Si hay un personaje reconocido más allá de nuestras fronteras ideológicas y terrenales, ese es Pepe Carvalho; el detective gourmet que nunca olvida el nombre del muerto. De esta manera, los que seguimos a Pepe Carvalho, siempre estaremos obligados a recordar sus memorables orígenes culinarios así como criminales. Para nuestro detective, el ritual del crimen y el ritual de la cocina, suceden sobre el mismo fuego.
El primer libro que Pepe Carvalho condenó a las llamas de su chimenea fue escrito por Pedro Laín Entralgo y titulado España como problema. Al parecer, Pepe Carvalho no lo hizo para calentarse -pues era verano- sino que lo hizo porque suponía que los problemas de la época en la que el libro fue escrito, se reducían a España misma como problema. Aquella aventura de los orígenes incendiarios de Pepe Carvalho se tituló Tatuaje y en ella se nos descubría a un detective atraído por el fuego liberador. Con el acto de quemar libros, el detective también iría quemando los lazos intelectuales que le subyugaban a una cultura alienante, la misma que le había separado de la vida falsificando toda su memoria sentimental. Tal vez por eso, el siguiente libro a incinerar sea El Quijote, de la editorial Sopena.
Desde aquellos primeros fuegos, Pepe Carvalho ha ido quemando títulos que, en realidad, sólo él sabe por qué elige. Bien mirado, tal asunto interesa poco o nada a sus seguidores pues lo de menos, en este caso, son las fobias, filias o manías. Más interesantes que los libros que condena al fuego, son los libros que Carvalho no incinera, entre ellos hay uno de Lorca y también un tratado de cocina: Manual del asador argentino, de Raúl Mirad.
Hace unos días, buscando recetas culinarias por los Interneles, me encontré por casualidad -o como se llame eso- el tuit que encabeza esta pieza. Con ello, quería responderlo para asegurar a Lola Vicente que, sin duda alguna, Pepe Carvalho seguiría utilizando el fuego dialéctico por tratarse del mismo fuego que dio origen a la fábula.
El fuego para Carvalho, viene a ser un intermediario entre la necesidad y el placer, entre lo crudo y lo podrido. Por eso nuestro detective siempre eligiría la incineración. Antes de que la memoria sentimental pueda hacer más daño, transformándose en pasta de papel, Pepe Carvalho la reducirá siempre a cenizas. Nuestro detective no recicla. Siempre tuvo suficiente con reciclarse a sí mismo sobre sus viejos zapatos de siempre.