Andrés Calamaro: "Madrid ha iniciado una segunda Movida para dar la batalla cultural al moralismo"
"Las mejores repúblicas son las monarquías" / "Vivimos una ruina moral y cultural, pronto miraremos a la Edad Media como al Renacimiento" / "Soy todo un trasto: más aburrido que estoico, antivacunas y vacunado, patético".
3 julio, 2022 02:52Andrés va vestido de Calamaro. Lleva un traje negro, una camisa verde y un pañuelo en la solapa. Gafas de sol color noche. Sale al escenario. Más que aplaudirle, le rezan. Hay algo de religioso en su público. Las camisetas de Maradona, los cánticos de la Bombonera. Es como si todos se conocieran, como si formaran parte... de un todo. De un libreto.
Van llegando Paloma y las dos vidas para poder olvidarla. Verónica y su carta desde el frente. Vibran las flacas, remontan los salmones. Todos "prendidos a una botella vacía". Algunos no habíamos nacido, pero también vimos "el Mundial del 78".
Calamaro lleva más de cuarenta años escribiendo canciones. Como en aquella obra de teatro de Sanchis Sinisterra, Los figurantes, el público se da cuenta de que alguien ha escrito su vida antes de ser vivida. El primer amor, el vértigo de una casa vacía, que te digan adiós, saber marcharte. Todo dicho en lengua popular. El público no siente que canta a Calamaro. Siente que canta sus ilusiones, sus traiciones, sus fracasos, su buena suerte, su desamparo, sus amistades. Es la historia de una simbiosis total.
Por eso, Edu Galán acuñó la idea del "cancionero" para referirse a este artista. Son canciones que suenan mejor alrededor de la hoguera, rodeadas de personas importantes.
Calamaro acaba de salir al Wizink abarrotado y se ha enfadado. Le molestan los flashes. Se lo recrimina al público. Se lo hace saber denodadamente. Con gestos, con frases. Se le da mal la diplomacia, se le da mal fingir. Con una migaja de lógica hipocresía habría recabado el éxtasis, pero renuncia.
Por eso, resulta tan atractiva una entrevista con él. Se va a arrimar al toro como José Tomás. Irá vertiendo esas "verdades afiladas que le van a lastimar de todos modos". Esta conversación se va escribiendo de viaje. Es epistolar. Empieza en Soria, adonde acude con Machado y Gabinete Caligari en la memoria. Acaba en Madrid, con su boxeo en Lavapiés, sus huevos en Casa Lucio y su capote en Las Ventas.
Hay algo paradójico en Calamaro. Habla pausado, con voz grave. Al terminar, suele apuntar a su interlocutor y dirigirle un característico "¿verdad?". Aquí está Andrés Calamaro (Buenos Aires, 1961). El joven impetuoso que alborotó a Argentina y sus militares con Los abuelos de la nada. El que llegó a Madrid y se gastó todo lo que tenía —novecientos dólares— en un equipo de música para alumbrar Los Rodríguez. El solista. El de corazón de tango.
Cierren las manos, que Calamaro siempre se escapa. Por fin se acaba esta persecución.
La última vez que hablamos era "un día lluvioso y gris" en Buenos Aires. Así lo describió en un poema. Se levantó con un corte de luz. Luego apuntó en su libreta: "A todo se acostumbra uno... menos a un corte de luz".
Abusamos de la impunidad y los privilegios de nuestro estatus. Tampoco la humanidad entera disfruta del confort del fluido eléctrico. ¡Oh, nosotros, privilegiados de piel blanca! Un corte de luz es un anticipo del apocalipsis.
La pandemia nos encerró a todos, como a Rimbaud, una temporada en el infierno. ¿Cómo es su infierno particular? Ese cuartel de invierno donde a veces se queda encerrado y del que no sabe salir.
No tengo casi vida social y soy difícil de encontrar. El encierro no me supone un drama. Me atengo a la primera escena de Apocalypse Now: Willard esperando en Saigón [el personaje está dentro de una habitación, borracho, obsesionado con las imágenes de lo que ha vivido en la guerra. Paradójicamente, desea regresar a esa guerra].
Antonio Machado decía que se canta mejor lo que se pierde y Vargas Llosa confesó que sus mejores novelas nacieron en momentos de infelicidad. ¿A usted también le pasa? ¿Escribe mejor desde el miedo o la ansiedad?
No sé si me adhiero a esas teorías... Porque escribir, en sí mismo, como hacer canciones, diluye la tristeza. Creo que la melancolía no sirve para eso. Me parece un mito o un malentendido. La melancolía es una leve enfermedad. Regodearse en la tristeza no es digno de hombres ni de mujeres. Basta de víctimas.
Me acuerdo de Honestidad brutal. Aquel disco casi le cuesta la vida. Cuando mira a esos días, ¿qué piensa?
Me acojo a la enmienda del olvido. Tampoco es que casi me costara la vida, creo que tenía calculado el descontrol. Aquella fue una bacanal de placeres, ni siquiera salíamos a pillar en los poblados gitanos. Estábamos de lujo. Fue una larga orgía en términos creativos... y en otros términos.
"Grabar 'Honestidad brutal' fue una bacanal de placeres, una orgía en términos creativos... y en otros términos"
¿Es hoy más estoico? ¿La edad le ha vuelto más sobrio? ¿De qué se alimenta cuando escribe?
Ahora sufro las secuelas de las vacunas (dos dosis) y paso de embriagarme con sustancias o licores. Soy todo un trasto: más aburrido que estoico, antivacunas y vacunado, patético.
He perdido capacidades extraordinarias y esto es rigurosamente cierto. Respeto al deportista Novak Djokovic y le envidio: es el hombre del año. He perdido la resistencia sobrehumana, y total para nada. El cuerpo es el templo y hemos permitido la entrada de no sabemos quién ni quiénes.
Me acuerdo de algo que dijo el novelista Caballero Bonald: "Me juego la vida en cada adjetivo".
A mi manera, me dejo la vida tratando de cantar bien. Hubo un tiempo en que nos dejábamos todo en los estudios de grabación. Son los estudios los que han cambiado. Este oficio no es tan distinto al de los toreros, más allá del peligro que supone estar frente a un toro. Nosotros también necesitamos la suerte aunque estemos ensayados o sobrados de condiciones.
En unos versos que escribió hace poco, decía: "Las letras de las canciones son un misterio". Y es mucho mejor que sea así, ¿no?
Las buenas canciones, nomás. No siempre procede explicar la letra de una canción, no nunca. Son palabras que ilustran las melodías y el contexto sonoro. Algunas se explican solas con el tiempo. Hay canciones que se abren como flores, que ganan en significados. Otras que nadie escucha, que son la mayoría.
[Andrés Calamaro: "Viniendo de Argentina, España es Disney. No saben lo que tienen"]
Nos asomamos progresivamente a una sociedad borracha de certezas y eso resulta muy peligroso. ¡Queremos saberlo todo! ¡Con lo bonita que es la duda!
Sí, a mí también me lo parece. Afrontamos una ruina moral y cultural, el fin del mundo sin casi conflictos bélicos ni meteoritos cayendo. Pronto vamos a mirar a la Edad Media como al Renacimiento. La certeza, si no está en buenas manos, es la eutanasia de las ideas. Así estamos, atiborrados de antidepresivos y encadenados a la pantalla del mundo nuevo.
¿Cuáles son las cosas que más le preocupan de este tiempo?
Unos temas de salud que arrastro, tampoco nada severo, nada que vaya a matarme en el corto plazo. Gajes del oficio.
"La moralización de la cultura es un desastre ecológico. ¡Qué mundo raro este!"
Se ha convertido usted en un resistente frente a eso que podríamos llamar la moralización de la cultura. Los temas sobre los que escribe —los toros, la mujer o la memoria— son hoy arenas movedizas. ¿Lo siente así?
A ver... La cáscara digital amplifica demasiado la importancia de estas cosas sin importancia. ¿A quién le importa validarse en la opinión de otro? El pulso está en la calle y las tertulias. La moralización de la cultura es un desastre ecológico. ¡Qué mundo raro este!
¿Percibe la proliferación de lo que podríamos llamar nuevas clerecías? Es decir: distintas partes de la sociedad haciendo lo que antes hacían los curas: calificar de moral e inmoral compulsivamente.
Sin duda. Lo percibimos y lo percibo. Se trata de un moralismo insólito, un puritanismo evangelista proyectándose desde distintos flancos. Un atraso. El feminismo 2.1, que tampoco es feminismo racionalista; la distracción ecológica, la virtud contraria de la liberación sexual... Todo apunta a construir una sociedad puritana y moralista radical.
"Un rockero que espera la validación de un tercero es un idiota", dijo. Lo mismo podría escribirse de los novelistas y los poetas, ¿no?
Los verdaderos artistas hacen lo que quieren sin esperar favores de la crítica ni de la opinión pública. Son estos poderes los que odian a los artistas, los que desatan las peores broncas. Percibo la necesidad de la validación de terceros como equivalente al suicidio asistido de las artes populares y el entretenimiento, el humor y las ideas. Qué vergüenza.
Además, el éxito de un cantante está en sus conciertos, no en esa sociedad paralela que juzga en Internet.
Llenar un teatro es una oreja cara, ¿verdad? Esa sociedad, la que juzga en internet, no existe, en algunos casos ni siquiera hay personas detrás de esas microscópicas lapidaciones públicas. Se puede ser agradecido con el público, claro. La mayoría tiene buenas intenciones, pero luego hay una minoría que es la que escucha música y entiende algo.
El título de su último disco en solitario, Cargar la suerte, es una declaración de intenciones. ¿Por qué es tan importante la tauromaquia para usted?
Sigo en constante aprendizaje o lo intento. La tauromaquia es un vínculo de amistad leal e identidad, de confianza. La tauromaquia tiene la misma importancia que el Museo del Prado y el flamenco; tampoco es para todos. Interesarme por el toreo es, probablemente, la mejor decisión que haya tomado en mi vida. Ese abrazo taurino: el verdadero respeto por los animales, el humanismo, el arte. No existe un anti que sea buena persona.
¿Le resulta más complicado, por ejemplo, cantarle hoy a la mujer que hace treinta años?
Caramba, las viejas canciones las canto sin problema ni complicaciones, interpretando en el canto. Admiro a las mujeres, me gusta la inteligencia y el descaro que tienen, las quiero a todas o a casi todas; tampoco es algo que tenga que probar científicamente. La rama femenina da fe de mi buen corazón de caballero feminista real.
Andrés Calamaro es hoy anárquico en sus planteamientos. Es curioso: en España existe una obsesión por etiquetarlo todo políticamente. ¿Lo percibe?
No es un escenario excluyente de España. De ninguna manera.
"Hay cierta confusión paródica con el activismo de estratos privilegiados y de piel blanca, que deliran hipótesis ideológicas"
De España, repite cada vez que puede: "España, ¡que se quiera más!". ¿Por qué nos pasa? ¿Por qué nos vemos peor dentro de lo que nos ven fuera?
Tampoco creo que en España sean más caníbales que en otros países o regiones, al contrario. Está claro que España es muy apreciada en todo el mundo. Hay cierta confusión paródica con el activismo de estratos privilegiados y de piel blanca, que deliran hipótesis ideológicas. No hay países mejores.
Empezó a amar España antes de conocerla. Su padre recibía en Argentina a algunos de nuestros grandes poetas. ¿Cómo fue aquello?
Soy un hombre de honor sin amor. Es verdad que mi padre estaba en la actividad solidaria con los intelectuales exiliados debido a la Guerra Civil. Estaba con Neruda y Borges controlando a Alberti y aquellos intelectuales.
Imagino que sus padres configuraron su identidad. Hábleme de ellos.
Lo cierto es que fui criado en un ambiente cultural intelectual. La izquierda racionalista del siglo veinte... Luego diluí aquella educación exquisita en mis ejercicios de vagancia y libertad. Deben comprenderme, viví bajo siete gobiernos militares y fumado.
Para mi generación, la libertad fue abrazar lo prohibido y lo mal visto, sacar músculo con la corriente en contra. Sexo, drogas y rock en Sudamérica. No era un ejercicio menor, ¿eh? Éramos activistas de riesgo, no europeos privilegiados abrazando árboles.
Crecí en un ámbito cultural, artístico y político: mi padre era poeta y ensayista, fundador de un partido político, Movimiento de Integración y Desarrollo, y un exquisito tertuliano. Mi madre vivió cien años y era la más inteligente de la familia.
¿Y sus hermanos?
Mi hermano Tato trabajaba en enormes transiciones marítimas. Mi hermana Hebe es músico y terapeuta musical, militante en Montoneros y fundadora del grupo folclórico Huerque Mapu.
Mi sobrino Juan es ahijado de Alfredo Zitarrosa. Fui cuñado de Carlitos, de Les Luthiers, del Chango Sosa y de Memo Briseño. Mi hermano Javier comparte oficio conmigo, es un músico muy bueno y cocina muy ricas lentejas. Luego mi tía Anita era intelectual y comunista sin hijos, viajaba a la China de Mao con nuestro tío Eduardo W. Esta era mi familia en mi infancia y adolescencia, porteños todos.
"He vivido algunas de las peores décadas en América Latina, aprecio el extraordinario nivel de vida que hay en España"
Le leo un párrafo suyo: "Ya soy más español que la mayoría de los españoles por la razón más sencilla. No saben lo que tienen, ni quiénes son sus paisanos y vecinos. Ni siquiera advierten el nivel de vida exquisito que tienen, la tolerancia y la cultura que se empeñan en discutir. Quizás tengan el mejor país del mundo en casi todo y no quieren ni darse cuenta".
Hay otra razón no menos ni más importante: he recorrido España muchas veces, nos dimos todo sin pedir nada a cambio. No es menos cierto que aprecio el nivel extraordinario de vida que hay aquí. He vivido algunas de las peores décadas en América Latina, no tengo por qué equivocarme.
No le convence, según he leído, la "nostalgia republicana" que tenían aquellos poetas del exilio que conoció su padre, ¿verdad?
Las mejores repúblicas son las monarquías. Luego me adhiero al prólogo de Manuel Chaves Nogales [se refiere a la famosa introducción del libro titulado A sangre y fuego].
Ha recibido la medalla de Madrid. ¡Ama Madrid! ¿Por qué?
Ser condecorado en Madrid fue un lujo y estoy agradecido; no hay suficiente eco para estas cosas, el medio prefiere a los perdedores. Madrid es amorosa conmigo, yo retribuyo con modestia el trato que aquí me ofrecen. Que sea amor.
Publicó una Tercera en ABC declarando oficialmente el nacimiento de la Segunda Movida. Explíquemelo.
Lo explico o lo intento. ¡Tampoco soy vocero de los años ochenta! Por aquel entonces, tenía veinte años y vivía en Buenos Aires, donde celebrábamos nuestro propio movimiento, tampoco aislados del mundo.
Visité Madrid en los ochenta en dos oportunidades, turismo head cultural. Esta primavera no confinada se celebraba en Madrid con la Feria de San Isidro y los Rolling Stones toreando al mismo tiempo. Esta probable Movida tiene otro destino, una batalla cultural contra la barricada existencial. Aquella Movida de los ochenta celebraba la libre modernidad contracultural y ésta de hoy también. Aquella vibraba en la cuerda socialista y esta... tampoco.