Que la mejor noticia de julio haya sido que a la humanidad la salvará la leche de cucaracha lo dice todo. Nuestro gran Villarreal lo ha contado con su habitual maestría y su envidiable distanciamiento, pero mi estómago iba dando saltos precientíficos con la lectura. “Por delicadeza perdí la vida”, dijo Rimbaud. Los delicaditos como yo la perderemos por nuestros escrúpulos. Ni siquiera podremos adornarnos ya con el esteticista “¡faisán o hambre!”. Será hambre o leche de cucaracha.
El mes avanzaba sin excesiva brillantez, pero se torció definitivamente con el desmochamiento del Mont Ventoux. Ya venía siendo uno de los peores Tours de la historia y aquello terminó matándolo. No llegar a la cumbre del Ventoso porque hay viento es como no ir a Zahara de los Atunes porque hay atunes. Para más inri, el espectaculito de Chris Froome subiendo sin bicicleta, con pasitos de pato, metió la carrera y nos metió a todos en una hondonada de la que aún no hemos salido.
La pena del Tour es que contábamos con él, como todos los veranos, para que nos amortiguara los desastres del mundo. Y no solo nos ha fallado el amortiguador, sino que los desastres se han incrementado. Qué semanas horrorosas. Los psicópatas del yihadismo han seguido precipitando el siglo XXI en la Edad Media, o en las cavernas. Junto a las bombas y los fusiles, han vuelto los cuchillos y las hachas, y se han incorporado los camiones. También se han lanzado a asesinar psicópatas sin coartada religiosa. Y han seguido las guerras y los refugiados. Y la represión de Erdogan tras la intentona. Y Maduro y Daniel Ortega. Y el horizonte de Le Pen. Y la candidatura de Trump...
En cuanto a este corral, que decía Valle-Inclán (y eso que no conocía a las acémilas que estaban por poblarlo), el golpe a cámara lenta y 'low cost' de los nacionalistas catalanes se ha combinado con la inoperancia de los partidos mayoritarios para formar gobierno y el jugueteo irresponsable de Rajoy con la investidura. Tras la asonada, Forcadell, esa fusión inaudita de Landelino Lavilla y Tejero en una sola persona, se ha ido de vacaciones a Etiopía. Retomará el "quiet tot el món!" (en buen catalán, “tothom quiet!”) en la rentrée.
Tampoco está asegurado el amortiguador extra que tenemos cada cuatro años para sobrellevar agosto, el de los Juegos Olímpicos. La tradición carioca del carnaval dice que todo parece abocado a la catástrofe hasta un minuto antes y que luego funciona. Pero de momento pinta mal en Río. Más allá de la función amortiguadora, los que amamos Brasil andamos con el corazón en un puño.
Y encima Arrimadas se ha casado. Con otro.