Al final lo más simple es lo más importante. O no. Que (se) trata de España, como en aquel célebre escrito de Blas de Otero. Que se trata de España, de un cabo a un golfo, con sus corruptos por mitad; pero también se trata de España en esos cementerios del Norte con mártires a los que se les desprecia ahora, y hablo de las multitudes que siguen a Otegi y van de potes reivindicativos (antes llevaban ropa negra, pendientes; ahora van de blanco, como Juan Ramón Jiménez).
Todo es tan importante como España -o no-; pero en esta Celtiberia de trapillo, el presente político de dos de los constitucionalistas está en salvar cada noche el culo y las témporas. Bien nos tuvo una semana Rajoy con la inopia reflexiva (él de paseata, el otro de playa; yo con mis arritimias), y al final resulta que al PP nadie le "pone condiciones". Sabíamos que Rajoy aceptaría los seis puntos, que a perro viejo todo serán matices ("podemos aceptar muchas cosas, o no", dijo Brey el miércoles), y España es tan diferente que todo puede ser que Mariano salga reforzado -o no-: con dolor, y muerte, y pena de muchos 'librepensadores'.
España está callada, y ya lo escribí aquí. No hay pedagogía de España, y la nación está limitada al broche desgastado de un ujier y a una realidad burocrática que no se nos mueve ya ni en el fútbol. Rajoy ha reducido España a su mínima expresión, a una casi ínsula de lo suyo, a una excusa para el barcenato con permiso de los tiempos. De esa diarrea sobre España, lo único que podía salir es lo que hay: Otegi postulado a candidato contra todo, Otegi en el televisor, Otegi vendiéndosenos de víctima, Forcadell con sus cosas y Oltra, siempre en gafas, siempre sonriendo, siempre en modo nube.
Se trata de España, pero Rajoy y Sánchez no se dieron- ni se darán- por enterados. Más que listas abiertas y cerradas habría que hablar de España, pero aquí este Picalagartos va enfermando y envejeciendo de reivindicar lo obvio: su país. A una España que se sintiera España no habría un Otegi o una Forcadell que la chuleara en días impares, pero es que en el imaginario progre ya caló aquello de que la regeneración pasaba por romper el país por sus costurones de siempre.
Sigo pensando que este verano es el peor verano en este largo viaje al cero. Me dice un viejo de este oficio que no se va a Marbella porque Marbella está en Madrid, y no hay jurdós ni para cenas ni para galas a la orilla del jazmín este verano. Vuelvo a ver la portada de Pedro Sánchez de la que le hablé en Pronto, vuelvo a pensar en España. Vuelvo a ver la amenaza del ISIS a nuestro país, en un video de factura hollywoodense y de un odio fuera de todo lo conocido.
Vuelvo a pensar que lo peor, siempre, puede estar por llegar -o no-. Quizá todo se arregle por pensar España en España. Podemos arreglarlo todo, o no. Lo cierto es que Rajoy está como siempre en el televisor, en la tertulia, frente a un país en permanente estado de derrumbe moral.
Y que la culpa es nuestra, oye.