Me precio de ser una persona con sentido del humor. Soy capaz de reírme de mí misma, y llevo más o menos bien que lo hagan otros si hay por medio una mínimas gotas de inteligencia. Mark Twain escribió que la risa era el arma más poderosa de la raza humana. Es cierto, y deberíamos aprender a usarla. Pero no todo lo que algunos encuentran divertido tiene por qué serlo, y no todo lo que a determinados sujetos les parece que gracioso tiene por qué ser tolerable para el resto.
Es posible que a usted le haga muchísima gracia que una persona con una pierna ortopédica tropiece en la calle y se rompa los dientes, pero si se ríe delante de ella será un desalmado. Tal vez a alguien le pueda parecer motivo de regocijo la visión de una mujer musulmana vestida con un niqab negro cerrado en medio del ferragosto madrileño, pero nadie con un poco de sensibilidad se desternillará de la indumentaria en su presencia.
Una profesora me contó que había reñido a unos alumnos de ocho años por reírse de un compañero que tenía una mano atrofiada, y al día siguiente un ejército de padres le recriminó la bronca: veían natural que sus hijos encontrasen graciosos los esfuerzos del pequeño por abrocharse una camisa. Ni siquiera se les ocurrió pensar que era un buen momento para enseñar a los chiquillos que hay cosas de las que uno no debe reírse, porque pueden hacer mucho daño.
El humor tiene límites, aunque hay quien defiende que cualquier cosa es admisible si resulta lejanamente divertida para una minoría. Yo cada vez tengo más estrecha la vara de medir, y cada vez me molesta más la simpatía de ciertos cretinos que sólo saben hacer chanzas mediante la ofensa y la injuria. Algunas publicaciones supuestamente humorísticas me provocan náuseas. Determinadas manifestaciones que se dicen divertidas despiertan en mí algo parecido a la amargura.
Ayer, los directivos de la ETB defendieron el derecho a programar un bodrio ofensivo hacia el conjunto del país diciendo que se trataba de un programa de humor, como si entretener a un puñado de descerebrados (había que ver el nivel intelectual del engrendro televisivo) diese patente de corso para el insulto. La risa es una bendición, pero no un salvoconducto para cualquier cosa.
No, no me hace gracia que se ofendan las creencias de ningún colectivo grande o pequeño, ni que una discapacidad sea motivo de pitorreo, ni que los tópicos más agrestes se conviertan en materia de guion en una televisión pública.