Decía hace unos días el tuitero Eduardo que España es ese país en el que los niños afrontan sensatamente su tartamudez mientras los adultos se tiran autobuses a la cara. Lo oportunista desde el punto de vista periodístico habría sido publicar este artículo hace una semana. Pero el ruido era ensordecedor. Veamos si ahora que la España de los garrotazos se ha tomado un descanso es posible comunicar alguna idea con pies y cabeza.
1. El bus de HazteOir juega a la confusión entre sexo y género. Sexo y género no son lo mismo y que no tienen por qué coincidir.
2. El sexo es una realidad biológica determinada por los genitales, los cromosomas y los caracteres sexuales secundarios (aquellos que no forman parte de los órganos sexuales).
3. Como categoría biológica, los seres humanos sólo tienen dos sexos. La trisomía o la monosomía no son terceros sexos, sino trastornos genéticos.
4. El hermafroditismo puro no existe. No existen seres humanos capaces de gestar fetos y de producir espermatozoides al mismo tiempo.
5. La intersexualidad, que antes se (mal) llamaba hermafroditismo, está considerada como un trastorno del desarrollo sexual y es muy rara. Aunque los números varían dependiendo de qué anomalías del desarrollo se incluyan en la definición, las cifras se mueven entre 1 afectado entre 1000 y 1 afectado entre 150.000. La intersexualidad tampoco se considera un tercer sexo.
6. Desde un punto de vista estrictamente biológico decir que si tus cromosomas son XY en el par 23 eres niño es una obviedad. Los casos en los que la identidad genética o cromosómica no coincide con la identidad biológica son excepcionalmente raros.
7. El bus de HazteOir no dice eso. Nadie paga por una campaña como esta para decir que el color negro es negro y el blanco, blanco. Lo que dice el bus de HazteOir es que sexo y género siempre coinciden. Y eso es falso.
8. El género son los roles y atributos que la sociedad considera particulares de hombres y mujeres.
9. Hay mucho debate sobre cuál es el porcentaje de influencia biológica y cuál el de influencia cultural en los rasgos y preferencias humanas. La respuesta es “depende de qué rasgo o preferencia examinemos”. En algunos casos la proporción es 90-10%. En otros, 10-90%. El color de nuestro cabello es 100% biológico. Nuestro equipo de fútbol preferido, 100% ambiental. La preferencia de los niños por un juguete u otro se sitúa en algún punto intermedio entre esos dos extremos. Son sólo tres ejemplos al azar.
10. Pero ese es otro tema. Lo relevante es que, sea por el motivo que sea, es posible haber nacido biológicamente hombre y sentirse mujer y viceversa. Es un sentimiento no mayoritario o prevalente, pero existe y es absurdo que HazteOir lo niegue o lo considere producto del adoctrinamiento. ¿Qué adoctrinamiento? ¿De quién? ¿A través de qué medios? ¿Qué adulto renunciaría a sus preferencias sexuales y a su percepción de sí mismo por una campaña publicitaria?
11. Y por eso es absurdo ridiculizar ese sentimiento diciendo “pues yo me siento gato, así que debo de ser un gato”. Si te sientes gato es que tienes un problema psiquiátrico.
12. Por otro lado, identidad de género (cómo te sientes) y orientación sexual (qué te atrae) son escalas, no absolutos. En la escala de la identidad de género los extremos son mujer y hombre, pero caben puntos intermedios. En el caso de la escala de la orientación sexual, los extremos son la heterosexualidad y la homosexualidad, pero caben puntos intermedios como la bisexualidad o ajenos a la escala como la asexualidad.
13. Otra cosa es la distribución en esa escala. Como es obvio, hay mucha más gente en los extremos que en sus puntos intermedios. Hay muchos más hombres que se sienten hombres y que se sienten atraídos por las mujeres, o mujeres que se sienten mujeres y se sienten atraídas por los hombres, que cualquier otra combinación posible.
14. El sexo biológico, en cambio, no es una escala con la intersexualidad en su punto medio de la misma manera que una mutación cromosómica no es un estado intermedio entre la vida y la muerte e independiente de ellas.
15. Así que el debate, planteado en los términos en los que lo plantea HazteOir, es absurdo. El sexo biológico es absoluto y nadie niega esa evidencia. El género es líquido y eso sí se suele negar, pero siempre desde puntos de vista morales o religiosos, nunca científicos.
16. Desde un punto de vista biológico, decir que algunos niños tienen vulva es incorrecto. Desde el punto de vista del género, es totalmente correcto.
17. También es incorrecto decir que el sexo biológico es una tabla rasa. La prevalencia de la transexualidad es de 1 entre 10.000 para hombres y de 1 entre 30.000 para mujeres. Es decir que 9.999 hombres de cada 10.000 y 29.999 mujeres de cada 30.000 se sienten perfectamente cómodos e identificados con su sexo biológico, independientemente de cuáles sean sus preferencias sexuales.
18. El género, en cambio, es más complejo que el sexo biológico y en él se mezclan percepciones, gustos sexuales y expresiones externas.
19. La disforia de género, por otro lado, no es un capricho, como parece opinar HazteOir.
20. La disforia de género provoca problemas psicológicos y físicos graves y creer que alguna persona puede escoger padecerla por razones superficiales es absurdo e ignorante.
21. El problema de HazteOir, en definitiva, es que no les basta con que sexo y género y gustos sexuales coincidan en el 85-90% de los seres humanos. Su problema es que quieren que lo haga también en el 10-15% restante.
22. Cualquiera que diga que el sexo biológico es irrelevante en nuestros gustos sexuales o en la percepción de nuestro género, miente. Como es obvio, el sexo biológico coincide con el género y con la atracción por el sexo contrario en una amplia mayoría de los casos. Y eso no es una construcción social.
23. Cualquiera que diga, como HazteOir, que el sexo biológico determina tu género y tus gustos sexuales en todos los casos, también miente.
24. Los anteriores puntos no son opinables.
25. Lo que sí es opinable es si un niño de cinco años tiene la madurez intelectual para comprender todo lo anterior y adoptar decisiones irreversibles sobre su sexualidad. Y ese es otro debate completamente distinto en el que es perfectamente legítimo sostener la opinión de que un niño de cinco, seis o siete años carece de esa madurez.
26. Un niño de cinco, seis o siete años a duras penas entiende las diferencias biológicas y su relación con la sexualidad humana y es incapaz de proyectarse 10, 15 o 40 años en el futuro. La diferencia entre sexo y género es incomprensible para él. Así que decirle a un niño que hay niños con vulva sin explicar que estás hablando de género y no de sexo biológico es absurdo. Bienintencionado pero absurdo.
27. Igual de absurdo que sería explicarles que el tiempo es relativo. Porque la experiencia cotidiana de un niño es que el tiempo es absoluto. En este sentido, las prisas por llegar a los niños antes de que lo hagan aquellos que podrían adoctrinarlos en la intolerancia son vistas por algunos padres perfectamente tolerantes como un intento de adoctrinamiento contrario o como un intento de convertir en una opción sexual más, sin mayor trascendencia, lo que dista mucho de ser opcional e intrascendente. No juzgo esa postura, sólo la describo. En este punto, además, mi opinión no es relevante porque no soy padre. Pero parece obvio que el conflicto con esos padres está servido.
28. Es también conflictivo pretender, como pretenden determinadas corrientes pedagógicas, restar responsabilidades a los niños, descargarlos de deberes y retrasar el comienzo del aprendizaje de materias densas mientras al mismo tiempo se les muestran realidades para las que biólogos, médicos, psiquiatras y neurocientíficos aún no tienen respuestas claras.
29. Si lo que queremos es que los niños aprendan tolerancia, enseñemos tolerancia. Si queremos que no acosen al diferente, castiguemos el bullying. Y en esa tolerancia genérica estarán comprendidos los niños trans, pero también los que llevan gafas, los gordos, los bajos, los discapacitados y los de etnias o culturas minoritarias.
30. Ya me perdonarán este intento de aplicar el sentido común a un tema tan delicado como este.