Carmen Forcadell, Carme de Espanya y Cataluña. Celia Villalobos en más fina, con sus modelitos y todo ese pasteleo parlamentario de la Generalitat que ve y disfruta.
Cuando Cataluña tenía que velar por los comedores sociales y por los hospitales, por la Constitución, pasa que en el empecinado Parlament no dejan de ir contra la Ley o de comadrear sobre la boda de Arrimadas en Jerez, su Jerez, con el somatén bien atento después al vestido blanco de Inés y un marido perdido ya -me cuentan- para la causa indepe. Y esa Carme(n) tan elegante y como tan fuera de la Ley a la hora de fer país; esa Carme que se va de vacaciones a Etiopía, tan solidaria como desconectada y aventurera. La cosa es que Carme y su cuadrilla ya han conseguido el fin último del independentismo, que no es otro que despertar del polvo y la modorra al Tribunal Constitucional.
Entre incluir a Forcadell y Junqueras y juntera en la lista de "vagos y maleantes" o "admitir a trámite" la resolución del Gobierno central al desafío soberanista de Cataluña, en ese gran matiz de leyes y papeles, reside quizá la grandeza del Estado de Derecho. Añadamos a esto la pachorra de un Rajoy que cifra su vida -España, el mundo, los papeles- en cualquier cláusula jurídica de último momento.
Los hechos son los hechos, y Forcadell pega el petardo del desafío y se va al Cuerno de África, que uno no se mete con las vacaciones de nadie, pero Forcadell en salacot ha de ser la viva estampa de las relaciones internacionales de la Masía: cuando "la caló apretaba", que diría Chiquito de la Calzada.
El primer capítulo del desafío secesionista es el de un bosquejo tontiloco de Administracion tributaria catalana, todo muy solemne, pero quien desafía a la Ley se equipara al robagallinas, al narco o al exhibicionista que sale en bolas por las Ramblas. El Tribunal Constitucional lo deja claro: que si se pasan por el forro la legislación, aquí Forcadell y Puigdemont deberán atenerse a "eventuales responsabilidades, incluida la penal".
España se blinda en lo legal, y el independentismo gana en su romance victimista junto a los camisas pardas de la CUP, esa buena gente de la comuna que cierra también por agosto. El Tribunal Constitucional está visto que funciona, pero uno echa de menos más metáfora, más pedagogía de "lo español" en estos tiempos en que la periferia viene crecidita y apelando ya a la desobediencia.