El analytics es una droga. Cuando un tema, en la jerga del oficio, lo peta y las métricas empiezan a subir, a los editores se les dilatan las pupilas y experimentan una sensación euforizante. Le podemos poner un nombre técnico al conjunto de síntomas pero no será tan preciso como el anfetamínico subidón. Las métricas a tiempo real han concedido el argumento definitivo a los sensacionalistas que en cada redacción, desde tiempos inmemoriales, han luchado por sembrar el periódico de adjetivos. La sobriedad ya es una batalla perdida en la prensa escrita, como mucho antes lo fue en la televisión. El día que la cuenta de resultados de las cadenas de radio informativa dependan de las precisas e inminentes curvas del streaming y no de una encuesta de hábitos de consumo tan exasperantemente estable como el EGM, no duden de que el tono, el mensaje e incluso los formatos radiofónicos cambiarán para siempre. Para peor.
Twitter es la narcosala de la viralidad. Allí -aquí, porque es muy probable que usted haya encontrado esto en Twitter- el subidón se produce en la pestaña de menciones y hay una forma muy sencilla de provocarlo: estimular la autocomplacencia del respetable, permitirle sumarse a un linchamiento que le reafirme que habita en el lugar correcto.
El gran subidón de este fin de semana lo ha provocado un vídeo en el que se ve al exministro de Justicia Alberto Ruiz-Gallardón portando el féretro de su suegro. El fallecido era un franquista y sus amigos le tributaron a su muerte un homenaje coherente con su vida. Cantaron el Cara al sol con el brazo enhiesto y la muchedumbre celebró la feliz coincidencia espacial y temporal con uno de esos agradecidos juicios sumarios. No al franquista, de cuya existencia ya ni se acordaban, sino al yerno.
Los españoles llevan décadas enterrando suegros franquistas y de estos van quedando ya muy pocos, al contrario que los nietos que celebran revoluciones -como la soviética de 1917- y miserias que jamás han vivido. Esos son legión y nacen nuevas remesas cada día a las que les esperan partidos con representación parlamentaria a los que sumarse con orgullo.
Quizás no exista una condición más sometida a las servidumbres que la de yerno. Y yo lo que veo en el vídeo portando el féretro es a un yerno y no a un franquista pero entiendo que ya no está el periodismo para sutilezas. Que nada nos arruine un buen subidón.