Hay una fórmula sencilla que permite extraer cuál es el grado de madurez de la ciudadanía. Basta con analizar el tono con el que los gobernantes se dirigen a los gobernados. Ya les adelanto que en el caso de España la conclusión es desalentadora. Sobre todo para aquellos vanidosos que, como yo, de su gobierno preferirían incluso la represión antes que la condescendencia. La represión es jodida pero al menos te concede cierta dignidad.
El Gobierno, dícese que liberal, va a subir los impuestos. Probablemente no tiene otra salida. Debe cumplir con los compromisos presupuestarios adquiridos con la Unión Europea y su debilidad parlamentaria le obliga a buscar un pacto con la oposición socialdemócrata. El PSOE no aceptaría, y menos en las actuales condiciones, una oferta para que el aumento de la recaudación se produjera mediante el recorte de gasto público. Seguro que existe una forma sencilla de explicarle esto a los españoles, e incluso puede que los españoles sean capaces de entenderlo, pero el Gobierno no confía tanto en la madurez de la ciudadanía y ha optado por la fábula, que es un género que requiere de un nivel de comprensión mucho menor que el discurso político.
Así como Félix María Samaniego utilizó a una cigarra y a una hormiga para explicarle a los niños las virtudes del esfuerzo, Mariano Rajoy Brey emplea las bebidas azucaradas y el tabaco para que los españoles comprendamos las virtudes de la presión fiscal. Porque esta fábula, como toda buena fábula, también tira del recurso de la personificación. Si ustedes se fijan, los protagonistas de esta historia no son los fumadores, ni los que disfrutan con un buen whisky, ni los adictos a la Coca-Cola, que son quienes van a aflojar la pasta. No.
Como cuando Disney hace hablar a los candelabros en La Bella y la Bestia, o el citado Samaniego pone pensamiento abstracto en la mente de una zorra hambrienta de uvas; el ministro Montoro dice que le sube los impuestos al tabaco, las bebidas azucaradas y al alcohol. Como si una botella de DYC tuviera que hacer todos los años la declaración de la renta. La botella de DYC es el cangrejo Sebastián del ministro Montoro.
La fábula siempre es infantilizante y la que ahora nos ocupa es doblemente infantilizante, en la forma y en el fondo. El Gobierno dice que sube los impuestos para velar por nuestra salud, que es una forma sutil de decirnos que nos va a quitar el dinero para que no nos hagamos daño con él. Yo entiendo la lógica redistributiva de los impuestos pero en ningún caso la lógica paliativa. A eso me refería con lo de la represión y la condescendencia. El Gobierno no sube los impuestos por nuestra salud y la fabulación nos insulta pero si lo hiciera por nuestra salud sería también insultante.
La fabulación impositiva es un hito más de la inexorable disolución ideológica del PP en el magma del marianismo. Al fin y al cabo, la única máxima ideológica que el marianismo ha dejado para la historia fue aquella invitación proferida en medio de la tensión de 2008: “Si alguien se quiere ir al partido liberal o al conservador, que se vaya”. Hasta ahí llegó el debate de las ideas en un PP rendido desde entonces a un posibilismo tan poco ilusionante para el electorado como letal para sus discrepantes.