualmente era un mítin. Consciente del flaco favor que le hacía al actual Defensor del Pueblo, Jorge me confesó con su habitual sentido del humor: “Qué horror, pasaré a la historia por esa frase”.

Estos días Jorge ha vuelto a causar baja en Sálvame para reanudar su actividad teatral en el Reina Victoria. Los periódicos hablaban largamente del debut de Vázquez y de la muerte de Bofill. Lo digo con tinta de esquela. Y es que los muertos también llevan negrita.

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