Estos días de convulsión socialista no paro que recordar la historia de aquél fulano que no quería ir a la escuela al día siguiente por más que le repitieran que tenía que hacerlo. “Tienes que ir –le insistían– por tres motivos fundamentales: primero porque es lunes: segundo porque es tu obligación; y tercero porque eres el maestro, gilipollas”.
Así es a buen seguro como deben sentirse no pocos diputados socialistas que se sienten confusos, divididos, rotos incluso, perdidos en el cuarto oscuro ante la simple idea de tener que abstenerse o ir al baño para que Rajoy sea presidente y a ellos no se les caiga la cara de vergüenza. No saben como gestionar esta humillante derrota sin paliativos porque están convencidos de que lo peor no es perder unas elecciones sino tener que facilitar, además, la coronación de un enemigo al que llevas calificando de corrupto desde que llegó a la Moncloa hace casi cinco años.
Incluso los socialistas que ahora lanzan proclamas abstencionistas saben que hacerlo les marchita las entrañas, les revienta, les produce desazón cuando no asco. Y no les tranquiliza que sea lunes, que forme parte de sus obligaciones o que sean diputados. Además de quedarse con cara de gilipollas, en algunos casos, se sienten confusos, desnortados, porque "cuando creían que tenían todas las respuestas de pronto les cambiaron todas las preguntas", que diría Mario Benedetti. Se han quedado colgados, con la brocha en la mano y sin escalera. Y tendrán que mirar a otro lado para que siga gobernando este PP sinvergonzón.
Es verdad que forma parte del ideario de cualquier político hacer hoy lo contrario de lo que se ha estado defendiendo ayer mismo. Es cierto también que el "no es no" es difícil sustituirlo de la noche al día por un "no es si", y no me imagino a Antonio Hernando teniendo que defender esto último durante la venidera sesión de investidura, por su bien no me lo quiero imaginar. Pero así es la política de estos días en el universo socialista: mantenerse en la ambigüedad calculada, suicidarse para no morir, hacer lo contrario de lo que se quiere y querer lo contrario de lo que realmente se desea.
Y todo para sobrevivir o creer que se sobrevive.