Cuando en noviembre de 2012 dos terroristas de Hamás asesinaron a seis palestinos, el diario El País tituló su crónica “Dos hombres armados asesinan a seis palestinos acusados de colaboracionistas” y sólo después, en el subtítulo, a un tamaño menor, “El ala militar de Hamás reivindica las ejecuciones”. Observen la ausencia de la palabra “terroristas” y el uso del eufemismo “el ala militar” (como si hubiera otra).
El sábado pasado, El Periódico de Cataluña apareció en los quioscos con el titular “Británico, cincuenta y dos años” en portada, en referencia al terrorista de Londres.
Los dos titulares son impecables. Los terroristas de la primera noticia eran “hombres armados” y habían asesinado a seis palestinos. El terrorista de la segunda noticia tenía la nacionalidad británica y había vivido ya cincuenta y dos primaveras. Pero un titular puede ser impecable y mentir al mismo tiempo. Y tanto El País como El Periódico de Cataluña mienten. Para El País, las víctimas tienen nacionalidad (palestina) pero sus asesinos no (aunque también son palestinos, además de terroristas y de Hamás). En los medios españoles los asesinos, sin embargo, sí suelen tener nacionalidad cuando son colonos israelíes. Para El Periódico de Cataluña, la nacionalidad de los terroristas islámicos (¡y hasta su edad!) es suficientemente relevante como para ocupar todo el ancho de su portada. Pero sólo cuando esa nacionalidad es occidental.
Este es el debate que suele organizarse en mi cuenta de Twitter cada vez que un terrorista islámico asesina en Israel o en Europa. Yo digo que el titular de tal o cual diario es mentira a pesar de ajustarse estrictamente a los hechos y decenas de lectores me contestan defendiendo al diario. “No mienten”, dicen. Es un fenómeno que sólo parece darse cuando el asesino es musulmán.
Cuando decenas de periodistas de diferentes medios de comunicación se reunieron en noviembre de 2015 para determinar las pautas a seguir en casos de violencia machista, estas fueron algunas las conclusiones a las que llegaron:
1. Usar los términos “violencia de género”, “violencia machista”, “violencia sexista” o “violencia masculina hacia las mujeres”. Por este orden.
2. Rechazar el uso de las expresiones “violencia doméstica”, “violencia de pareja” y “violencia familiar”.
3. Nunca buscar justificaciones o “motivos” (alcohol, drogas, discusiones).
Decir que Khalid Massood era británico y tenía cincuenta y dos años es tan irrelevante como decir que el marido de la víctima se había bebido una botella de vino antes de matar a su mujer. Aunque esos tres datos sean estrictamente ciertos. Decir que la Policía ha abatido a “un palestino en Tel Aviv” (un palestino que acaba de atropellar a decenas de personas, es decir un terrorista) es tan preciso como decir que la Policía ha detenido a “un hombre en Gran Canaria” (un hombre que acaba de quemar viva a su mujer, es decir un asesino) o que “una mujer ha muerto en Madrid” (cuando en realidad ha sido asesinada).
Me pregunto cuál es la disonancia cognitiva que lleva a ver meridianamente clara la manipulación en los casos de violencia machista y a verla tan borrosa en los de terrorismo islámico. Intuyo que es la misma disonancia cognitiva que lleva a ver en el velo un símbolo de liberación de la mujer siempre y cuando lo imponga un machista musulmán de los que impiden a sus hijas continuar los estudios cuando acaban la ESO y las casan a la fuerza a los dieciséis años y no un machista occidental al que se le retiraría de inmediato la patria potestad si hiciera lo mismo. O a creer que las mujeres que se ofrecen a alquilar su vientre no están siendo libres para decidir por sí mismas pero sí lo están siendo cuando deciden enterrarse vivas en un burka.
Miren. El prestigio del periodismo se apoya en tres suposiciones muy básicas. La primera es que dice la verdad. La segunda, que es preciso. La tercera, que es tacaño. Tacaño en el sentido de que no desperdicia espacio inútilmente con datos innecesarios o irrelevantes para la correcta comprensión de la noticia.
Mírenlo de otra manera. La realidad depende del modelo. Una cosa es “real” si, como explica el físico estadounidense Sean Carroll, “desempeña un papel central en alguna historia determinada de la realidad que proporciona una descripción exacta del mundo dentro de su dominio de aplicabilidad”. Carroll está hablando de átomos, pero su teoría es perfectamente aplicable a la verdad periodística.
Y por eso decir que un naranjo es “un árbol” es verdad desde el punto de vista biológico pero mentira desde el punto de vista periodístico. Porque “naranjo” es una palabra mucho más precisa que “árbol”. Lo explico con un ejemplo. Imaginen una herencia a repartir entre dos hijos. “Los naranjos del terreno para el hermano mayor y el resto de los árboles para el menor”. Un periodista visita la zona y escribe “en el terreno mencionado en la herencia sólo hay árboles”. El hermano menor estará encantado con la noticia, que por otro lado es estrictamente cierta, pero quizá el mayor le exija más precisión al periodista. ¿Cuántos de esos árboles son naranjos y cuántos son otro tipo cualquiera de árbol? En el “dominio de aplicabilidad” de la herencia, la distinción entre árbol y naranjo desempeña un papel central. No la desempeña en cambio la distinción entre árbol y el resto de “cosas” del planeta Tierra. Y por eso el periodista del ejemplo está mintiendo aunque su afirmación sea cierta.
Y eso es lo que suele ocurrir tras cada atentado terrorista islámico. Por supuesto, lo relevante de Khalid Massood no es su nacionalidad ni su edad, sino su religión. Porque Khalid no mató por Gran Bretaña o por los cincuentañeros, sino por Alá. Massood es de sexo británico, pero su género es musulmán. Y eso es lo periodísticamente relevante. El titular no era “Británico, 52 años” sino “Musulmán converso”.
Aunque quizá la intención de El Periódico de Cataluña no era informar a sus lectores, sino adoctrinarlos. Aprovechar un atentado terrorista para hacer campaña en favor del acogimiento de inmigrantes musulmanes y para desmentir la idea de que un incremento en el número de refugiados comporta un incremento del riesgo de atentados. Una campaña tan legítima como cualquier otra pero cuya relación con el periodismo es nula.
Lástima que en ese caso, El Periódico de Cataluña también mienta. Porque sí existe una relación directa entre el número de musulmanes presentes en un país y el riesgo de morir en un atentado terrorista. Y esto no lo dice el periodismo ni el activismo sino la fría ciencia estadística.
Otra cosa es el debate entre aquellos que están dispuestos a correr ese riesgo en nombre de la bondad universal y aquellos que no están dispuestos en nombre de su derecho a la vida. O más concretamente, de su derecho a no incrementar innecesariamente los riesgos para su vida. Pero ese es otro artículo.