Felipe y Cebrián no pudieron largar el miércoles en la Autónoma de Madrid lo que querían. No son ni Jack Lemmon ni Walther Matthau, pero siempre van en comandita y son pareja y no tan extraña. Como Los Panchos; sí, pero es que Los Panchos son tres y aquí pasa que el tercero en discordia es ese periódico 3.0 que llevan a pachas; ese periódico donde no quedan ni los ecos de lo que fue y donde ya se han sacado el autor intelectual del escrache: Turrión. Ese periódico que les rasga la guitarra y que les marca a muchos el dónde y el cómo: la referencia dominante o así nos lo vendieron a los jóvenes plumillas.
Isidoro y Janli, Janli e Isidoro van a bolos que ayer fueron progres y que hoy no lo son tanto -o tempora o mores-. La ideología depende de cómo se crucen el océano y así les siente el cambio horario a estos dos. Ni la Dúrcal, oye. Así van Juan Luis y Felipe González, lo mismo de Bogotá a Madrid que viceversa y sin escalas, y con una tribuna periodística en la que van pontificando sobre lo humano y lo divino y en la que les va el oremus. Felipe y Juan Luis, cada uno renegrido y moreno de lo suyo, que es lo mismo y es diverso.
Y sin embargo, el miércoles vieron que no todo en la vida es un auditorio en Panamá; que más allá de los consejeros latinochés -umbralismo perdonable- hay gente gritando, con caretas y pancartas, y no sólo esos peleles en chaqueta que les aplauden en las conferencias sobre crecimiento económico que dan al alimón por el patio trasero.
A Felipe y a Cebrián habría que preguntarles que cómo es eso de quedarse sin altavoz un día. Y yo me pregunto que cómo es eso, Felipe, Janli, de que a estas alturas de la película estos descarriados vengan a robarnos “la paz y la palabra” que diría Blas de Otero. Y con la capota en la cabeza. Igualitos que el Ku Kluk Klan. Aunque qué no habremos visto en todos estos años, ¿verdad, Isidoro, verdad Cebrián?
Contó Cedeira en este periódico que un petardo atronó en el hueco de la UAM. Que a Felipe le restregaron la cal viva. Que los nietos de la huelga general del ochenta y ocho aún gritan. Pasó que esos nietos de la huelga fueron contra un fósil y de malas maneras. No saben que ni un petardo ni una pancarta pudieron jamás con el imperio. Y que acojonar, acojonaron lo justo.