La Comisión Europea, con Jean-Claude Juncker a la cabeza, se ha descolgado con una supuesta modernización del copyright para pretendidamente adaptarlo a la era digital que ha conseguido superar todos los temores surgidos a partir de las filtraciones de su texto. Realmente, habría sido muy difícil hacerlo peor.
La Propuesta para una directiva del Parlamento y Consejo europeo sobre el copyright en el mercado único es la perfecta demostración de que Europa no es capaz de mirar hacia delante, sino únicamente hacia atrás. Un auténtico desastre retrógrado que protege a toda costa los intereses de las industrias de toda la vida a costa de aniquilar las posibilidades de compañías y modelos emergentes, y que ignora completamente todas las preocupaciones y sugerencias recibidas a lo largo de su fase de consultas.
Una reforma anticuada y desfasada como esta demuestra que los burócratas de la comisión europea actúan únicamente al dictado de los potentes lobbies que, carentes de todo reparo y transparencia, se multiplican en sus pasillos, y condena al ecosistema creativo a convertirse en un desastre plagado de abogados, únicos que se beneficiarán de algo así.
La propuesta corrige y mejora todos los errores recientes cometidos en países como España: no solo sigue inventándose nuevos derechos para los editores de prensa, para que cualquiera que escriba, lea, comparta, comente o enlace una noticia no deje de pagar por ello, sino que además, pretende obligar a las plataformas a disponer de complejas tecnologías de control para convertirse en policías de lo que hagan sus usuarios, obligando a una supervisión permanente de todo aquello que alguien intente publicar. En plena era de internet, criminalicemos el enlace.
La propuesta es el equivalente a crear un auténtico estado policial para los contenidos: un desastre capaz de acabar con toda posibilidad de generar un ecosistema basado en la creatividad y la innovación. No es una manera de arreglar o de modernizar el copyright, sino más bien todo lo contrario: fallar a todos los niveles en ese propósito, asegurarse de que nada cambie y de que un concepto que precisaba de una gran reforma para adaptarse a los nuevos tiempos prevalezca por encima de cualquier posibilidad de evolución. Frente a la posibilidad de plantear un gran salto adelante que de verdad adaptase el vetusto copyright a los tiempos modernos, la Comisión ha optado por una defensa enconada e incondicional de los viejos modelos de negocio. Un desastre a todos los niveles.
Soy un europeísta convencido. Pero a este paso, creo que terminaremos envidiando a los británicos por haberse ido a tiempo...